Carne humana, muertos sin rostro. Europa y la nación matan

OPINIÓN

Un grupo de migrantes supervivientes del naufragio, sentados frente a personal policial y de emergencia
Un grupo de migrantes supervivientes del naufragio, sentados frente a personal policial y de emergencia EUROPAPRESS

04 mar 2023 . Actualizado a las 05:00 h.

«La tragedia del naufragio en Calabria es un hecho desafortunado y trágico que ilustra la difícil situación que enfrentan muchos migrantes que buscan una vida mejor. Es importante que se tomen medidas para abordar las causas que impulsan a las personas a emprender peligrosos viajes en el mar y para proteger a los migrantes que llegan a las costas europeas». ¿Quién pudo decir esto? Si lo que dices no contradice lo que dicen otros, entonces no estás opinando. En la vida pública la única forma de tener a todos de acuerdo con lo que dices es que no estés diciendo nada: que docenas de personas hayan muerto a cien metros de Europa es desafortunado y trágico, dice la cita, solo querían una vida mejor, deberíamos ayudarlos, hay que tomar medidas, dice. No tener nada que decir ante tanto cadáver es respirar infamia. Pero no nos cebemos con la autora de esa cita. Es la famosa inteligencia artificial ChatGPT, a la que me dio por preguntar si tenía opinión sobre la tragedia de Calabria. Ya en el párrafo anterior me había dicho con honestidad que solo era un modelo de lenguaje, que aportaba los datos que creía relevantes, pero que no tenía opiniones. Es inteligente que considere que esas palabras que entrecomillé no son una opinión. Porque no lo son. Lo trágico es que no habrá declaración ni se emitirá documento en ninguna instancia europea que diga más que ChatGPT.

Y es mejor que no digan nada, porque no tienen nada que decir. Me gustaría creer que se murió toda esa gente porque en Italia hay un gobierno fascista. Sí, lo hay, y promulgó alguna ley expresamente concebida para dificultar la asistencia a migrantes en trance de muerte. Sí, pudo hacer algo y no lo hizo. Y sí, tienen a un ministro con competencias en el asunto que ya había descrito a inmigrantes a la deriva como carne humana, así, con expresión de colectividad, no individuos, carne toda junta. Pero no es por eso por lo que murió esa gente y no es por eso por lo que nadie seguirá pensando en el asunto. La desesperación torrencial de grandes masas de personas son un recurso económico, como el petróleo o el gas. Marruecos y Turquía se destacan por sus grandes y prósperas reservas de sufrimiento. Cuando a González Laya le dio por hospitalizar a Brahim Gali en España, Mohamed VI montó en cólera y enredó con la llave de sus grandes reservas de dolor, como Putin jugueteaba con la llave del gas, y en dos días se desbordó el caudal de migración, pobreza y desconsuelo contra nuestras fronteras. Hubo que entregar la cabeza de Laya, y más cosas, para que cerraran otra vez la llave. España y Europa pagan sin escrúpulos a precio de oro y tolerando lo intolerable a gobiernos sin escrúpulos para que contengan el flujo impetuoso de la miseria lejos de nuestras fronteras. Un chollo. Además, el veneno racista y xenófobo, el odio y sus patrañas, y el miedo difuso y cobardón se difunden en Europa vehiculado por la ultraderecha y sus afluentes. El odio y el miedo a las minorías fueron siempre la hoguera con la que amenazar y controlar a las mayorías. Lo dicho, un chollo. Y curiosamente las encuestas muestran que, dentro de lo malo, en el sur es donde hay más gente convencida de que la inmigración es positiva para su país. Cuanto más al norte y más lejos del foco, más odio y miedo declarado a la inmigración. A pesar de tanta frontera armada y tanto país haciendo de matón a sueldo para parar el oleaje de inmigrantes, a veces llegan y se mueren en nuestras fronteras, donde podemos verlo. Mucho se habló de que lo que ocurría en los campos de concentración nazis era visible desde fuera y que nadie hacía nada. No nos desmayemos. Toda esta carnicería se ve desde el balcón del sur sin que tengamos más emoción al respecto que ChatGPT. Y vendrán más carnicerías. Si se junta una masa de aire de alta presión con otra de baja presión, la corriente será de la alta a la baja, como cuando se deshincha un globo. Una frontera con bienestar al norte y pobreza al sur será como un globo hinchado y sus tendencias migratorias pueden ser explosivas.

No fue el gobierno fascista de Italia quien mató a esas personas. Eso sería un consuelo. Es más fácil morir si no eres humano, si, aunque tengas todas las credenciales para ser humano, se te deshumaniza. La humanidad está en lo individual, en el detalle, en lo que se olvida por complejo. Deshumanizamos a la gente cuando la reducimos a un estereotipo, cuando la recortamos con un prejuicio o cuando alejamos nuestra mirada hasta no ver a los individuos de uno en uno. El racismo abunda en estos efectos, pero también cierta forma de insensibilidad que madura educando un amor tóxico por lo propio, que contenga desdén o recelo por lo ajeno. Digamos claro que el ardor nacionalista nunca fue una buena noticia en Europa. Tanta bandera exhibida fuera de sitio, tanta hinchazón patriótica como ruge es contaminación en las conciencias y las conductas. Las banderas demasiado sobreactuadas son siempre para señalar y odiar, en primer lugar, a los vecinos y, después, a las pretendidas amenazas o supuestos invasores, siempre pobres y humildes (no olviden que el odio a los musulmanes nunca mira a Marbella). El patriotismo solo sirve para acusar de antipatriota al vecino disidente. Todos usamos palabras como nación, pueblo o gente, pero quien las usa demasiado y cree en esos espíritus colectivos, que flotan en la Tierra antes y después de los estados, no trae nada bueno. Cuanto más veamos de eso en Europa, más deshumanizaremos a más humanos que morirán en bloque y a la vista, desde el balcón del sur. Y además ni siquiera son credos realmente creídos. Miren la espantada de Ferrovial, aplaudida desde las tribunas patrióticas y los balcones con banderas rojigualdas. Esta deslocalización ilustra con contundencia la patraña de los dos credos más vociferados, la patria y el capitalismo. El patriotismo siempre es de mentira, una monserga para distraer de los verdaderos intereses. Y el capitalismo solo se predica para el que pierde, para que ser pobre tenga una razón funcional. Los grandes capitalistas siempre lo son a costa del estado.

La migración no es un problema con soluciones visibles y sobran las simplezas. Pero sí se pueden dar pasos seguros desde principios bien establecidos: no mentir, no tolerar bulos, no deshumanizar, no matarlos en el mar. El acto de quitar rostro y humanidad a grupos humanos, y desaguar así cualquier rastro de solidaridad, compasión o culpa, es un aprendizaje que se ramifica en el interior de cada uno como una enfermedad. Lo vemos de vez en cuando, y a gran escala lo vimos con la pandemia, con los ancianos. Si la enfermedad hubiera matado a menores de tres años, el impacto habría sido tan brutal que no habría habido negacionistas, ni antivacunas, ni nadie se hubiera atrevido a contraponer la libertad para tomar el vermú con la muerte diaria de bebés. Pero eran viejos. Deshumanizar a grupos humanos es el mordisco de un vampiro, algo malo se extiende y corroe tu sensibilidad y tu conducta. Es famoso el grafiti de Banksy en recuerdo de los pintalabios que llegaron a un campo de concentración y la narración del teniente coronel Willett Gonin. Al entrar los aliados en un campo de concentración, vieron masas de cadáveres esqueléticos y esqueletos que aún se movían, sin rastro ya de su condición humana. Quedaron estupefactos cuando, entre el material siempre escaso que recibieron para las atenciones más urgentes, aparecieron cajas de pintalabios. Willett Gonin dijo que un genio había pensado aquello. El primer suspiro de humanidad que recuperaron aquellas mujeres fue verse con los labios pintados. Con la vuelta de la humanidad en las supervivientes había vuelto todo.

Lo de Calabria no es algo que les pasa a otros. Los muertos de Calabria son la rebaba de lo que va torcido dentro de Europa. Es el extremo mostrenco de un tipo de convivencia que se corroe. De los acentos cultos podemos esperar buen gusto, pedantería, soberbia, razonamiento, nobleza, sensibilidad o hipocresía. De la brutalidad solo podemos esperar brutalidad. No hace falta educar mucho el oído para oír la brutalidad, porque siempre quiere ser oída. Solo hace falta recordar adónde llevó siempre.