Los límites del progreso

OPINIÓN

Un miliciano talibán ante el aeropuerto internacional Hamid Karzai de Kabul
Un miliciano talibán ante el aeropuerto internacional Hamid Karzai de Kabul

17 ago 2021 . Actualizado a las 05:00 h.

Ya sucedió en el segundo tercio del siglo XX, pero, según nos adentramos en la nueva centuria, surgen más razones para cuestionar la fe en el progreso que se inició con la Ilustración. La proliferación de megaciudades, la destrucción de espacios naturales y el extraordinario aumento de la población amenazan con convertir a la Tierra en un planeta inhabitable o, al menos, inhóspito. La contaminación y el calentamiento del clima ya han sido asumidos como una grave amenaza a corto plazo. La injusta manera en que se ha producido el crecimiento económico mantiene en la pobreza a miles de millones de personas. No todos los ilustrados creían en la naturaleza bondadosa del ser humano, pero sí coincidían en la confianza en su capacidad de razonar y en la educación como vía para desarrollarla, no está claro que la historia haya confirmado su acierto.

La entrada de los Talibán en Kabul va a devolver a Afganistán a la peor barbarie. Es un país lejano, especialmente pobre y atrasado, que no había llegado a crear un verdadero Estado y en el que la mayoría de la población vive en una sociedad campesina entre tribal y feudal, algo muy distante de nuestro mundo urbano y cosmopolita. Sí, las milicias afganas visten y piensan como en la Edad Media, pero conducen vehículos de motor, matan con armas modernas y sofisticadas y son capaces de comunicarse por Internet. Es turbia su relación con Pakistán, país que posee la bomba atómica, cuyo Estado estuvo siempre infiltrado por el integrismo. Son más exhibicionistas con su brutalidad, pero lo que hacen no está muy alejado de lo que sucede en la Península Arábiga o Irán.

La física, la química, las matemáticas, la ingeniería o la pericia en el manejo de las finanzas no son incompatibles con el fanatismo, la intolerancia, el machismo y la crueldad. No era necesario que prosperasen algunos países islámicos para saberlo, no son demasiadas las décadas que han pasado desde que Europa sufrió a Hitler, Mussolini y sus secuaces.

Coincidió la victoria talibán con la publicación en La Voz de Asturias de la noticia de que un estadounidense, seguidor del movimiento QAnon, fue acusado del asesinato de sus dos hijos porque creía que su esposa poseía ADN de serpiente y se lo había transmitido, lo que acabaría convirtiéndolos en monstruos. Por ahora, es excepcional que los sectarios de ese movimiento asesinen a su progenie, en teoría quieren salvarla del poder oculto de los pedófilos progresistas que gobiernan el mundo, por lo que probablemente el señor Coleman, así se apellida el parricida, combine sus disparatadas convicciones políticas con algún trastorno mental añadido, pero que miles de norteamericanos las compartan e incluso hayan logrado la elección de alguno de sus partidarios para el Congreso, conduce a pensar que Afganistán no es tan lejano y, sobre todo, que, al menos como se la concibe actualmente, la educación universal tiene efectos limitados.

QAnon podría ser solo una alarmante anécdota si Donald Trump no hubiese coqueteado con ellos y obtenido tantos millones de votos, si en Brasil no gobernase Bolsonaro, si en Italia no fuese el primer partido en las encuestas el neofascista que dirige la señora Meloni, si en toda Europa no tuviese tanta fuerza la extrema derecha, si no hubiese surgido la movilización antivacunas, si los hombres no maltratasen y asesinasen a tantas mujeres todos los años en todo el mundo, si no proliferase tanta estupidez y, sobre todo, tanto resentimiento e incluso odio en Internet.

Preocupa especialmente el caso italiano. Fratelli d’Italia utiliza el mismo símbolo, la llama con la bandera italiana, que el MSI fascista, sus seguidores reciben con el brazo en alto al equipo de Ascoli o reivindican sin tapujos el fascismo. La Segunda Guerra Mundial terminó hace solo 76 años, viven personas que la sufrieron, está en la memoria de las familias. Mussolini no solo dirigió un Estado dictatorial, intolerante, racista, machista y homófobo, llevó a Italia, sin más motivo que una delirante ambición imperialista, a una guerra que le costó cientos de miles de muertos y terribles sufrimientos. En Italia, la «memoria histórica», resistente y antifascista, está presente en placas, monumentos y nombres de calles, es un país alfabetizado, incluso culto, aunque no entre en ese parámetro toda la población, y una república democrática desde 1946 ¿qué ha fallado?

Es indudable que los errores de sus adversarios favorecen a los fanáticos. EEUU ha repetido en Afganistán lo que ya había hecho en China, Vietnam o Camboya: enterrar millones de dólares en el apoyo a dictadores corruptos incapaces de lograr el apoyo de la población y de mantener la moral de su ejército, bien armado, pero finalmente inútil para derrotar a quienes, errados o no, luchaban por sus convicciones. Todo ello agravado por su prepotencia imperialista y el desprecio poco disimulado hacia razas que no deja de considerar «inferiores» o, al menos, «atrasadas». Los Talibán se beneficiaron de presentarse como quienes luchaban contra los infieles extranjeros que pretendían dominar el país. Cuando Biden anunció la retirada total de sus tropas, condenó al gobierno afgano y a todos los que habían decidido romper las ataduras impuestas por el integrismo religioso, especialmente a las mujeres. Después de haber traicionado a los kurdos, mala reputación como aliado le queda a EEUU entre los países musulmanes.

Es más difícil de entender lo que sucede en Europa y América. Los gobernantes pueden ser escasamente eficaces y todavía menos brillantes, la corrupción no es mayor en las democracias que en las dictaduras, pero siempre hace daño, la izquierda es poco fiable con su desorientación ideológica y la tendencia a acercarse a los poderosos, pero cualquier mal demócrata es preferible a un fascista y hay valores, como la libertad, la igualdad y la fraternidad, que una persona instruida, cuando ya han pasado más de dos siglos desde el movimiento de la Ilustración, debería tener arraigados.

¿Por qué renacen las viejas recetas del nacionalismo primario, xenófobo y racista, que la historia ha demostrado a qué conducen? ¿Por qué tanta gente vota a la estúpida intolerancia, a verdaderos matones pendencieros, racistas y machistas? No son solo los pobres que esperan un milagro, es más, no suelen ser mayoritariamente pobres, aunque eso dependa de cada país. Todos esos votantes tienen su título de enseñanza primaria, la mayoría el de bachillerato y muchos uno superior, no son campesinos analfabetos dominados por ideas religiosas elementales y guiados por un clero fanático. El integrismo cristiano tiene influencia en América, del norte y del sur, pero muy poca en Europa, salvo en Polonia. Lo mismo podría decirse de esos niñatos que, envueltos en banderas fascistas o simples miembros de bandas violentas, asesinan a otros jóvenes, golpean a homosexuales y atacan a inmigrantes, de poco les ha servido el paso por el sistema educativo.

QAnon tiene escasa presencia fuera de EEUU, pero las teorías conspirativas más absurdas, el negacionismo sobre la pandemia y el movimiento antivacunas se han extendido por todo el mundo considerado civilizado. Es la exaltación de la irracionalidad, el desprecio a la ciencia y al saber, la anti ilustración. Puede expresar simplemente hartazgo, incluso rechazo a la combinación de incoherencia y prepotencia que han mostrado la mayoría de los gobernantes durante la pandemia, pero, si es así, demostraría el infantilismo de quienes buscan esos caminos para manifestar su descontento, la inmadurez, en suma, de buena parte de la sociedad.

No se trata de caer en el pesimismo, pero sí de no olvidar tanto las limitaciones de la naturaleza humana como los límites de un progreso material que, en sí mismo, no cambia las conciencias y sí puede conducir al mundo a la destrucción. Solo si lo tenemos en cuenta podremos reconducir la evolución de la humanidad.