La llegada del siglo XXI vino acompañada de muchas expectativas. Superados los temores sobre la gran debacle informática y el fin del mundo, encaramos el nuevo siglo con ilusión pensando que las taras que azotaban a nuestra humanidad podrían ir corrigiéndose. Sin embargo, un par de décadas más tarde, el panorama es bastante desolador.
Cuando se cumplen dos décadas de aquella aciaga mañana, hora de Nueva York, en la que dos aviones comerciales se estrellaron contra las Torres Gemelas del World Trade Center, un tercero se estampó contra la sede del Pentágono y, posteriormente un cuarto cayó sobre un campo de Pensilvania, el problema del terrorismo islámico no solo no se ha erradicado sino que, por el contrario, se ha extendido por casi todo el planeta. La invasión de Afganistán en el 2001, entonces en manos de los talibanes, por haber dado refugio y protección a los responsables de tales atentados; al yemení Osama bin Laden y sus seguidores -integrantes de hasta entonces una poco conocida organización terrorista denominada Al Qaida-, se suponía que iba a acabar con ambos. Pero, veinte años después, la nefasta gestión aderezada por una corrupción rampante en el Gobierno e instituciones democráticas de Kabul y la marcha acelerada de las tropas y las ONG internacionales, han precipitado al país hacia manos talibanes. Por si fuera poco, el heredero involuntario de Al Qaida, el autodenominado Estado Islámico, más conocido como ISIS o Daesh, parece estar reactivándose. No solo hizo estallar una bomba en el aeropuerto de Kabul ocasionando más de un centenar de víctimas, sino que también se está levantando en los alrededores de Kirkuk, en Iraq, donde en represalia por la muerte de uno de sus líderes, ha matado a más de una docena de policías y algunos militares.
Dos décadas de fracasos y errores de los que no hemos aprendido nada. Oriente Próximo nunca ha estado peor: Líbano hundido en la miseria y a punto de estallar; Siria con su guerra civil de baja intensidad y renovando los ataques en la frontera con Israel; Iraq bajo el yugo de Irán y con una población empobrecida y sin esperanza, Yemen absolutamente colapsado por la guerra civil, etcétera.