Sáhara, Ceuta, Melilla... ¿Y después qué?

Yashmina Shawki
Yashmina Shawki CUARTO CRECIENTE

OPINIÓN

Julio Muñoz | Efe

27 dic 2020 . Actualizado a las 12:56 h.

El primer ministro marroquí, Saadeddine Othmani, está doctorado en medicina y en psiquiatría y además ha hecho un máster en estudios islámicos. Una combinación ciertamente inquietante para un político cuya influyente y antigua familia, los Othmani, probablemente tienen orígenes o han estado relacionados con el Imperio Otomano. Definido por su habilidad y «modernidad islamista» es, además, un hombre de consenso capaz de lograr acuerdos entre los más enconados rivales políticos. Este hombre tan cualificado es jefe del partido islamista Justicia y Desarrollo desde el 2008, tras la renuncia de Abdelilah Benkirane, y líder del ejecutivo magrebí desde marzo del 2017. En el 2019 declaró a los medios franceses que la política de su gobierno se asienta en principios claros como la religión islámica, el interés y la unidad nacional y la monarquía democrática y social. Sin embargo, este político, también reconocido por ser audaz e incluso imprevisible, hace unos días manifestó que las ciudades de Ceuta y Melilla son tan marroquíes como el Sáhara pero que su país no tiene prisa por recuperar su dominio, al menos de momento.

Semejante declaración habría sido altamente improbable si una serie de factores no la hubieran propiciado. En primer lugar hay que destacar la gran debilidad diplomática -por no decir la falta total y absoluta de peso internacional- que tiene nuestro país desde hace años y que ha venido agravándose a pasos agigantados como consecuencia de la inestabilidad política interna. En segundo lugar, el reconocimiento por parte de Estados Unidos de que el Sáhara es parte de Marruecos ha dado alas al país magrebí que desde el 2011, con la extensión de la denominada Primavera Árabe, ha sido el único que ha logrado mantener su monarquía casi absolutista sin grandes cesiones sociales. En tercer lugar, la eficacia del chantaje que ha demostrado ser la invasión de inmigrantes marroquíes en Canarias y en Ceuta y Melilla le ha dotado de una baza de presión que España parece incapaz de revertir. Puede que si no se toman medidas contundentes ya, más allá de pedir explicaciones diplomáticas, lo siguiente que reclamen sean las Islas Canarias.