La epilepsia y su pronóstico

Francisco Javier López González EN LÍNEA

OPINIÓN

María Pedreda

15 nov 2020 . Actualizado a las 10:11 h.

La epilepsia se define como una enfermedad que se caracteriza por una predisposición continuada a presentar crisis epilépticas.

Se denomina «crisis epiléptica» a la aparición transitoria de signos y/o síntomas provocados por una actividad neuronal excesiva o simultánea en el cerebro. Estas pueden ser con o sin pérdida de conciencia, generalizadas como las clásicamente denominadas «gran mal», con convulsiones tónico-clónicas o las crisis de «petit mal» en las que los pacientes tienen ausencias (pérdida de conciencia durante unos segundos) o focales, en las que la alteración puede ser motora o sensitiva entre otras. Son producidas por patologías que afectan al sistema nervioso central, siendo la patología vascular cerebral, los traumatismos craneoencefálicos, los tumores y las que tienen un origen genético, las principales causas.

La epilepsia se conoce desde la antigüedad, las primeras visiones atribuían el origen de la enfermedad a un castigo divino. Hay referencias en el Egipto de los faraones (3.000 AC.) y en Mesopotamia, así en el código de Hamurabi (1.760 AC.) se recoge que un esclavo pierde su valor si tiene epilepsia.

Su prevalencia en Europa es del 0,7 % de la población, afectando a unos seis millones de habitantes (entre 300.000 ? 400.000 en España).

La calidad de vida de los pacientes con epilepsia está relacionada con la gravedad y frecuencia de crisis, así como los efectos secundarios del tratamiento.

El tratamiento farmacológico se inicia a principios del siglo XX, con el descubrimiento del fenobarbital, en las siguientes décadas se incorporan otros fármacos. A finales del pasado siglo y principios del XXI se produjo el desarrollo de un gran número de fármacos antiepilépticos, lo que supone un aumento considerable de arsenal terapéutico, permitiendo disponer de nuevos fármacos con igual eficacia que los clásicos y menores efectos secundarios, lo que permite individualizar el tratamiento en función de las comorbilidades del paciente.

Desde un punto de vista del pronóstico, en el 20-30 % de las epilepsias se considera que es excelente, con control adecuado del número de crisis, pudiendo a largo plazo abandonar el tratamiento sin problema. Aquí se incluyen las epilepsias de ausencia infantil o las convulsiones neonatales entre otras.

En otro tercio se produce una remisión con el tratamiento que ha de mantenerse indefinidamente. Un ejemplo de este grupo sería la epilepsia mioclónica juvenil. En otro 30 % de las epilepsias, los pacientes siguen teniendo crisis a pesar del tratamiento antiepiléptico, son las denominadas epilepsias farmacorresistentes. Es en este subgrupo de pacientes en el que hay que realizar una evaluación prequirúrgica para determinar la localización del foco epileptógeno y, si es posible, realizar una cirugía sin riesgos. Esto se lleva a cabo en unidades especializadas de cirugía de epilepsia y un porcentaje de los pacientes pueden quedar libre de crisis.