«Mi rey caído»

OPINIÓN

Imagen de Juan Carlos I durante una cumbre sudamericana celebrada en Cádiz en el 2012
Imagen de Juan Carlos I durante una cumbre sudamericana celebrada en Cádiz en el 2012 Jon Nazca

El libro de Laurence Debray sobre Juan Carlos de España, aún no publicado en España

04 dic 2021 . Actualizado a las 19:10 h.

La mañana del sábado, 30 de octubre de 2021, en una importante ciudad francesa, visité una «macro librería» (FNAC), que no es una librería importante como es Mollat en Burdeos. Revisé títulos y compré varios: L´ópium des élites (Grasset), de Aquilino Morelle, La mafia d´Etat (Seuil) de Vincent Jauvert y Mon roi déchu, Juan Carlos d´Espagne (Stock), de Laurence Debray. Este último libro se publicará en España, a partir del 7 de abril de 2022, al precio de 19,90 euros, por la editorial Debate. Un libro de la autora francesa, Debray, teniendo de base entrevistas al Rey emérito, Juan Carlos, siendo la primera, anterior a la abdicación, en junio de 2014, y la última ya «expatriado», punitivamente, en los Emiratos árabes, en 2021.

Laurence Debray es hija de Elizabeth Burgos y de Regis Debray, ambos de la denominada «Gauche divine o caviar», típicamente francesa, y cuyo papá se pasean por los platós de televisión, unas veces explicando las piruetas literarias de Paul Valery, y otras contando anécdotas del exministro de la IV República, el adúltero François Mitterrand, luego presidente de la Vª. Lamentos de suicidas, como los del cazador F. Grosseouvre, que aún se oyen en los sótanos del Palacio del Elíseo, siendo inevitable y lamentable constatar que en todo gran político, siempre suele encontrarse al asesino, siendo la caza, por ello, placer de políticos. Y que algunos políticos aún no se hayan dado cuenta de ello, es prueba de su imbecilidad.

La Debray dice que es historiadora y biógrafa del Rey emérito, Juan Carlos. Su libro Mon roi déchu, impreso en septiembre de 2021, comienza con un prólogo de 6 páginas y termina con el capítulo VIII, en el que se pregunta en referencia a Juan Carlos, sobre lugares esenciales y trágicos de la vida de Napoleón: «¿Es la Isla de Elba o Santa Elena?» La escritora, lamentablemente, escribe mucho sobre ella misma -trata de explicarse y justificarse-, considerándose una «chica estupenda», de la izquierda republicana y «muy guay» por ser «hija de papá revolucionario». No obstante ello, «se preocupa» de un monarca de origen francés o Borbón, al que llama «su héroe» (página 217), precisamente por ser la encarnación de lo «antimonárquico», no habiendo sido aplastado por el peso de la Corona, ni encorsetado por sus tradiciones o sus obligaciones. Su mérito, es verdad, fue haber traído, entre trampas y robos, aún pocos conocidos, la democracia a España.

Un Juan Carlos de 82 años -añade- disminuido por veinte operaciones, una de corazón abierto, y que decide desaparecer o borrarse del mapa, por su decisión o por la de otros (entre ellos, su hijo), yendo refugiado a Abú Dabi. Un Rey, repite la autora, que «no robó en las cajas del Estado, y sólo beneficiándose de los regalos y de la generosidad del Rey de Arabia Saudí». En la página 231 insiste en que el Rey Juan Carlos «no cometió crimen penal, un asesinato, una violación. Sólo aceptó un regalo difícil a rechazar de parte del Rey de Arabia Saudita». ¡Qué poco se sabe o qué poco sabe la Debray! ¡Qué propaganda la suya! Las referencias a las manipulaciones políticas populistas y poco escrupulosas, caso de Podemos, financiado por Venezuela, son repetidas; en la carta que la biógrafa dirige al Rey emérito, al final del libro, escribe: «Es curioso que Pablo Iglesias, cuya relación con la Venezuela de Chaves es conocida, con sospecha de una caja negra para el Partido, sea el más vehemente contrario, no debiendo ser la introspección su fuerte».

Y es contundente la referencia al Gobierno actual de España: «Una coalición frágil, que va de la izquierda a la extrema izquierda republicana, aliado de los independentistas vascos y catalanes, laboriosamente obtenida después de tres elecciones, con deseo de hacer tabla rasa del pasado». Aquí podemos añadir que uno de los episodios más oscuros del actual Gobierno de España -hay una pluralidad de ellos- es el papel desempeñado por el Gobierno en el impulso a la salida de España del Rey Emérito: Seguimos los españoles sin saber qué hicieron el actual Rey y el Gobierno del Estado, y tenemos derecho a saberlo, pues no es «asunto particular». ¿Qué quedó en Pedro Sánchez de la tan cacareada y prometida Transparencia?

En la página 40 del libro se menciona el momento en que los españoles descubrieron la cara oculta de su Rey: su relación sentimental con la germano-escandinava, la maîtresse Corinna Larsen, veintiséis años más joven que él, y cuyos episodios personales y financieros han hundido al reinado de Juan Carlos. Y en la carta de Debray al Rey, ésta dice: «Los españoles han sufrido, junto con la reina Sofía de vuestra falta de tacto y discreción, juzgando condenable vuestro comportamiento». Episodio el de la Corinna que es central para revelar la realidad de un Reinado sin freno o límite en lo sexual y en los negocios. En La Voz de Asturias, en julio de 2020, está mi artículo explicativo, titulado Emociones sobre Iglesia y Monarquía.

Interesan los últimos capítulos del libro, el VII y el VIII, sobre el «destierro» (2020) de Juan Carlos en los Emiratos árabe, planteándose la relación entre padre e hijo, sin duda trascendental, pues el hijo, hoy, es el Jefe del Estado de España, y respecto al cual escribe la biógrafa: «Le he visto, desde lejos, encarnar una Corona virtuosa y meticulosa para mejor borrar el laxismo y la permisividad de su padre; instaurar un código de conducta estricto para la familia real y los empleados de la Casa real». Rey, «Felipe VI, calificado de intransigente y que trata de conseguir una conciliación, no teniendo éxito en imponerse a su esposa, Letizia, en relación a su esposa Letizia».

Y añade Debray: «Se podría creer que Felipe es un ingrato», preguntándose: ¿Es, acaso, un hijo indigno para llegar a ser un monarca digno? Juan Carlos, añade la autora, «es un Rey caído, pero antes de todo es un padre repudiado, cuyo mayor fracaso reside en este repudio: un héroe político, por una cara, y por la otra, un antihéroe patriarcal».

No oculta la autora su poca simpatía hacia Felipe VI, al que ya reprochó que la Casa Real maniobrara en su día para que no se publicara el documental sobre el papel de Juan Carlos en la Transición democrática, acusando en la página 211 a la Casa Real de que no quisiera oír hablar de Juan Carlos, ni de sus éxitos y ni de sus fracasos.

Es muy importante la entrevista final en Abú Dabi, en este mismo año de 2021, en la que consta un párrafo de Juan Carlos muy repetido en España: «Algunos están muy contentos de que haya partido de España» y reconociendo que tuvo que hacer frente a muchas presiones. Y L. D. escribe: «Imagino que el gobierno ha presionado a vuestro hijo, pero él no tendría que haber cedido. Se presenta todo como una prueba de solidez de la monarquía, pero yo la veo como prueba de su debilidad. Y acaso sin vos, a su lado, sin vuestra herencia política y simbólica, Felipe esté más débil frente a los republicanos».

Miro, al fondo, mi biblioteca y en ella veo tres tomos de Historia de la Monarquía, en edición de José Antonio Escudero, historiador del Derecho y coordinador de la obra, editada por Planeta en 2008. En aquel tiempo, los tres tomos leí con interés, hoy con lo que sé, experimento una indiferencia. Y en la contraportada de los tres volúmenes figura el siguiente texto: «Ninguna institución ha sido tan permanente en el tiempo; desde la España visigótica hasta la actualidad, y salvo cortos períodos de tiempo, la Monarquía ha vertebrado nuestra vida pública, aunque los poderes del Rey hayan podido ser distintos en las diferentes épocas».

El gallego que nombró a Juan Carlos, Francisco Franco, no sabía lo que otro gallego, Torrente Ballester, había escrito: «Los hombres excepcionales son peligrosos, muy peligrosos». Y un rumano mucho más listo que los anteriores, Eugenio Ionesco, del Rey, El Rey se muere, hizo un teatro del absurdo, haciéndole creer que el tal rey se moriría cuando quisiere o lo decidiere, lo cual es una majadera y real falsedad.