Imagen de archivo de la sede del Tribunal Constitucional.
Imagen de archivo de la sede del Tribunal Constitucional. BENITO ORDÓÑEZ

21 dic 2022 . Actualizado a las 05:00 h.

Proemio: Rafael Chirbes, el narrador español de entre siglos más descarnado en su ofensiva sinfín contra la molicie de gentes adineradas y delincuentes hechos políticos y políticos hechos delincuentes, nos recordó en el segundo volumen de sus «Diarios: A ratos perdidos 3 y 4», que se publicaron este mismo año, póstumamente, la anotación de Andrés Amorós en la que incide que fue Cervantes, a través de Sancho Panza, quien había inventado el baciyelmo: ¿llevaba Don Quijote en la cabeza, en su querella con el babero, un yelmo o una bacinilla? Pues, a lo que parece, los «seis conservadores» (¿solo?) del Tribunal Constitucional (TC), o sea, los «seis» que velan por la conservación de ellos mismos (dos muy marcadamente) en los altísimos sillones y por la conservación, para «sus» legítimos amos y señores, de la España a la que desnudó Chirbes, entonces, a lo que parece desde anteanoche es que no es inverosímil llevar sobre la cabeza, a la par, un yelmo y una bacinilla. Queremos decir: una toga y una chaqueta, bien de Feijoo, bien de Ayuso

A) Sabemos que: Sabemos que el independentismo odiador catalán flota en Madrid desde 2017, el año más infausto para las democracias europeas, condicionando el quehacer del Gobierno de Sánchez en apartados de fundamento capital, tales como los presupuestos y la territorialidad del Estado. Sabemos que se están haciendo concesiones que, en aras a una pretendida pacificación de las hordas racistas y xenófobas (de aquí que las califiquemos siempre de nazis), pretendida por imposible, aunque sí posibilita la contención de la guerra de guerrillas, sin embargo, podrían desprenderse del constitucionalismo. Se sabe todo esto, pero la reforma parcial del Código Penal para satisfacer a ERC, que es lo mismo que ahondar en la división entre moderados y extremistas (JxC, ANC…), debería escrutarse a posteriori, no a priori, porque…

B) También sabemos que: Sabemos que el PP es una formación extremista por cuanto, y cuando menos, es anti constitucionalista. Y lo aseveramos porque si Rajoy, con el apoyo de Sánchez, aplicó el artículo 155 en Cataluña, por qué no aplicaron ni aplican sus sucesores Casado y Feijoo los correspondientes constitucionales para renovar el CGPJ y el TC. Secuestrar al poder judicial no es un pecado venial, como tampoco los es que un poder legislativo autonómico queme su propio reglamento, su estatuto y la Carta Magna. Del mismo modo sabemos que el PP, con ese secuestro, que es un delito gravísimo y necesariamente tendría que ser penado, siega la voluntad de la soberanía popular, erigiéndose «ad bona» en la salvaguarda de un pueblo que sentencia que incapacitado para administrar sus bienes: una especie de tullido mental que, por consiguiente, no vota «bien». 

C) Significado de esos saberes: Aduciendo los «seis», en contra del letrado principal y de la fiscalía del propio TC, que la admisión a trámite de las medidas cautelarísimas del PP que impiden legislar a las Cortes Generales obedece a un daño gravísimo cometido contra diputados tan conservadores como ellos mismos, a los que no se les permitió alegar, ponen patas arriba el núcleo de la estructura de la democracia. De ser cierto que se vulneró el derecho a alegar del PP, hay que demostrarlo. La presunción de inocencia es la misma para un individuo que para un Gobierno o un Parlamento. Es decir, hay que dejar que se defiendan: abogados, pruebas, recursos, etcétera. Lo que hicieron anteanoche los «seis» fue condenar sin juicio, a priori. Más todavía: aunque no están obligados por ley, el presidente del TC y uno de sus vocales, con el mandato caducado, deberían, por vergüenza, como hicieron otros antes que ellos, haberse abstenido en la votación. Otra cacicada: juez y parte.

D) En definitiva: La judicatura española ha ensuciado las togas, colocándose al nivel de tantos parlamentarios de comportamiento barriobajero al constatar que el Ejecutivo va camino de agotar la legislatura. Cuando se funden de esta forma tan grosera los ultras políticos y los ultras togados, el resultado es este esperpento, tan propio en esta nación goyesca de garrotazos. Feijoo es ya un trasunto de Abascal; pero aún, de Ayuso, para quien España es ella. 

(La última Premio Nobel de Literatura, la francesa Annie Ernaux, escribió en su novela «La mujer helada»: «En el umbral de la saturación, imposible comer más mierda, en el sentido estricto como en el figurado»).