Irene Montero en Ferrol

Alba González Sanz

OPINIÓN

Irene Montero tras el Consejo de Ministros del pasado martes
Irene Montero tras el Consejo de Ministros del pasado martes JUAN CARLOS HIDALGO | EFE

19 nov 2022 . Actualizado a las 09:59 h.

Se le debe a Concepción Arenal la célebre frase «castiga el delito y compadece al delincuente». La ferrolana, pionera de la sociología, del derecho penal y del derecho internacional desde un marco de lo que entonces todavía no se llamaban Derechos Humanos, fue una figura excepcional del siglo XIX español que, como tantas otras, acabó fagocitada por el catolicismo, el franquismo y la desmemoria hasta convertirse en una figura santurrona, casi boba, altamente desconectada de los debates de la España del presente a pesar de ser entonces una figura de talla mundial que en su concepción de las relaciones humanas en la esfera pública avanzaba en décadas marcos y reflexiones que hoy fundan y nutren las izquierdas, los feminismos y las doctrinas más avanzadas del Derecho. No pretendo aquí extenderme en una figura que, quien desee, puede conocer gracias a la monumental biografía que le ha dedicado Anna Caballé en la colección «Españoles ilustres» de la Editorial Taurus. Las españolas ilustres, como en aquel lejano Ochocientos, se justifican en masculino.

En estos días en los que una docena de rebajas de condena derivadas de la entrada en vigor de la Ley Orgánica de Garantía Integral de la Sexual han sido empleadas para contribuir al pánico social y, de paso, arrear a la Ministra de Igualdad, Irene Montero, con la vesania y la indigencia intelectual que se acostumbra con la número dos de Podemos, no dejo de pensar en Concepción Arenal y cómo en su figura se aúnan, aunque no lo sepamos, dos luchas y dos reivindicaciones que hoy son noticia. Las que tienen que ver con la reinserción, los derechos y la dignidad de las personas presas y las centrales en ella, referidas a los derechos de las mujeres y a su igualdad en todos los ámbitos de la vida. Si Arenal fuera parte de nuestra memoria de país, no solo -y de aquella manera, por desgracia- de nuestra memoria feminista, no tendríamos tantos debates bizantinos sobre punitivismo, ni compraríamos tan a la ligera los marcos ultraderechistas en absolutamente todas las discusiones contemporáneas.

Cuando el departamento de Irene Montero se puso a trabajar en el borrador de la vigente Ley del Sólo Sí es Sí, recordarán quienes lean que desde la Vicepresidencia Primera que capitaneaba con seguridad jurídica Carmen Calvo se disparó contra esa norma y contra su promotora coadyuvando a asentar un marco en virtud del cual era una ley deficitaria técnicamente -y, por extensión, también había déficits imputables a la flamante titular de la cartera de igualdad. Poco importaba que el borrador fuera fruto de la mano de dos expertas penalistas feministas, que trabajaran en él abogadas expertas en derechos humanos y género, que el propio Ministerio de Justicia (con Campo a la cabeza, por entonces) estuviera trabajando mano a mano con el departamento de Montero en acomodar nuestras obligaciones internacionales al derecho español y proteger, por fin, la libertad sexual de las mujeres. Pues las violencias de esta índole eran y son el gran tabú de nuestra calidad democrática: un magma silencioso, impune, diario, espeso como el sudor en los días tórridos de verano. Irene Montero no sabía legislar. Sumamos a esto juventud, condición roja, podemita y fuerza como la que muestra la número dos de Podemos y tenemos el cóctel perfecto que, a su manera, también padeció Bibiana Aído cuando por primera vez afrontó la condición de ministra de igualdad en este país.

De aquellos polvos interesados, los lodos que en estos cuatro días tienen a parte de la opinión pública española llevándose las manos a la cabeza por supuestos defectos técnicos de la norma que, si por el breve y feliz tiempo de su aprobación el PSOE ya sin Carmen Calvo se empeñó en hacer propia, ahora vuelve a servir de munición para esa cañonera que algunas y algunos -transversalmente ideológicos- tienen puesta apuntando a la titular de Alcalá, 37. Algunos jueces han rebajado penas a agresores sexuales aduciendo que, al bajarse las penas mínimas en la horquilla que define la nueva ley, automáticamente ha de aplicarse el principio por el cual al reo se le impone la pena más favorable. Curiosamente, con la misma Ley, el mismo Código Penal y, entiendo, similar competencia y capacidad lectora, en La Rioja se han tumbado todos los intentos de aplicar estas rebajas interpretando que los casos concretos habrían sido penados con las mismas condenas con la nueva norma por lo que, según indica el Código Penal, no procede la rebaja.

Entiendo la dificultad, para quienes somos legas en derecho penal o no están sobre el detalle de esta norma en concreto, de entender lo que ha sucedido. La nueva ley desaparece el delito de abuso sexual y consigna un único tipo penal, la agresión sexual, que se atempera o agrava en función de las circunstancias que concurren (recuerden: ya no hace falta demostrar que una se resistió para que se la considere víctima de primera, siempre mejor muerta a los efectos de los curanderos de su honra). Con el consentimiento en el centro, evitamos sentencias como la de Pamplona y sentencias con jolgorio. El cambio de paradigma social y en el derecho que efectúa esta norma es abismal. No pasa nada por presuponer que las juezas y jueces, que las fiscalas y fiscales, que tengan que aplicarla precisarán formación y precisarán que órganos como la Fiscalía General del Estado clarifique -como es habitual por otra parte, pero nunca nada es habitual cuando se trata de Podemos- qué factores deben tenerse en cuenta para la reducción de penas. José Antonio Martín Pallín, magistrado emérito del Tribunal Supremo y poco sospechoso de guionista de La Base, explicaba esta semana la corrección formal de la norma y cómo el Código Penal de 1995 ya establece, en su Disposición Transitoria Segunda, de qué manera valorar en cada caso si un condenado merece o no una rebaja de condena a tenor de la legislación novedosa y de los hechos concurrentes para haber acabado en prisión. Manuel Cancio, catedrático de Derecho Penal en la Universidad Autónoma de Madrid, publicó una tribuna en El País detallando esto mismo y lo que implica esta fusión de tipos penales en la nueva ley. ¿Justicia machista? Sí, y en muchos casos, militantemente machista. La propia Audiencia Provincial de Madrid se dedicó, según declaró uno de ellos, a avisar a los abogados de este tipo de condenados para que se apresuraran a recurrir con la entrada en vigor de la nueva ley. No hace falta ser conspiranoica para pensar que algo huele mal entre algunas togas.

Pero Irene Montero ha legislado mal, Irene Montero es soberbia y no rectifica, Irene Montero es la única responsable de la ley que ayer celebramos y hoy apartamos de nuevo a las filas moradas… Señalar que algunos medios de comunicación han generado alarma social interesada, que algunas y algunos periodistas la han repicado comprando la tesis de la responsabilidad de Igualdad, sospechosamente silentes ante las explicaciones de Cancio o de Martín Pallín, (y, de paso, haciendo peticiones anticonstitucionales que espantarían a esa Concepción Arenal que sentó las bases del derecho penal moderno al requerir que se impida la aplicación del beneficio penitenciario allí donde pueda haber caso) se ha considerado ofensivo por algunos y algunas, indignados por esas «hordas» podemitas que defienden cerrilmente a sus ministras y siguen las doctrinas de su exlíder, ese Pablo Iglesias que tiene la osadía de señalar a algunos reyes desnudos.

Que la Historia juzgará los avances en derechos de ciudadanía que Irene Montero está trayendo a este país lo tengo claro. Que también vale otra cita de Arenal para calificar a quienes se han sumado a la cacería -Montero es pieza de caza mayor, arrearle puntúa triple- es algo que también podremos confirmar. Hablando de sus contemporáneos que en lo tocante a los derechos de las mujeres o a juzgar su capacidad intelectual suspendían el juicio crítico para abonarse a tesis vergonzantes, Arenal escribió: «día vendrá en que los hombres eminentes, que hoy sostienen la inferioridad intelectual de la mujer, serán citados como prueba del tributo que a veces pagan a su época las grandes inteligencias, y se leerán sus escritos con el asombro y el desconsuelo que causa ver en los de Platón y Aristóteles la defensa de la esclavitud». Muchos tributos se le deberán, ciertamente, a la acción política de Irene Montero como Ministra de Igualdad. Con gran desconsuelo escribo yo estas palabras.

Alba González Sanz es Secretaria de Organización de Podemos Asturies