Errores gratis (III)

OPINIÓN

María Pedreda

04 jul 2021 . Actualizado a las 05:00 h.

(Daños biológicos que resultan gratis) 

C.- Venenos en los aires:

Parece que la crisis de la pandemia (COV-19), por lo que dicen los gobiernos a los que pocos creen, entra en nueva fase, disminuyéndose  los contagios, con más personas devueltas a la vida que dejadas morir sin remedios, ahogadas, y con un sistema sanitario público con profesionales de excelencia ya probada. Son debidas gracias a quienes, años atrás, guerrearon a favor de una sanidad pública, lo cual es digno de recordar y tener siempre presente; y es inevitable pensar también en los que se esforzaron por lo contrario, en favor de una sanidad privada, en la que, por dinero, se refugiaron. ¡Menos mal que, por una vez, ganaron los buenos, no apoyando las autoridades al enemigo, que es lo que suelen hacer, gratis o con dádivas o con promesa de puertas giratorias!

Si la crisis sanitaria va pasando, hasta la llegada de la siguiente, preocupación nueva será la otra gran crisis, ya vieja, la llamada ecológica o del medio ambiente, escondida, tapada, por la sanitaria. Y es que la vida, la buena vida, el disfrute de los seres vivos, humanos y no humanos, depende del «medio ambiente», en el que estén desarrollándose y/o viviendo. Un medio ambiente determinista y determinante, que va configurando a todo, como el cincel del escultor, que de las masas informes hace formas; un medio ambiente que es esencial para modular cuerpos sanos, con medidas de proporciones adecuadas, nada de desmesuras, y para equilibrar las almas, igualarlas, tan propensas al desequilibrio, al desvarío, a la locura. 

Medio ambiente adecuado, de placidez, derecho humano esencial, tanto  antes de nacer (A), en el uterus materno, flotando el feto entre líquidos seminales, y luego, más tarde, después de nacer (B).

A.- El estrés de la madre, desequilibrada, por ella misma, por su mentalidad o por acciones de los que con ella conviven en tiempos de gestación, se traslada inmediatamente al feto, que, por ese nefasto medio ambiente, lo paga caro, muy caro. Con insistencia ya, neuro/siquiatras prestigiosos, como Boris Cyrulnik (que aquí mismo hemos citado en otro artículo, El confinamiento), avisan de las  consecuencias de ese «mal ambiente» en el interior del uterus por estrés de la madre. Muchas de las patologías mentales de adultos, en formas de angustias, horrores, miedos y violencias, son propias de quien fue ya feto estresado. El llamado «medio ambiente» en la vida uterina, para evitar enfermedades mentales futuras en adultos, terminará por ser objetivo prioritario de salud pública; y las violencias físicas o psíquicas a las mujeres embarazadas habrán de ser más reprochables penalmente. 

B.- Ya lo escribimos: medio ambiente que lo determina todo, el cuerpo y el alma. Por esa centralidad del concepto, resulta inevitable que se transforme  en concepto político y sociológico, polémico y que se divide en clases, de una clase social llamada alta y de otra baja. Se puede distinguir un medio ambiente de ricos y un medio ambiente de pobres; dualidad que se produce en todo, en enfermedades (a) como la obesidad, por sedentarismos y hábitos alimenticios nefastos, más de pobres que de ricos, y que ya se ceba en los sectores de población más desfavorecidos, tal como viene ocurriendo en USA. Dualidad también en los confinamientos domiciliarios (b) por razones sanitarias, especialmente agresivos y dañinos cuando los espacios vitales son de habitabilidad mínima, caso de edificios parcelados como colmenas, mas de pobres que de ricos, que disponen hasta de jardines.    

En Carreño está Aboño y en Gijón están Veriña y Poago, y barrios populosos como los de La Calzada, Natahoyo, Jove y otros, próximos a chimeneas de humos pestíferos lanzados al cielo, al espacio vital, que son de fábricas de hierros, depósitos de polvos cementeros y térmicas carboneras. En consecuencia, un número importante de ciudadanos, como escribiera un autor clásico, que «tragan azufres y sorben plomos». Basta acceder a Gijón por las mañanas y ver, desde la altura del Infanzón, nubes contaminantes que cubren el cielo gijonés y parte del Carreño. Sólo a veces, se conocen las protestas de minoritarias organizaciones ecologistas por acumulación excesiva de venenos irrespirables. Y nunca se ha sabido qué incidencia, en las estadísticas de mortalidad, tienen esos venenos en los llamados pasivos ambientales, venenos lanzados al aire por tanta chimenea, depositados en los pulmones de los habitantes de allí. Estamos ante otro de los secretos del establishment, bien guardado.

La pregunta es retórica, porque ya sabemos la respuesta: ¿dónde viven los dueños o responsables de esas industrias contaminantes? Desde luego que no en Aboño, ni en los barrios gijoneses contaminados, cerca de las fábricas. Viven lejos, muy lejos, en la Europa limpia o en Gijón, en el otro extremo, en barrios «limpios» como Somió, que por eso, por vivir ahí, se paga lo que se paga, y lo pagan los que pueden. Status muy importante, que también se compra y se vende. ¡Qué curioso, el Covid mató a la gente triturando sus instrumentos de respiración, ahogándola en terrible muerte, lo cual fue facilitado por unos pulmones ya dañados por múltiples causas, también por los venenos respirados en zonas peligrosas! ¡Qué curioso, y el Covid gusta, especialmente, de las obesidades y de los obesos!

Si los lobbys del tabaco se apresuraron, con mucha jeta, cínica y falsamente, a predicar que la nicotina venenosa era factor de protección contra el virus, los lobbys de las fábricas contaminantes -no creo que haya sido por vergüenza, siendo unos desvergonzados- en una primera fase callaron y, en la segunda, ahora mismo, prometieron des/carbonizaciones e hidrógenos verdes, a costa, naturalmente, del erario público, pues ellos están para «forrarse», que para eso son empresas privadas; o sea los oros para ellos y la mierda para los demás. Los sindicatos, con dirigentes en situación procesal de inocencia presumida, piden que el reparto de los «Fondos (europeos) de Reconstrucción» sea con transparencia, ¡Ja, ja y ja!; también piden que la transición ecológica sea justa ¡Ja, ja y ja! Aquello sólo lo creen los idiotas del turno político, que deberían ejercitar acciones penales para proteger a los ciudadanos, y por no hacerlo, acaban siendo coautores o cómplices.

En la 1ª parte hicimos referencia a la importante sentencia del Tribunal Supremo, fechada el 15 de marzo de este mismo año, de número el 141. Se trata de un paso pequeño contra los envenenamientos gratis por emanaciones de sustancias peligrosas, y con resultado de daños y muertes, tanto a los que denomina «pasivos domésticos», como a los «pasivos ambientales». Muy interesante la teoría del riesgo y la inversión de la carga de la prueba, y aconsejamos la lectura de la Sentencia, de la que destacamos el siguiente párrafo: 

«Mientras los terceros soportan la amenaza eventual de sufrir daños significativos, con la única ventaja de obtener a cambio, en el mejor de los casos, un beneficio meramente difuso, el titular de la actividad, por el contrario, se beneficia de ganancias generadas de su explotación en su particular provecho. Esta asimetría conduce a la posibilidad de justificar decisiones normativas que, por justicia conmutativa, impongan a quien se aproveche de ese stock de riesgos, las cargas económicas de los perjuicios causados a terceros ajenos a la misma, con la finalidad de compensar esa especie de daños expropiatorios o de sacrificio. De esta manera, se han utilizado las fórmulas latinas ubi emolumentum, ibi onus (donde está la ganancia está la carga) o cuius commoda, eius incommoda (quien obtiene una ventaja debe padecer sus inconvenientes)».

«Siempre me interesaron mucho esos personajes, lindos y pisaverdes, que, para considerarse superhombres, no precisan haber leído a Nietzsche…» Así concluimos la 2ª parte, y ahora, en la 3ª, a aquellos personajes podemos añadir otros, que son los mismos: los «litris», almidonados y pollitos, teniendo todos en común ser importantes, no siendo los «don nadie»; por eso sus errores los pagan los demás, son, para ellos, gratis. Es seguro que de Nietzsche lo ignoren todo, y ¡qué más dará! pues llegar a ser superhombres no es cosa de cultura sino de lo contrario, de ser desvergonzados, con arrojo temerario como los jugadores de ruletas, y despreciadores del Código Penal. Por eso, precisamente, les dan medallas, premios y nombrándoles sandeces.