Secretos de Estado en patio de vecindad

Fernando Ónega
Fernando Ónega DESDE LA CORTE

OPINIÓN

JP YIM

02 dic 2021 . Actualizado a las 08:58 h.

El CNI (Centro Nacional de Inteligencia) no es una institución venerable como el Tribunal Constitucional, pongo por caso. Yo ni siquiera le llamaría institución. Pero sí es un organismo fundamental para el Estado; para que el Estado disponga de todas las informaciones que necesita para su seguridad, que es la seguridad de todos. Supongo que sus agentes trabajan en las cloacas, con lo cual se deben poner perdidos de porquería. Pero supongo también que la grandeza de los fines justifica medios, que seguramente están en el borde mismo de la legalidad. Aunque hay un juez con la misión específica de garantizar que se respetan los derechos de los ciudadanos, no hace tantos años que se descubrió que se espiaba aleatoriamente y se había espiado incluso al rey Juan Carlos.

En la historia del CNI, su antecesor el Cesid y su antecedente, el Servicio de Documentación de la Presidencia del Gobierno, hubo episodios gloriosos y bochornosos. Entre los gloriosos, el descubrimiento y liberación, previo pago, de secuestrados españoles en zonas inhóspitas de África. Es impresionante descubrir cómo desde una pantalla se puede seguir un coche por Malí o cualquier territorio donde reina la violencia y el terror. Entre los bochornosos figura que no se haya detectado el golpe de Estado del 23-F o aquel legendario robo de material secreto, del coronel Perote. No tengo inconveniente en resaltar la labor de un auténtico hombre de estado, el general de Ejército, soldado número uno de España, Félix Sanz Roldán, el hombre que llevó la calma al centro y fortaleció su prestigio internacional. Y quizá un buen momento sea el actual, en que casi nadie sabe quién es la secretaria de Estado, directora del centro. Su identidad no tiene por qué andar en los papeles.

Pero se acaban de producir dos acontecimientos increíbles. Uno, de un antiguo director, militar de profesión, llamado Alonso Manglano. Este hombre terminaba cada día su trabajo y se dedicaba a tomar notas de los secretos que había conocido. Llenó decenas de cuadernos, en maletas que llegaron a poder de dos periodistas, tardaron años en estudiar los escritos y ahora publicaron un jugoso libro con todas esas confidencias. El otro episodio es de Alberto Saiz, director del CNI en tiempos de Zapatero, poseedor de parecidos secretos, que se sienta ante las cámaras de Gonzo para La Sexta y lo cuenta todo. ¡El hombre de confianza del Estado cuenta sus experiencias con su voz y con su cara para la televisión! Naturalmente, ahí está lo que le dijo al rey Juan Carlos sobre Corinna o cómo se intentó comprar el silencio de Bárbara Rey. ¡La jefatura del Estado convertida en croniquilla de revista cutre del corazón! Ayer, al comentar estos hechos en la radio se me escapó una insolencia en forma de pregunta: «¿Qué mierda de país es este?». Pues no retiro la pregunta, ni me desdigo de la insolencia.