Lo que hay que tener

Javier Armesto Andrés
Javier Armesto CRÓNICAS DEL GRAFENO

OPINIÓN

12 nov 2020 . Actualizado a las 09:49 h.

Una vez vistas por enésima vez la saga de Los Vengadores y las trilogías de Star Wars, y quitando la serie The Mandalorian —con una producción excelente pero cuyos guiones son excesivamente simples—, el catálogo de Disney+ no despierta mucho interés salvo que tengas niños menores de cinco años en casa. Pero ahora han estrenado Elegidos para la gloria, adaptación televisiva del libro de Tom Wolfe The Right Stuff, que viene a ser algo así como «lo que hay que tener», pero ya sabemos cómo traducen al español los títulos de las películas. Una vez compartí piso con un inglés y sudé tinta para que me entendiera cuando quería hablarle de Con faldas y a lo loco, que para ellos es Some like it hot (A algunos les gusta caliente).

Elegidos para la gloria, producida por Leonardo di Caprio para National Geographic, cuenta en ocho capítulos la historia del proyecto Mercury de la NASA: el primer programa espacial tripulado de Estados Unidos, desarrollado entre 1961 y 1963, en medio de la Guerra Fría y a rebufo de la Unión Soviética, que en aquella época les daba sopas con honda a los americanos (en 1958 habían puesto en órbita el primer satélite, el Sputnik 1, y en 1961 enviarían el primer ser humano al espacio, Yuri Gagarin). Los siete astronautas seleccionados están considerados pioneros de la exploración espacial y auténticos héroes —imagínense orbitar la Tierra en un pedazo de lata que hasta entonces solo había sido probada por monos—, cuyo arrojo permitió iniciar la aventura que ocho años después pondría al hombre en la Luna.

La serie lo tenía todo para triunfar, pero creo que no acertaron con el cásting. Una leyenda como John Glenn parece un pusilánime y tampoco están muy acertados los que interpretan a Alan Shepard o Gordon Cooper. En este sentido es mucho mejor el reparto de la película del mismo título de 1983, dirigida por Philip Kaufman, en la que Ed Harris, Scott Glenn y Dennis Quaid bordan esos mismos papeles. Y al final contaba lo mismo, pero en poco más de tres horas. Al menos se han acordado de Wernher von Braun, sin cuyos cohetes nada habría sido posible y en la Luna hoy ondearía la bandera china.