La banca, sin vergüenza, va

Ángel Aznárez
Ángel Aznárez REDACCIÓN

OPINIÓN

Eloy Alonso

13 feb 2022 . Actualizado a las 05:00 h.
Nos hemos dado cuenta de que las personas mayores, incluso en el ámbito urbano, no están teniendo el servicio que merecen.
                                                                                                                             Calviño,Vicepresidenta del Gobierno.

Un atrevido bancario, de los que tanto escasean ahora en Asturias como los madreñeros y herreros, me preguntó por qué no había incluido la profesión de banquero dentro de las importantes profesiones, repasadas en el anterior artículo, titulado Vestidos como periquitos. Aunque no acostumbro a dar explicaciones, esta vez, excepcionalmente, respondí y dije que, si la esencia de lo bancario es prestar dinero, eso, prestar, nada tenía que ver con las profesiones simbólicas mencionadas en el artículo: profesión ordinaria la de prestamista frente a profesiones tan representativas como, por ejemplo, la de torero. Y añadí, para abundamiento o remate, que prestar dinero no exige vestirse de colores o de luces, como los periquitos; basta lo gris, y con las franelas con tirantes, van que chutan. El bancario, tan atrevido, calló, y antes de marcharse, dijo adiós.

 Me pone compungido y emocionado, con ganas de llorar, la valentía del Gobierno español, de tanta moralidad y de superioridad amoral que, cual un Don Quijote loco, vecino del castrador de puercos, se armó de lo que no es, con cuatro latas sucias y oxidadas. Y todo para socorro de los menesterosos, de los ancianos y de las viudas de pueblos, que hoy son todos y todas las llamadas «personas mayores», despreciados por la Banca, la misma que acabó con las Cajas de Ahorro, con alevosía primero y luego con precio, recompensa o promesa. Y el Gobierno de turno ya está en el problema: «urge garantizar la inclusión financiera» de los ancianos, pues son mayores todos, aunque, para unos más que para otros son idiotas o bárbaros, muy poca «cosa». Y tarde, muy tarde se dio cuenta la rica gubernamental (todo lo gubernamental, sea de la derecha o de la izquierda, es muy rico, siempre muy rico) .

 Eso de que el Gobierno se va a preocupar de la atención financiera de los de la «tercera edad», de las poblaciones rurales que no tienen bancos, extraviadas en gestiones obligadas entre los medios digitales y los cajeros automáticos, sería creíble, como asunto de verdad, si el partido gobernante, el PSOE, no hubiese sido el partido político que tanto se empeñó en acabar con las Cajas de Ahorro, con innumerables sucursales en pueblos. Y recuerdo a un tal Ordoñez. Si cualquiera me lo discutiere, que sepa que sacaré papeles, y hasta pasteles, si fuera necesario, para quitar a algunas caras, definitivamente, las palideces de la cadaverina.

 He ahí una constatación: el PSOE, el PP y los demás, son, todos, los partidos de la Banca; los del PP ni lo esconden ahora ni lo escondieron antes, y por esconderlo aún los del PSOE se les puede llamar lo que el diccionario define así: «A los que fingen o aparentan lo que no es o lo que no sienten, y especialmente, virtud o devoción». El prestigioso Gonzalo Pontón, editor y fundador del sello Crítica, el 21 de octubre de 2021, en el diario El País dio la clave afirmando: «Hemos sufrido las clase dirigentes más corruptas, reaccionarias e incompetentes de toda Europa» y añadió: «No hay ninguna diferencia en las políticas económicas que aplicaron UCD, PSOE y PP». Y yo añadiría que pasar de pobres a ricos es una mutación terrible, como de pirueta circense de trapecio y eso muchos españoles y españolas lo hicieron: hay nuevos ricos por doquier, lo cual, naturalmente, facilitó las corrupciones en la Transición, la de ahora y la de Cánovas. ¡Siempre igual, siempre!

 En tiempos de Pepiño Blanco, en primera línea, (del PSOE) y del siguiente (el registrador del  PP), gobernando en el Banco de España y en Andalucía gentes del «progreso”, aquí, en Asturias, también del «progreso», se produjo la gran mutación de la Caja de Ahorros, tan sensible a los de la Tercera Edad, sin duda. Y mutó en una modalidad bancaria que los ignorantes o incompetentes con poder llamaron de futuro, precisamente la más alejada a la atención personal a los clientes (oficinas grises, con separadores, obstáculos  y cerradas), como cerrados fueron los «hogares de jubilados». Los empleados se quejaban de las trabas que les ponían los de arriba para acercarse a los clientes de siempre, habiendo hasta mensajes de la Dirección, en los ordenadores de los empleados, recordándoles que lo más importante era el rendimiento o beneficio, y que se dejaren de misericordias. Se trató y se consiguió dejar en la estacada a la clientela de siempre.

 Y cuando eso ocurría, añadiéndose el engaño estafador de lo de las «preferentes» -no constando que banquero alguno, ni el de España, haya ido a la cárcel- hasta pretendidos parientes de dirigentes sindicales, luego condenados, y otras gentes de todos los sexos reales y posible, vendidas y/o compradas, con dineros o en especies, acabaron con las manos encallecidas de tanto aplaudir. ¡Oh sublimes acciones como la de Putifar! Y aquello no se pudo hacer y/o deshacer sin la concurrencia de contorsionistas, domadores, payasos y traperos.

 Ese fue uno de los grandes escándalos del Régimen salido de 1978, episodio nuclear en la historia de la corrupción, no siendo extraño que se quiera tapar, pues hay mucho dinero por medio, lo que explica que estén tan callados y que Gobiernos de ahora jueguen al despiste con lo del patrimonio de la extinta Caja de Ahorros (el del Principado y Ayuntamiento de Gijón). Y siempre pasa lo mismo: los ilegales dan mucho trabajo y obligan a que gentes rectas tengan que trabajar mucho: basta consultar la página web del Tribunal Supremo para ver los cientos de sentencias, de ahora mismo, de la del Sala 1ª, tratando de reparar los delitos contra la propiedad cometidos gracias a las técnicas de esa falsedad que se llama «Derecho bancario». Aún seguimos con lo de la nulidad de adquisiciones de participaciones preferentes o con asuntillos de hipotecas.  

 No es extraño lo que editorializó El País el martes pasado (8 de febrero de 2022)  sobre El año record para la banca, pues es sabido que el negocio de los prestamistas y de otros negocios acabados en «istas», diferentes por supuesto, son muy ventajosos, aunque, naturalmente, tienen consecuencias indeseables: unos acaban olvidados en sus aldeas de origen, a otros los suicidan y quedan los fallecidos en trances de pasiones adúlteras. Leyendo el libro de Enzensberger (H.M) Un puñado de anécdotas (Anagrama 2021), encuentro lo siguiente en relación a la crisis financiera de 1929: «A las doce del mediodía, once capitalistas se habían ya suicidado».  

  La situación de muchas personas muy mayores en la España rural y en la urbana, con dificultades para hacer obligadas gestiones a través de aparatos que no entienden, además de clamar al cielo, hacen recordar al gran Miguel Delibes, novelista de lo rural, con el argumento de que si la

«Banca Va», con la ayuda de los «progresistas», es gracias en gran parte al asesinato de las Cajas. El 16 de diciembre de 1980, en la Tercera  de ABC, Delibes escribió sobre La universalidad del escritor lo siguiente: «La universalidad, a mi juicio, deriva de la agudeza y penetración con que se observa un pedazo de mundo, por pequeño que éste sea».

 Sólo falta eso, la novela. ¿Quién la podrá escribir?