Aron (el padre), Schnapper (la hija) y un auto del pleno (Tribunal Constitucional)

OPINIÓN

Fachada del Tribunal Constitucional
Fachada del Tribunal Constitucional MARISCAL | Efe

27 feb 2022 . Actualizado a las 05:00 h.

I.- Raymond Aron, el padre.

El siete de octubre del año próximo se cumplirá el 40 aniversario de la muerte del pensador francés, importante liberal y gran opositor al régimen soviético por totalitario y genocida, que fue Raymond Aron. No solamente ese futuro aniversario hace recordar ahora a ese sociólogo, politólogo y escritor en periódicos; también se acuerdan de él por su hija, Dominique Schnapper, que formó parte, durante nueve años (del año 2001 al 2010), del Consejo constitucional francés, muy diferente del Tribunal Constitucional español. Finalmente, también se recuerda a Aron por la actualidad política española, teniendo en cuenta el cambio en el liderazgo del Partido Popular, durante en estos días.

En relación a eso último, fue Aron el que explicó, en noviembre de 1975, que la lucha por el Poder, para alcanzarlo y para mantenerse en él, suele ser amoral y a veces inmoral, en democracia también, lo cual es un recuerdo del gran Niccoló Machiavelli, cuyo descubrimiento, hace siglos,  fue dar con lo que ocurría en la realidad y despreciar las sandeces, hipocresías y mentiras del pensamiento clásico y/o religioso sobre el Poder. Y eso mismo, lo de amoral e inmoral, hay que recordarlo ahora, cuando en España, cínicos e hipócritas dan lecciones, desde el Poder y la oposición, de moralismo y de recto comportamiento. ¡Que nos cuenten eso, eso, la verdad, la verdad, de cómo se llega al Poder y de cómo se mantienen en él! Inconfesable, pues sólo sabemos cómo los dictadores llegan al poder, con la guerra, la civil ¿y los demás cómo? Si la hipocresía es elemento imprescindible de lo social, también lo es en lo tan social que es la política. 

II.- Dominique Aron, la hija.

Tratar de acabar con el enemigo, el de tu propio partido o del contrario, se viene aceptando con cierta normalidad, cual cosa sabida; el problema surge cuando la ciudadanía «pilla» al líder haciendo cosas feas acabando con los oponentes, cosas feas que han de esconderse, aunque, inevitablemente, por la dinámica del poder, haya que hacerlas. Si se descubren, entonces la hipocresía, como diosa furiosa, provocará tormentas con rayos y truenos, y los líderes caerán. Siempre hubo sospechas de «tongos» en prácticas deportivas y en política, pero nada pasará si eso se hace con cierto cuidado y al modo discreto, pues en caso contrario, al descubrirse, se desatarán tormentas y vendavales.

Y hablando de hipocresías, Raymond Aron, antirevolucionario y antitotalitario, lector insaciable del Archipiélago Gulag de Solzhenitsyn, dijo, preguntado por la mayor hipocresía conocida, que era considerar al régimen del criminal Stalin como de izquierdas. En tiempos aquellos de tanto izquierdismo, marxismo y maoismo, este último de escasa calidad democrática y de abundantes majaderías en mentes ingenuas, no es sorprendente que Aron fuese descalificado por ser considerado pensador de derechas, a diferencia de Sartre, tan progresista, tan de izquierdas y tan estaliniano, aunque de Marx, profeta, sabio y mesiánico por judío, Sartre supiera poco, siendo Aron el que más sabía. Por eso, éste siempre dijo que el marxismo, en su origen, fue un humanismo, pero, en su final, degeneró en un totalitarismo, el soviético. 

Ni Aron ni Sartre, primero compañeros de promoción (la llamada «promoción milagrosa»), la de 1924, en la prestigiosa Escuela Normal Superior (normaliens), y luego enemigos, no vieron la caída del Imperio soviético, que el que fue espía de la KGB, Putin, tanto añora ahora. El pensamiento liberal de Aron y sus ataques al comunismo, al régimen de Stalin y al socialismo en sus diferentes modalidades, desde el utópico al científico, tuvo en España muchos seguidores, también durante la Dictadura, habiéndose traducido muy pronto al castellano la mayor parte de sus obras. Por ejemplo El ensayo sobre las libertades fue publicado por Alianza Editorial (Libro de Bolsillo) en 1966. En los años ochenta del pasado siglo se publicaron las Memorias de Raimond Aron, que en 1983, se publicaron, primero en Francia, por la Editorial Julliard, al inicio de las cuales Aron se explica sobre su Judaísmo, así como su vivencia en Alemania de la llegada de los nazis al Poder en los años treinta del pasado siglo.

Aron tuvo más suerte que Sartre, pues tuvo descendencia, en especial una hija, Dominique Aron, socióloga, apellidada a la francesa Schnapper por matrimonio, que, como ya se dijo, formó parte del Consejo constitucional francés. Posteriormente sería presidenta del Museo de Arte e Historia del Judaísmo y también presidenta del Comité de Sabios sobre la Secularización. A su libro Une sociologue au Conseil constitutionnel (Gallimard, 2010), ya aludimos en artículos anteriores, aquí publicados, en los que tratamos del Tribunal Constitucional español, destacando que Schnapper hace un análisis sociológico y desde dentro sobre el funcionamiento del Consejo constitucional. A esos análisis sociológicos, son muy aficionados los franceses, que ya tienen estudiado el Consejo de Estado (por Bruno Latour) y la Asamblea Nacional (por Marc Abélès).

Con ocasión de la publicación, en español, del libro de Schnapper, titulado Abecedario de Raymond Arón, el diario El País, el 21 de julio de 2019, publicó una entrevista en la que dijo: «Uno de los últimos viajes de mi padre, que  murió en 1983, fue a España. Volvió muy emocionado. Decía: 'Ellos aún creen en la democracia’. Ahora estamos ante una verdadera crisis de la democracia representativa».

III.- El Auto del Tribunal Constitucional español, hecho público el 20 de enero de 2022

Lo de la actual crisis de la democracia, confrontando la realidad política, el «es» de la Política, con las teorías y el «deber ser», según Aron y de Schnapper, nos llevaría muy lejos y de mucho escribir. Bástenos ahora señalar alguna reflexión que aparece en el libro de Schnapper, y ello sobre  la manera de ejercer sus funciones aquéllos nombrados para constituir órganos decisorios de los conflictos políticos y constitucionales, que es el caso en Francia de los miembros del Consejo constitucional y en España del Tribunal constitucional y del Consejo General del Poder Judicial. La frase del que fuera presidente, Robert Badinter, y recogida en el libro de Schnapper, lo resume todo: «Tenemos un deber de ingratitud hacia los que nos han nombrado».

Y eso supone: a) en los nombrados, una necesaria actitud mental de distanciamiento, para que resulte la imparcialidad, la aparente y la real, ambas necesarias, tratándose resolver conflictos de especial trascendencia, y b) en los que nombran, para que no presionen al que salió de ellos y actúe injustamente sin partidismos, no considerando al nombrado a su instancia como patrimonio suyo. Sobre esto (b) acaso mucho podría explicar el anterior presidente del Tribunal Constitucional español, considerado «traidor» por votar algunas veces con los «progresistas».

Tanto el supuesto a) como el b) están lejos de cumplirse en la realidad política y jurídica española. Por eso causó tanto disgusto y vergüenza la forma y fondo de los últimos nombramientos en el Tribunal constitucional español, a propuesta conjunta del Partido Popular y del Socialista. Y unos nombramientos que nada bueno auguran para el futuro; es cuestión de paciencia y de esperar. Por de pronto, «el forzado» Auto 107/2021, de 15 de diciembre de 2021 (Recurso de amparo 1621-2020, de inadmisión de las recusaciones formuladas en distintos procesos de amparo  promovidos en causas penales), traerá, desgraciadamente, muchas colas. Ese Auto fue hecho público hace días, publicado en el Boletín Oficial del Estado (número 17) el 20 de enero de este mismo año (2022). Y «forzado», entre comillas, por la doctrina que en él se contiene sobre abstenciones y recusaciones de los magistrados, pudiendo estar en juego, como se ha escrito ya y se advirtió, la invalidación de la sentencia del procés en Europa. A dicho efecto al texto del Auto bastará con añadir lo que algunos dijeron en sede parlamentaria a la hora de esos nombramientos.

Y a quien, siendo ponente, tuvo que redactar autos de ese o parecido tipo, llama la atención el 107/2021, del Tribunal constitucional español, que no tuvo, por cierto, votos particulares,