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OPINIÓN

Jake Johnson y Ophelia Lovibond protagonizan la serie «Minx».
Jake Johnson y Ophelia Lovibond protagonizan la serie «Minx». HBO Max

02 jun 2022 . Actualizado a las 05:00 h.

Hace bastante tiempo ya que cierta tertuliana televisiva me bloqueó en Twitter al ser incapaz de aportar una sola prueba que respaldara sus afirmaciones sobre la relación entre pornografía y violencia contra la mujer. Periódicamente, y no solo en las redes sociales, este debate vuelve a la palestra cuando supuestos expertos señalan a la pornografía como fuente de una violencia que ya existía y con más frecuencia antes de que pudiéramos ver esas cosas en nuestros teléfonos móviles. No son muy distintas estas afirmaciones de aquellas que señalaban el siglo pasado al rock and roll, al heavy metal, a Batman y los cómics de terror de EC, el punk, enseñar los tobillos, el baile agarrado o los juegos de rol como fuente de todos los males de la juventud.

Poco importa que en el caso de la pornografía los datos de los que disponemos contradigan todas estas afirmaciones basadas en el prejuicio y en las ganas de imponer la moral o los gustos propios. De hecho, todo parece apuntar a que si hay una relación entre la pornografía y la violencia no es como nos cuenta esta gente: el consumo de porno reduce la violencia. Cómo te quedas. Ocurre algo bastante similar, según algunos estudios, con el cine violento. También ocurre con la despenalización de las drogas, que se consumen menos. Es una locura, ¿verdad?

Cada vez que sale el tema y me posiciono públicamente, los que pretenden prohibir la pornografía me vienen a hablar de porno duro. Muy duro. Durísimo. Lo que me pregunto es si hay algo que tienen miedo de confesar. Y es que con la pornografía ocurre algo curioso, hay estudios que apuntan a que los que ven porno muy pasado de vueltas creen que eso puede afectar muy negativamente a los demás cuando lo ven. Es decir, que a ti te sienta peor que a mí. Quizá lo están haciendo por nuestro bien, quién sabe.

Pero el principal problema con todo esto es que la pornografía puede no ser un vídeo, y no tiene que ser tampoco nada explícito. ¿Dónde se pone el límite? ¿Fotografías de desnudos más o menos cochinas? ¿Cómics porno? ¿Milo Manara? ¿Ralf König? Hay cómics pornográficos que dejan a la mayoría de los vídeos porno en producciones Disney. El problema con querer hacer desaparecer la pornografía no está solo en el hecho de que los países que tienen acceso a ella son menos proclives a la violencia sexual. También está en que la cosa no se va a quedar ahí. Es abrir una puerta, verde o como les parezca, que puede ser muy difícil cerrar, y luego será tarde para lamentarse. Acérquense a los estudios de Eran Shor y Kimberly Seida, en serio. Háganse un favor. Olviden los mitos sobre los efectos de ver pornografía.