La tauromaquia

OPINIÓN

El torero colombiano David Martínez cae al suelo mientras lidia un toro durante el segundo día de la Temporada Taurina de la Feria de Manizales, en Colombia
El torero colombiano David Martínez cae al suelo mientras lidia un toro durante el segundo día de la Temporada Taurina de la Feria de Manizales, en Colombia Jhon Jairo Bonilla | efe

20 feb 2022 . Actualizado a las 05:00 h.

(Asunto de toros, mucho más que de corridas)

En un anterior artículo, titulado Vestidos como periquitos, no sé si con peligrosa ironía, ya me referí a los toreros, esos profesionales de profesión simbólica, de mucha fe, por la que, fascinados ellos solitos y para fascinar a otros, visten no como las personas del común mortal, sino con raros ropajes, con el llamado «el traje de luces». Y escribí «peligrosa ironía», consciente de que las ironías siempre son peligrosas, para el lector y para el escritor, al que pueden acusar de reírse hasta de lo más sagrado. El caso es antes de lo de los «periquitos», hubo artículos, dos, en que de manera indiscutible se defendió la nueva Ley 17/2021, de 15 de diciembre, a favor de los «animales sintientes», uno de los cuales, como expliqué, forma parte de mi familia: el perro «Jerry».

Ha habido lectores, acaso por una excesiva sensibilidad, también pudiéramos llamar «desmadre» o «despadre», padecieron enredos o  distorsiones en la lectura primero y en las entendederas después del  escrito. En la referencia a la Tauromaquia, leyeron y entendieron, equivocadamente, que yo era defensor de las corridas de toros, lo cual contradecía mi amor declarado al mundo animal. Digo ahora que veo al arte, en casi todo menos en lo que llaman los taurinos «el lance de matar al toro», cuyos modos y maneras ignoran, a mi juicio, lo verdaderamente artístico. En cualquier caso, prefiero culpar a enredos o a distorsiones, lo que también puede ser pecado de desconocimiento, lo cual es grave, pues eso es no saber qué es la tauromaquia, incluso por aquéllos que proclaman quererla.

Y puede haber mucha ignorancia por no leer el Boletín Oficial del Estado, que desde que gobierna Pedro Sánchez, tal Boletín, es como la antigua Enciclopedia Álvarez, con la que aprendió a leer toda España: la vaciada y la llena. Y es que hay una Ley, la 18/2013, de 12 de noviembre «para la regulación de la Tauromaquia como patrimonio cultural», en cuya Exposición de motivos se dice: «Las fiestas o espectáculos  taurinos, incluyen no sólo a las corridas de toros sino un numeroso conjunto de tradiciones y festejos populares vinculados al mundo del toro, que a su vez comprenden lo que hoy entendemos por 'Tauromaquia'». Eso es lo que se llama «legalidad vigente», aunque sea de tiempos del Partido Popular.

Y más adelante, en el artículo 1º se da el concepto de lo que es la Tauromaquia. Sin perjuicio de destacar la importancia de las corridas de toros, la Tauromaquia es mucho más, pues es «Toda manifestación artística y cultural  vinculada a la misma». En consecuencia, hay que separar, lo que indudablemente es la tauromaquia en sentido estricto, o sea, las corridas de toros, en las que hay un maltrato animal, en las llamadas «faenas» de banderillas, en la violenta muerte del toro, en el descabello y en el correr loco de las mulillas, espantadas por la cabeza negra del toro muerto, de lo (separar) que es la tauromaquia en sentido amplio, o amor a los toros. Y declaro que sin poder soportar las corridas de toros, a las que ni voy ni iré, lo taurino me atrae e interesa, o sea, el resto de lo tauromáquico. 

Me atrae el patrimonio cultural del lenguaje taurino; el democrático pitido del público a la Presidencia cuando discrepa de ella; eso que se llama el «parar, templar y mandar»; el torear y el ser toreado o dejarse torear; la presencia continua de la muerte; el «tartamudeo» de los toreros explicando y explicándose; los equilibrios del hombre entre pitones; y el colorido, de tantos símbolos, que es el «traje de luces», con esos juegos tan sexuales y eróticos entre un macho y una hembra, no sabiéndose quién es el macho o la hembra, si el torero o el toro. Hasta don Ramón Gómez de la Serna, autor de El caballero del hongo gris se vistió «de luces».  

Y sigo con cosas de la tauromaquia en sentido amplio: desde que leí a Jean Cocteau, persona muy sensible y tanto que siendo hombre tuvo gustos de mujer, sus análisis sobre el «torerismo» y el «tancredismo», me parecieron geniales: «Hay dos únicas posturas ante el peligro -dijo-, o el torerismo, que es intentar moverse ante el peligro y regatearlo, o el tancredismo, que es permanecer quieto, firme, como ausente, dejando que el peligro pase junto a nosotros sin tocarnos». ¿Y usted, lector/lectora, de qué es, del torerismo o del tancredismo? ¿Cómo reaccionan, a lo torero o a lo Tancredo? 

Rechazo, pues, las corridas de toros y admito lo restante taurino, sabiendo del riesgo que supone separar lo que, ciertamente, está muy junto. Comprendo las dificultades, incluso para entenderlo, pero así es. Y porque admiro las lindezas del lenguaje taurino, ya en vías de extinción como todo lo taurino, me interesó mucho el Diccionario de Términos taurinos, escrito por el dandy y bohemio don Pedro o Perico Beltrán, con particular interés en las palabras que designan, por ejemplo, los colores del toro, el cárdeno en sus diversas variantes, el chorreado y el caribello. A ese don Perico, que llegó a Madrid desde las tierras mineras de Murcia, con una maleta de madera, una muda y 150 pesetas en un bolsillo, llamó una vez Sánchez-Dragó «el fantasma del callejón del Gato».

Y si mis lectores, más arriba mencionados, leyeran el Boletín Oficial del Estado, tal como aconsejé y ahora reitero, sabrían que sobre Tauromaquia el 15 de junio de 2021, en el número 142 del BOE, se publicó la Sentencia, la 93/2021, de 10 de mayo de 2021. El núcleo de aquella fue la resolución de un Recurso de Amparo sobre una vulneración del derecho al honor de un torero muerto en la plaza de Teruel, y vulneración cometida por una rabiosa concejala de pueblo, de un tal Catarroja, en Valencia, la cual, en las redes sociales (Facebook), llamó al torero fallecido asesino, por haber matado antes muchos toros. No se aceptó que eso formara parte del derecho a la libre expresión, como pretendió la concejala rabiosa, siendo dañado, así se consideró, el derecho al honor del torero. 

La Sentencia, muy reciente, es interesante por tres razones: a) porque resume la doctrina del Tribunal Constitucional y Supremo sobre los ponderados y ponderables, de una parte, derecho al honor, y, por otra, derecho a la libertad de expresión; b) porque se analizan esos derechos fundamentales, su ejercicio, teniendo en cuenta la incidencia de las redes sociales; c) porque al razonarse sobre los valores e ideas sociales vigentes en la sociedad en un momento dado y que afectan a esos derechos fundamentales, el Tribunal razona a cerca de la Tauromaquia, haciendo remisión a la Ley 18/ 2013, de 12 de noviembre, ya mencionada, copiando literalmente el artículo 1º.

El Tribunal también sentencia: «En este contexto social, en el que la Tauromaquia forma parte del patrimonio inmaterial español, calificar directamente a don V.B.H (matador de toros), por su dedicación profesional como 'asesino' o miembro del equipo de los 'opresores', debe ser considerado, sin el menor atisbo de duda como una injerencia en el derecho al honor, al suponer un menoscabo de su reputación personal, así como una denigración de su prestigio y actividad profesional, con directa afectación a su propia consideración y dignidad individual». La magistrada doña María Luisa Balaguer Callejón, por discrepar con la sensibilidad que la caracteriza, formuló voto particular, razonando así: «Que La tauromaquia venga protegida en determinadas previsiones legales no resta en absoluto validez a la crítica política que la misma suscita y que se traduce en propuestas políticas de supresión o modificación de los festejos taurinos…».

Aquí y ahora habrán de ser los estimados lectores y lectoras, los que habrán de continuar el debate, fijando sus propias opiniones y conclusiones, siendo obligación del escritor, una vez más, a ayudar a las reflexiones, no a condicionarlas autoritariamente, como tantos «tertulianos» a sueldo, como concejales también a sueldo.

Es indudable que una estrecha relación con los animales domésticos y de compañía, cada vez interesando a más gentes, conlleva una mayor sensibilización ante todo lo animal y de los animales, en general; se «sienten» de otra manera, no siendo fácil asumir esos sentimientos con una fervorosa afición a las corridas de toros, cosa de antes. Es indudable, que ya se nota, cómo la afición taurina va descendiendo. Esa afición, hoy, ya no es lo que era, recordándose tiempos en que conseguir una entrada para asistir a una corrida de toros era costosa y de mucho lujo. Si a principios de los años 70 del pasado siglo, Umbral escribió: «Antes íbamos a Sevilla a ver los toros, o íbamos a Perpiñán a ver El último tango», y ahora podemos preguntarnos: ¿Qué escribiría hoy en 2022? Desde luego, no vamos a los toros, como tampoco va Perpiñán a ver cine.