La enfermedad del Papa

OPINIÓN

El papa salió al balcón del hospital para cumplir con el rito dominical del Ángelus.
El papa salió al balcón del hospital para cumplir con el rito dominical del Ángelus. RICCARDO ANTIMIANI | Efe

18 jul 2021 . Actualizado a las 05:00 h.

En la mañana del domingo, 4 de julio, el Papa rezó el Angelus, sonriente. Después de rezar y anunciar el viaje próximo a Eslovaquia, concluyó su presencia en la balconada del Palacio apostólico, en Roma, a la manera acostumbrada: «No olvidéis de rezar por mí». Pocas horas después, con sorpresa, se comunicó la intervención quirúrgica, el mismo domingo, por una patología en el colon del Papa. Esa enfermedad, su localización, me pareció muy interesante, no obstante la pena o pesar,  desde una Antropología cristiana, en referencia a los cuerpos papales.

Escribí un largo artículo, que envié el lunes al periódico digital -Religión Digital-, importante medio de comunicación en el que colaboro, que lo publicó en la madrugada del mismo lunes al martes, día 6, con el título: El Papa que enfermó del colon. Lo que se escribirá a continuación, para los lectores de La Voz de Asturias, es un resumen de lo allí publicado y consultable en Internet. Naturalmente que se mantiene ahora el deseo devoto de la recuperación de la salud del Romano Pontífice. 

En el referido artículo, antes de abordar el núcleo del «problema», hay referencia a la esencial misión del Vaticano y a la función del sucesor de Pedro, que son, como escribimos, «la perduración, hasta el final de los tiempos, del misterio milagroso de la Encarnación de Jesús, Dios y hombre verdaderos; que lo que ocurrió en Palestina hace dos mil años no sea un simple episodio que entre en la Historia, que luego salga y punto final». Eso, por cierto, bajo ningún aspecto, es impedimento o negación de una acción de la Divina Providencia en la Historia, ni cuestiona la creencia divina, en la perduración, hasta el final de los finales, del mensaje cristiano. Y allí escribimos también, que a efectos de la permanencia, «todo, también los cuerpos de los papas, puede ser de utilidad».

Se ha de mencionar el hecho importante de la ruptura por las nuevas generaciones, las más jóvenes, de la transmisión de valores culturales y religiosos tradicionales, cortado el paso, no siendo equiparables el cómo se vivía antes lo relacionado con el Papado y el cómo ahora. Los cuerpos de los Papas hasta Juan Pablo II, fallecido en abril de 2005, eran más espíritu que cuerpos, no se podían ver los pantalones papales, ni se daba cuenta, por supuesto, de las enfermedades que, existentes, no eran al «humano modo». Morían, mas no enfermaban. Y esa «santificación papal» hacía frente, incluso, a la terca realidad de unas agonías prolongadas como fue la de Pío XII. De un fracaso en la conservación de los cuerpos de los papas, de su pronta corrupción pasadas unas horas desde la muerte, caso de Pio XII y Pablo VI, en Castelgandolfo, se pasó al éxito en el embalsamamiento de Juan XXIII: la falsamente llamada incorruptibilidad de su cuerpo, ahora expuesto en la Basílica vaticana.

Con Juan Pablo II se produjo la gran sorpresa o milagro: masas de personas gritaron lo de «¡Santo Súbito!« precisamente al compartir, a través de los medios de comunicación, episodios de la agonía y muerte del Papa, «en vivo y en directo». Lo hasta ese momento escondido por supuestas «razones espirituales», a la enfermedad papal se dio toda la publicidad, lo que causó un éxito total: la gente sintió cercano a un Papa viejo y enfermo, enfermo que el Parkinson ahogaba. Lo dicho: ¡Santo Súbito!

Y llegamos al presente, resultando que el Papa enfermó del colón, de lo de abajo. Y escribimos en el artículo al principio indicado: «Es interesante hacer constar ahora que la enfermedad actual del Papa, no sea neurológica (Parkinson) como la de Juan Pablo II, de la parte más noble del cuerpo y la más alta, de la cabeza que 'fabrica' los sublimes pensamientos, sino de la parte más baja. De la parte que produce los desechos orgánicos, de la inmundicia. Y si la cabeza desiguala a los hombres, unos más inteligentes que otros, el colon los iguala». Y añadimos: «Si la cabeza nos hace sentir orgullosos, los intestinos nos han de quitar el orgullo».

Después de tomar en serio los textos del Concilio Vaticano II sobre la Teología del Cuerpo (Gaudium et spes) y de repasar el libro de Antropología cristiana del destacado teólogo asturiano, Juan Luis de la Peña, titulado Imagen de Dios. Antropología teológica fundamental, concluíamos ya y ahora repetimos:

A.- El Papa, que tanto preside en la Santa Sede, Sede de sillón, silla y de cátedra, antes paseado en Silla, extrañamente, llamada Gestatoria, por su enfermedad se le recomendará sentarse lo menos posible y caminar mucho, lo cual será un problema para quien tiene dificultad por problemas de caderas. Eugenio D'Ors escribió: «Para presidir hay que estar sentado».

B).- El Documento de la Academia Pontificia para la Vida, titulado La vejez, nuestro futuro, de 2 de febrero 2021, es de un optimismo total, que casi provoca la risa, sabiendo como sabemos, desde que escribiera Josep Plá que «todos los viejos somos prostáticos». Una próstata, por delante, que crece y crece sin parar como las narices o las orejas, que busca sitio y si no lo encuentra revienta, y un colon, por detrás, que también de tanto crecer, acaba obstruyendo todo.

A quienes lo del A y el B resulte doloroso, de trauma, tranquilizo. D'Ors y Plá están en horas bajas, antes muy conocidos y hoy muy ignorados. Y ya pulverizados en cementerios catalanes, en Vilanova y la Geltrú, y en Llufriú, respectivamente.