Hosteleros y consumidores, así no

César Casal González
César Casal CORAZONADAS

OPINIÓN

PACO RODRÍGUEZ

28 feb 2021 . Actualizado a las 10:00 h.

El deseo razonado es fuente de placer. El deseo sin cabeza nos llevará sin remedio a la casilla de salida: a otro cierre. Entendemos las ganas de las personas por reunirse. Por encontrarse. Comprendemos el desastre económico que supone para la hostelería tener sus negocios cerrados. Es por ello que todavía se nos hace más incomprensible que los consumidores y los hosteleros sean reticentes a cumplir las normas. Cualquier gallego que se haya dado un paseo el viernes y ayer por las zonas céntricas ha visto cómo muchos negocios no cumplían la norma de dejar una mesa precintada entre dos ocupadas, así hasta el aforo aprobado. Hay hostelería responsable que sí lo ha hecho.

Sucedió lo mismo con los ciudadanos que se han lanzado a las terrazas e interiores de los locales, donde estaba permitido, como si no hubiese un mañana. Turnos de comida hasta las cinco de la tarde. Mesas abarrotadas, donde resultaba imposible calcular un límite. La bonanza del tiempo ha contribuido a que las condiciones fuesen perfectas para la desescalada que ansiábamos. Pero no es este el camino. De ninguna manera lo es.

La caja de dos días sin cumplir las reglas es el atajo a un nuevo cierre. Gente fumando en las terrazas. Las mascarillas en la barbilla como una perilla improvisada, en vez de bajarla solo en el momento del sorbo, de la consumición. Menos mal que en algunos lugares se han producido sanciones: a los fumadores de terraza que, sin molestarse en levantarse de la mesa, le daban al pitillo como chimeneas de humo propagadores de aerosoles. Alucinante.

Muchos establecimientos no han cumplido. Pandillas al completo lo han celebrado con irresponsabilidad llenando hasta las aceras. Por tanto, no queda otra que exigir a las policías locales y nacional que ejerzan. Que sancionen. Deben hacerlo por el bien común.

No es esta la senda del sentidiño ni del paseiño que queríamos los gallegos. El domingo, con el sol aún en lo alto, es el momento para que todos cambiemos el rumbo que sabemos que termina por desgracia en el desastre y las lágrimas. Hagamos las cosas bien. Demos ejemplo. El hostelero, sin atajos. Estricto, para garantizarse una apertura larga y efectiva. Los clientes, escapando de los lugares que no acatan. No se sienten donde no vean las mesas necesarias precintadas. La policía, atenta, para que no se coronen en la impunidad los que se creen más listos que nadie. Es la penúltima oportunidad de modificar comportamientos absurdos, alejados de la madurez.

Otra opción es que los que están empeñados en pasar de todo reciban un cursillo rápido de realidad y se les lleve a una uci o a una planta de covid de un hospital gallego. Y que luego escuchen a los familiares de los que están allí sufriendo. O que hablen con los seres queridos de los más de dos mil muertos que llevamos en Galicia. Igual necesitan ese tratamiento de choque para darse cuenta de que el virus sigue ahí, es un enemigo invisible, es peligroso. A lo mejor así abandonan el festival de las terrazas que hemos vivido en dos días. Que se enteren que los sanitarios están hartos y que no quieren más aplausos, solo desean olvidar.

Si la verbena prosigue, se volverá al cierre, antes de que el virus expandido por la irresponsabilidad se lleve más familias por delante. No podemos fiarlo todo, visto lo visto, a que vuelva la lluvia cuanto antes. No es de recibo. El molde para dar los pasos uno a uno está diseñado de forma correcta, no lo arrasemos de forma incorrecta.