Sequía y agua: la agricultura y Doñana

Uxio Labarta
Uxío Labarta CODEX FLORIAE

OPINIÓN

María Pedreda

20 abr 2023 . Actualizado a las 09:06 h.

Afortunado por profesión y colegas, visité repetidas veces Doñana. La primera vez, hace muchos años, sorprendido por un cetáceo varado en la playa —cerca de Torre Carbonero— y con el profesor Valverde, impulsor del parque de Doñana, tomando datos de su biometría. La última, el pasado octubre en el Encuentro de los Mares, estaban los humedales secos y una Doñana silenciosa, donde los ciervos buscaban cobijo en la proximidad del Palacio de las Marismillas. Sobrecogía.

No era necesario conocer Doñana para sorprenderse. Hagan alguna incursión en la galería multimedia que se encuentra en la web del parque nacional y se asombrarán. Un parque sostenido, como zona húmeda, en un 50 % por las aguas que le aportaban las lluvias —ese bien escaso con la emergencia climática—, además de los dos caños principales que lo riegan. Un parque en peligro también por el abuso en el consumo de los acuíferos subterráneos —legales e ilegales— que en tiempos de graves sequías comprometen su futuro, pero también los propios cultivos de regadío que interactúan con sus humedales, y el impacto mayor y estacional del turismo.

Una sequía y una desertificación que provocan el agotamiento de los acuíferos, lo que, añadido al consumo exponencial de un agua escasa, que no detiene la legalización de los pozos ilegales, quizá llegue a comprometer la industria agraria que la extraña ley del Partido Popular y Vox pretende proteger, legalizando cerca de mil hectáreas de regadío ilegal, cuando la zona de Doñana está en sobreexplotación acuífera desde el 2020.

Unas malas prácticas agrícolas que, no siendo exclusivas de Doñana y su entorno, han tenido ya consecuencias catastróficas en el Mar Menor, pero también en otros cultivos de regadío y agua, sea arroz andaluz o los arbóreos, e incluso en áreas como Cataluña y Levante, donde la escasez y la sequía comprometen los servicios urbanos, además de los agrícolas.

No es posible en un país de secano mantener una agricultura de regadío desequilibrada, y quizá ello explique la implantación de una de las mayores empresas del sector de producción de frutos rojos en la más húmeda Galicia. Empresa que, nacida en Huelva hace treinta años y con más de mil hectáreas de cultivos repartidas por España, Portugal, Marruecos y Kenia, ha iniciado su implantación en la Terra Chá, entre Pacios y Muimenta, para producir arándanos en campo abierto en las tierras de Pacios, y fresa, frambuesa y mora a cubierto en las de Arneiro, tierra llana y de regadío.

Un indicador empresarial de lo que puede suponer la sobreexplotación de los acuíferos en Doñana y los riesgos que para la propia industria agraria trae la sequía, que en tiempos de emergencia climática se extiende por España, las Españas, unas con más recursos hídricos que otras, siempre de paralizante gestión. Ahora Doñana, antes Mar Menor, también Levante o Cataluña —y su traído y llevado trasvase del río Ródano—, entremezclado todo a golpe de tecnología con las desalinizadoras… Burlando la emergencia climática, por si cuadra.