El Tarajal y la tristeza. Las colonias y los imperios

Eduardo García Moral

OPINIÓN

Imagen del mes de mayo en el espigón del Tarajal
Imagen del mes de mayo en el espigón del Tarajal

23 may 2021 . Actualizado a las 05:00 h.

La monarquía marroquí es canalla. El Gobierno y el resto de instituciones del Estado, marionetas de aquella y corruptas como aquella. Tienen a la población entre la miseria y la escasez. Los jóvenes están desesperados. Las mujeres, degradadas y presas en sus ropajes. Marruecos es tierra de vilezas.

Ese monarca infame, que atesora todos los tesoros y todo el poder, usa a sus súbditos, ya adultos, ya niños, como carne de cañón. Lo hizo su padre en 1975 con la «marcha verde» para invadir el Sáhara Occidental. Lo ha hecho el hijo esta semana en la playa ceutí de El Tarajal, enrabietado porque quería ver cómo moría asfixiado por el covid-19 su bestia negra Brahim Gali, líder del Frente Polisario, y España le arrebató la presa y la ingreso en el Hospital San Pedro de Logroño.

No lo hizo tan bien como debiera Pedro Sánchez que, temeroso del autócrata con corona, no disímil del halo de luz que rodea y corona el SARS-CoV-2 (de ahí la denominación: corona-virus), no informó a Rabat de que había traído a Gali desde Argelia. Pero en el haber de Sánchez está la acción humanitaria.

España es una democracia en la que los derechos humanos están implantados. Marruecos llega a la pantomima democrática con la creación de un ministerio de los Derechos Humanos. Pablo Casado, de ocupar La Moncloa, no movería un dedo por el saharaui enfermo: se delató en la interpelación que le hizo a Pedro Sánchez en la sesión parlamentaria del pasado martes, en la que se cebó con este a cuenta de El Tarajal, henchido como está tras el 4-M.

Lo quiere todo. Ese rey despótico quiere el Sáhara Occidental, el subsuelo marino y las aguas que lo cubren hasta Canarias (minerales abajo, peces arriba), Ceuta y Melilla, y ser la potencia hegemónica en el Magreb. Los sátrapas políticos y económicos son insaciables.

(Desde la perspectiva geopolítica, Ceuta y Melilla son plazas estratégicas para España y la OTAN, como Gibraltar para el Reino Unido. Pero son colonias. Las tres son colonias que deberían pasar a Marruecos las dos primeras y a España la tercera. Hay muchas más en el mundo. Sin embargo, revertir este «statu quo» no es posible. Tampoco lo es el grado superior de dominio sobre lo impropio: el imperialismo. Rusia y China son los mayores y más sanguinarios depredadores de etnias y pueblos ajenos).

España no ha cometido errores de bulto en la contención de la marea de inmigrantes arrojados a las aguas por el tótem de palacio, aunque sí los cometió en los últimos meses al mostrarse conciliador en demasía ante acciones no amistosas de Rabat. La firmeza debe ser pareja de la armonía con el vecino.

Lo que ya es insoportable es el odio de Vox a cualquiera que arribe exhausto y malherido a nuestras costas, que abomine de los niños de piel más oscura y que ultraje a quienes auxilian a los parias: el abyecto acoso a la voluntaria madrileña de la Cruz Roja Luna Reyes por dar consuelo al desconsolado senegalés. El aumento de idiotas que abrazan las proclamas fascistoides de Santiago Abascal y su pandilla hay que valorarlo ya como un signo alarmante del colapso moral que está tiñendo este país y que no es, en absoluto, ajeno al intento de recuperación del abominable Caudillo.

(De una canción machiguenga: «Me está mirando la tristeza, me está mirando bien la tristeza»).