Un año más vamos a celebrar el 1º de mayo en unas condiciones tremendamente difíciles para el conjunto de toda la clase trabajadora a nivel mundial, y es que en una fecha tan importante los trabajadores/as no podemos abstraernos de la situación que nos rodea y nos amenaza de forma constante, poniendo en peligro nuestras propias vidas.
El ataque y ocupación llevada a cabo por Rusia contra Ucrania, al igual que otras guerras no tan lejanas, nos puede llevar incluso a la destrucción de la humanidad. Hoy en pleno siglo XXI ninguna acción armada se puede justificar. Hoy más que nunca tenemos que rechazar este tipo de locuras Belicistas porque además de suponer un auténtico genocidio de miles de vidas humanas inocentes, tendrá gravísimas consecuencias sociales, económicas y de empleo que afectaran también a nuestro país y a nuestra comunidad.
El imperialismo en la etapa de grandes contradicciones en las que se mueve, pone al descubierto su naturaleza de explotación, opresión y muerte. Por una parte agotado en gran medida el desarrollo interno en lo que se llaman países centrales o desarrollados, pues se saturan los mercados y los sectores más punteros de la economía mundial entran en crisis. Por otra parte los pueblos buscan su independencia, su desarrollo y su dignidad, con lo que las materias primas que poseen, legítimamente, las quieren utilizar en su propio beneficio. Sin embargo, las 3/5 partes de la humanidad pasan hambre, miseria y calamidades… (más de 300 millones de personas subsisten con menos de dos dólares, mientras que las 225 personas más ricas del mundo acaparan la riqueza equivalente a la renta de media humanidad), solo con el 3% del gasto militar imperialista se podría distribuir agua y alimentos para medio planeta.
El terrorismo que representa el hambre mundial, la miseria, la explotación, la enfermedad y la opresión que atormenta a millones de hombres mujeres y niños es la verdadera causa de la agitación e inestabilidad que recorre el planeta en los casi veintidós años que ya llevamos del presente siglo.
El capitalismo como sistema de explotación tiene agotadas las vías democráticas y ejerce de ejecutor contra los derechos humanos y contra los derechos sociales es incapaz de dar solución a los graves problemas que ellos mismos generan por su obsesión de llevar a cabo un constante y abusivo enriquecimiento a través de un neoliberalismo feroz, siendo la acción militar un exponente de ese agotamiento. El imperialismo encabezado por EE UU y aunque con diferencias con otras potencias capitalistas, quiere dar un salto para hacernos retroceder a la prehistoria, recordándonos, que las guerras «en la época de la mal llamada modernidad democrática» no son guerras de hace mucho tiempo, sino que son inherentes al sistema capitalista de explotación, y estas permanecen en la medida que el capitalismo continua en medio de sus grandes contradicciones.
Esta guerra entre Rusia y Ucrania, además del genocidio humano y la destrucción, va a servir también, como ya estamos viendo desde su estallido, para lanzar una gran ofensiva contra los trabajadores/as y los pueblos del mundo que veremos recortados aún más, nuestros derechos civiles y nuestra libertad en aras del orden económico occidental, si tenemos en cuenta que la tasa de beneficios viene cayendo desde la anterior guerra en Irak y desde entonces no se observa ninguna recuperación.
La clase trabajadora venimos soportando reiteradamente las agresiones en todos los órdenes de la vida, y por si fueran pocas las consecuencias de esta guerra en los términos ya referidos, parece que algunos informes que empiezan a pulular por ahí, ya prevén, un incremento del desempleo en toda la población mundial de 24 millones de parados más, como consecuencia de esta acción bélica. Además de todo esto, estamos viendo cómo se nos quitan conquistas históricas, como contratos fijos, los subsidios de desempleo y la protección por falta de medios económicos son cada vez más ridículos, el acceso a la jubilación será cada vez más difícil y a la vez reducida, la sanidad se encuentra en un deterioro permanente, privatizándose todos los servicios públicos como educación, transporte, sanidad etc, a la vez que se impone una doctrina ideológica con el objetivo de adormecer las conciencias de los trabajadores/as y de los pueblos, las segregaciones de actividades y personas se están generalizando, incrementando de forma alarmante la precariedad y los contratos basura, o ni siquiera los no contratos.
Otro hecho destacable en todo este rosario de despropósitos impuesto por un sistema reaccionario y criminal, tampoco podemos olvidarnos de las muertes que produce la otra guerra, la de la siniestralidad laboral. La última tragedia grave, se produjo el pasado mes de febrero en Terranova con el hundimiento del pesquero gallego Villa de Pitanxo, en el que 21 pescadores perdieron sus vidas de los cuales 12 de ellos no han sido rescatados del fondo marino y sin ninguna investigación para determinar las causas del siniestro y poder evitar en el futuro otras tragedias de esta magnitud.
El alto índice de muertos por accidentes laborales responde única y exclusivamente a la precariedad en los contratos y los elevados ritmos de producción, interminables jornadas de trabajo y la tremenda explotación de los empresarios, con la protección de responsables políticos y sindicales que se lo permiten, vulnerando permanentemente las mínimas medidas de seguridad y salud que aún nos quedan. Ante este panorama, es necesario un cambio muy profundo en las estructuras de poder impuestas a los trabajadores/as. Estamos en un régimen laboral y dictatorial en el que los empresarios lo deciden todo, incluida la vulneración de los pocos derechos que la ley contempla
Todos los objetivos de la guerra, y más, van directamente contra los trabajadores/as de cualquier parte del mundo, pero fundamentalmente contra los de los países desarrollados, a los que nos impondrán duras condiciones políticas, sociales y económicas, mucho peores que las que tenemos en la actualidad para que aceptemos masacres, las propias y las ajenas, las pérdidas de condiciones sociales para sufragar la guerra, y las pérdidas económicas para levantar la economía de los monopolios privados, o lo que es lo mismo, levantar la economía de los particulares que ya son poderosamente ricos.
Por todos estos motivos, los trabajadores/as, al igual que siempre lo hicimos, tenemos que condenar la guerra y ocupación de Rusia contra Ucrania y todas las guerras, también contra el pueblo palestino, no asumiendo que es algo inevitable, movilizándonos contra la guerra y sus tremendas consecuencias, y contra los gobiernos, sean del color que sean que vienen aplaudiendo y colaborando de forma servil y mezquina a la voz de su amo, facilitándole a los grandes jefes del imperio su apoyo político para acometer genocidios.
En este 1º de mayo los trabajadores/as debemos de seguir apostando por la continuidad y profundidad en las luchas y movilizaciones, para que todos los mandatarios a nivel mundial cesen en la aplicación de su política neoliberal y globalizadora, que ha tenido a lo largo de estos años consecuencias tremendas para la clase trabajadora y el conjunto de la ciudadanía que no nos resignamos a aceptar genocidios, ocupaciones y guerras imperialistas, catástrofes ecológicas, precariedad laboral, incremento del desempleo, decretazos, aumento de siniestralidad laboral y constantes recortes de derechos sociales, económicos, etc, por entender que no necesitamos su protección en este tipo de políticas «en la que tanta seguridad mata».
Los trabajadores/as tenemos nuestro proyecto de solidaridad y de lucha por una sociedad igualitaria, justa y libre de explotadores y genocidas, la cual nunca debemos abandonar.
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