La amenaza de los hijos de Putin

OPINIÓN

El presidente ruso, Vladimir Putin
El presidente ruso, Vladimir Putin GRIGORY SYSOEVSPUTNIKKREMLIN

21 dic 2021 . Actualizado a las 05:00 h.

Sin duda los señores Abascal y Mayor Oreja se sentirían felices si la Constitución española dijese lo siguiente: «España, unida por una historia de mil años, preservando la memoria de los antepasados que nos transmitieron los ideales y la fe en Dios, así como la continuidad en el desarrollo del estado español, reconoce la unidad estatal históricamente establecida. España honra la memoria de los defensores de la Patria, asegura la protección de la verdad histórica. No está permitido disminuir la importancia de la hazaña en defensa de la Patria. Los niños son el activo más importante de España. El estado crea condiciones propicias para el desarrollo integral espiritual, moral, intelectual y físico de los niños, la educación del patriotismo, la ciudadanía y el respeto a los mayores en ellos».

Una felicidad que llegaría al paroxismo si añadiese que garantiza: «la protección de la institución del matrimonio como unión de un hombre y una mujer». Sí, aunque hagan constantes profesiones de fe en el sagrado texto de 1978, es la rusa la que provoca la envidia de la extrema derecha y no solo de la hispana, de todas las europeas, tras la reforma que sufrió en 2020. Nacionalismo, centralismo disfrazado de federalismo, religión, autoridad, homofobia, una «democracia iliberal», con elecciones periódicas, pero en las que está garantizado que ganarán los buenos patriotas ¿Qué más se puede pedir? Aclaro que en las citas precedentes me he limitado a cambiar «Federación Rusa» por «España» y «ruso» por «español».

Sería excesivo atribuir a Vladímir Putin la paternidad ideológica de la nueva/vieja extrema derecha. El Frente Nacional francés nació antes de que el actual presidente ruso se convirtiese en oficial del KGB y es heredero de Maurras y del régimen de Vichy; Fratelli d’Italia tiene sus raíces en el MSI de Giorgio Almirante y, por ello, en el fascismo; las de Vox se encuentran en los «siete magníficos» de la primera Alianza Popular, que pretendieron una transición del franquismo al neofranquismo, e incluso en Fuerza Nueva; las organizaciones similares de la Europa central no ocultan la afinidad con sus autoritarismos autóctonos del periodo de entreguerras, incluso con algunos que colaboraron con el nazismo. La derecha radical no es en las democracias europeas un fenómeno del siglo XXI, lo que le ha dado Putin es un modelo de régimen político diferente del fascismo y de las dictaduras conservadoras clásicas y apoyo diplomático o propagandístico cuando lo necesita, como ha sucedido con Alternativa por Alemania o con el húngaro Viktor Orbán.

Por encima de las coincidencias ideológicas nacionalistas, machistas, xenófobas y autoritarias, algo que comparten todos estos movimientos es el afán por la manipulación de la historia y la inquina hacia los historiadores profesionales que no se resignan al papel de cantores de las glorias patrias y las asociaciones que, con ellos, se empeñan en desvelar los crímenes de sus tiranías de referencia o los comportamientos poco ejemplares de sus antepasados. Putin quiere acabar con la benemérita entidad Memorial y las ONG que investigan sobre las víctimas del estalinismo, Vox combate con saña a quienes quieren evitar el olvido de las atrocidades del franquismo, Polonia persigue a los historiadores que osan decir que hubo polacos antisemitas que colaboraron con el holocausto e incluso se aprovecharon de él, Turquía encarcela a quien menciona el holocausto armenio. Las patrias siempre fueron heroicas, de pasado impoluto, además de eternas o milenarias.

A principios de este mes, el gobernante PiS polaco reunió en Varsovia a dirigentes de partidos nacionalistas de extrema derecha de Hungría, España, Francia, Italia, Austria, Bélgica, Finlandia, Estonia, Lituania y Rumanía, los polacos y los húngaros estuvieron representados por los primeros ministros de sus países. Según anunció el señor Abascal, será Vox quien organice la próxima reunión de radicales de derecha en España. El eurodiputado Hermann Tertsch, tuiteó con entusiasmo: «Santiago Abascal en Varsovia en la primera línea de la renovación nacional en Europa. La reconquista de Europa para los valores que la construyeron ha comenzado. Tras décadas de cesión permanente al marxismo cultural y a la fobia antinacional, anticristiana y liberticida».

Estos grupos controlan gobiernos y tienen diputados en el parlamento europeo y en sus respectivos países. Han sufrido algunos reveses electorales en Alemania, pero se sienten fuertes y la combinación de los problemas económicos con el descontento producido por la prolongación de la pandemia y el fantasma de la amenaza migratoria puede darles un nuevo impulso. No tienen escrúpulos en alentar las protestas contra la vacunación para hacer frente al Covid ni en alimentar la xenofobia. Representan una amenaza seria en cada uno de sus países y para Europa.

Putin los alienta porque su nacionalismo es el mayor riesgo que hoy afronta la Unión Europea, por eso ha recibido a los líderes de Alternativa por Alemania o coquetea, pasando por encima de la historia reciente, con el húngaro Orbán, también con el italiano Salvini o la francesa Le Pen. El problema es que para los polacos y otros países de Europa central y del este el peligro ruso despierta más temores que el de Bruselas. No sé si Vox acabará gritando ¡Viva Rusia!, tiene el precedente de la ultraderecha integrista española de hace doscientos años, durante el Trienio Liberal. En cualquier caso, resulta curioso que coincida con el presidente ruso en la protección de dictadores en nombre de la patria, aunque sean tan aparentemente distintos como Franco y Stalin.

Otra ventaja para las democracias reside en la división que la ultraderecha sufre en países como Francia e Italia. Zemmour puede incluso impedir que la señora Le Pen pase a la segunda vuelta de las presidenciales francesas, Salvini y Meloni están condenados a entenderse, pero sus enfrentamientos pueden favorecer a la casi moribunda derecha europeísta italiana, al PD y al debilitado movimiento 5 estrellas. De todas formas, la amenaza es seria. Me temo que, gracias a los nuevos reyes del tuit, Casado y Mañueco, Vox lo va a demostrar en los próximos meses en España.