Tu malestar no es culpa tuya (II)

OPINIÓN

Estar cansado puede ser síntoma de depresión.
Estar cansado puede ser síntoma de depresión. La Voz de la Salud | iStock

22 mar 2023 . Actualizado a las 05:00 h.

La «enfermedad mental» está dejando de ser tabú; algo que se prefiere ocultar por su efecto estigmatizador. Por ello nos referimos a ese ámbito como el de la «Salud Mental»; algo que hay que cuidar, también hablando de ello con normalidad. Ante la situación de alarma que genera el incremento de las tasas de trastornos mentales, de ideación suicida y de suicidios, entidades como las administraciones públicas y los medios de comunicación, con la inestimable colaboración de personas famosas que reconocen públicamente sus experiencias de padecimiento y animan a pedir ayuda, están haciendo campañas de sensibilización que ayuden a identificar y paliar situaciones de sufrimiento, pues tienen un remedio más accesible de lo que dicha estigmatización permitía esperar.

También es cierto que hay otros famosos que, haciendo involuntaria gala del sesgo de supervivencia, dicen que la gente de generaciones anteriores tenía una vida muy dura y no había tanta ansiedad, depresión y suicidio. Ya sabemos que las redes sociales están repletas de expertos en todo, de odiadores de la debilidad y la diferencia, de fanáticos del esfuerzo y la exclusión por darwinismo social. Gente que no quiere saber, pero quiere seguir siendo así y estando por encima, y a pesar del pesar, de los demás.

Quienes quieran saber entenderán, por una parte, el sesgo de los argumentos de la dureza de las generaciones anteriores. Como sucediera en la Segunda Guerra Mundial, cuando los aliados decidieron mejorar el blindaje de los bombarderos atendiendo a los impactos recibidos en batalla (alas, timón de cola, zona central del fuselaje) pero rectificaron gracias a la intervención de matemáticos como el joven Abraham Wald que, por contra, recomendó reforzar el blindaje de las áreas con menos impactos (motor y cabina) porque la probabilidad de que los impactos en estas zonas fueran la razón de que algunos aviones hubieran sido derribados era mayor y, al no volver a la base, no se tenían en cuenta en el mapa de impactos obtenido de los que sí conseguían regresar. Es decir, recordamos mejor la resistencia de quienes sobrevivieron a las adversidades en las generaciones anteriores porque no sabemos muy bien a qué causa atribuir la muerte de quienes se fueron «antes de tiempo», más allá de la enfermedad que remata un deterioro temprano. Tenemos un mapa de impactos sociales en las generaciones pasadas con muchas lagunas en lo que a salud mental se refiere.

Por otro lado, no debemos olvidar el papel del contexto: los de hace 80, 50, 30 años y el actual no se pueden comparar adecuadamente. No solo por las diferentes formas en que se manifestaron las crisis económicas, de subsistencia para tanta gente, sino por la evolución de la información que nos permite identificar mejor los diferentes padecimientos y cómo abordarlos, así como por las diferentes expectativas y cómo estas inciden en el nivel de incertidumbre / bienestar.

El ensanchamiento del abismo de incertidumbre entre las expectativas que genera un contexto socio-económico que vincula productividad y consumo con bienestar, y las condiciones laborales en progresivo deterioro, genera un estrés que, como se expuso en el capítulo anterior, en niveles altos y extendidos en el tiempo, es una de las principales causas de malestar y enfermedad. Lo que no deja de ser una simplificación de un problema complejo que requiere una perspectiva multifactorial y contextual.

Una muestra del ámbito laboral obtenida del Informe PRESME (2023) elaborado por una comisión de personas expertas para el Ministerio de Trabajo, en colaboración con un comité científico-social, sobre el impacto de la precariedad laboral en la salud mental en España publicado recientemente y que entre sus conclusiones dice: «En España (a partir de datos de 2020) hay un mayor riesgo de depresión entre las personas en la situación laboral más precaria (incluyendo el desempleo). De un total de 511.000 casos de depresión entre la población activa, […] podemos inferir que si la población precarizada (incluyendo la desempleada) hubiera tenido un empleo estable, se hubieran podido evitar casi 170.000 casos de depresión». Previamente, en el prefacio, contextualiza la precariedad: Vivimos en un mundo con «serios problemas globales de salud pu?blica (como el aumento de trastornos mentales) y la profunda precariedad bajo la que trabaja y vive la mayor parte de la humanidad. […] Ser precario implica vivir una vida insegura, ser ma?s fra?gil, envejecer y morir antes de tiempo. […] Y es que el chantaje de la necesidad obliga a aceptar un trabajo por un salario mi?sero, de mera subsistencia, con condiciones laborales nocivas, cuando no altamente to?xicas. […] Esa to?xica forma de trabajar es hoy una realidad demasiado comu?n, de modo que el «mal empleo» penetra en los cuerpos y en las mentes de las personas generando daños en la salud, sufrimiento psi?quico y trastornos mentales».

En el siguiente capítulo ampliaremos el foco para entender mejor la relación del contexto, los significados que a partir del mismo damos a las experiencias de nuestra historia personal, y la salud mental.

(Continuará)