Ese egoísta que llega tarde

OPINIÓN

Zipi | EFE

19 oct 2022 . Actualizado a las 09:41 h.

En febrero del año 2018 Michael Bates ostentaba la Secretaría del Departamento para el Desarrollo Internacional en el Parlamento británico. A las tres de la tarde del día 1, Bates debía responder en la Cámara de los lores una pregunta de la oposición laborista sobre la brecha salarial. Pero el diputado se demoró unos minutos y la respuesta la tuvo que emitir un compañero tory. Cuando segundos después Bates llegó a la Cámara tomó la palabra y proclamó: «Estoy absolutamente avergonzado por la tardanza y por lo tanto ofrezco mi renuncia».

Se ha hablado estos días de los cincuenta segundos que Felipe VI esperó por Pedro Sánchez como si la descortesía del presidente del Gobierno fuera un rasgo más de una personalidad insolente que se chotea de la jefatura del Estado. Pero la verdad es que España es un país que tiende a lo impuntual y en el que los que acuden a las citas a la hora exacta son una excepción con riesgo cierto de ser considerados individuos originales. Por aquí llegan tarde los políticos, sí, gracias a una especie de aceptación colectiva de que su tiempo es más valioso que el de los demás, pero también los jefes que hacen esperar a los subordinados en una estrategia de humillación ramplona; los amigos que no entienden el desprecio que significa una espera; las parejas que descuidan la importancia de los gestos y hasta el fontanero cuya idea de «sobre las 11» significa en realidad iré cuando me dé la gana. Es hora de convertir a Michael Bates en nuestro guía y proclamar que el impuntual es egoísta y vanidoso, descuidado y perezoso y que hacer esperar a alguien no es un rasgo de desenfado libertario, sino una falta de educación intolerable. Lo sabemos bien los puntuales: la vida se hace eterna en cinco minutos.