Estamos en la pomada

Álvaro Boro

OPINIÓN

JEAN-CHRISTOPHE BOTT

03 jul 2021 . Actualizado a las 10:42 h.

España de nuevo vestía de blanco, camisa de nuestra esperanza. Pero si llego a saber que íbamos a sufrir tanto con este equipo, paso turno y que esto lo escriba otro. Sufrir para pasar dije el otro día, joder si llego a saber lo que me esperaba contra Suiza.

Suiza arrancó con el cuchillo en la boca, pero Jordi Alba enganchó una bola a media altura, que tocó en Zakaria, y para adentro. La Selección mandaba, templaba y cargaba la suerte. Tenía todas para salir por la puerta grande, pero el manso que fue Suiza dio un arreón y empató en la segunda. Un error en la defensa, otro más, hizo que nos marcaran en la segunda; un fallo que en alevines te tiene corriendo toda la semana siguiente. No se puede tener el balón, dominar, y ni aún así crear ocasiones. El toque y la posesión están bien, pero mejores son los goles.

Qué bueno es Azpilicueta, a quien ahora están descubriendo muchos. En España valoramos muy poco a los que juegan fuera, parece que los que no están en la liga no existen. Al común de la nación no les interesa el fútbol, les interesa su fútbol, el de su equipo, y no ven un partido más ni de rebote.

Freuler dio una hostia como un campanu, y el último tirón de los noventa minutos lo hicimos con uno más; pero ni con esas. Pero no supimos aprovechar la oportunidad y con tablas llegamos al final. La prórroga llegó y sólo quedaba entregarse a la bebida para soportar esto.

En la prórroga la quemamos, pero no vimos puerta. España hizo acoso y derribo a los suizos, pero nada: la tuvo Gerard Moreno, Oyarzabal, Pedri, Marcos Llorente. Todo y nada, como quitarle un caramelo de la boca de un niño. De lo apurados que estábamos en mi casa, montamos un altar a La Santina y María Auxiliadora, así de chunga estaba la cosa; esperábamos y acertamos que el Papa comunista estuviese antes con nosotros que con ellos.

Está claro que para ser felices hay que sufrir, y sufrimos, y mucho. Unai Simón me cerró la boca, porque topó las importantes, se guardó los miedos y se enfrentó a los penaltis: paciencia y barajar. Unos dentro y otros fuera, Oyarzabal metió el suyo y nos llevo a semifinales. Pasamos de cuartos, que parecía imposible, y estamos en la pomada.