«Guerra fría» en Bielorrusia

Yashmina Shawki
Yashmina Shawki CUARTO CRECIENTE

OPINIÓN

STEPAN FRANKO | Efe

05 ago 2021 . Actualizado a las 09:10 h.

El joven activista bielorruso de 28 años Vitaly Shishov apareció ahorcado en un parque cercano a su domicilio en Kiev, Ucrania. Director de la organización Casa Bielorrusia de ayuda a los que huyen de la persecución política, ya había denunciado a las autoridades ucranianas que le seguían y que temía por su vida. Con la investigación abierta, parece que su muerte ha podido ser un asesinato disfrazado. Esta muerte se une al revuelo mediático originado por la atleta Krystina Tsimanouskaya, quien denunció que el comité olímpico de su país le había obligado a participar en una prueba sin tiempo para prepararse y que, como consecuencia de su renuencia y su crítica, querían forzarla a regresar a Bielorrusia. Esta joven ha tenido más suerte que Shishov, ya que ha obtenido un visado para poder viajar desde Tokio a Polonia. Pero Tsimanouskaya no está tranquila. Aunque su marido huyó de Bielorrusia en cuanto la atleta pidió ayuda, teme que sus padres sufran las represalias del régimen de Lukashenko. ¿Cómo no hacerlo? La muerte de Shishov y el desvío en mayo de un avión que volaba rumbo a Lituania tan solo para arrestar al joven periodista Roman Protasevich, por cuya suerte se teme, dejan pocas dudas sobre los métodos estalinistas que utiliza el régimen de Lukashenko para acabar con la disidencia de su país más allá de sus fronteras, ya sea en la vecina Ucrania, en el espacio aéreo o al otro lado del Pacífico.

Puede que la guerra fría haya acabado, pero la KGB bielorrusa no se ha enterado y no parece que va a hacerlo cuando, hasta Svetlana Tsikhanouskaya, la candidata política que ganó las elecciones a Lukashenko el año pasado y refugiada en Lituania, ha manifestado en Londres, tras una entrevista con Boris Johnson, que la siguiente en desaparecer puede ser ella. La indignación europea crece por momentos, como también su impotencia para actuar de manera contundente y efectiva. Y es que, por mucho que protestemos, descartada cualquier intervención que pudiera irritar a Rusia solo un levantamiento popular parece la solución.