El papelón de Rubiales y el príncipe Guillermo

Mariluz Ferreiro A MI BOLA

OPINIÓN

RFEF | REUTERS

22 ago 2023 . Actualizado a las 17:14 h.

Tanto a España como a Inglaterra les han fallado los presidentes de sus federaciones de fútbol. Ninguno de ellos está a la altura de sus jugadoras. Uno por exceso y otro por defecto. Lo de Luis Rubiales suena a apuesta con los amigotes. «Si ganamos a Inglaterra, le planto un piquito a una de las jugadoras». «No hay bemoles». «Sujétame el cubata». Y ahí está. Un valiente. Un tipo al que no le importa incomodar a Jenni Hermoso, una campeona del mundo, en el momento cumbre de su carrera, cuando recoge la medalla más importante de su vida. A ella no le gustó, lo dijo en el vestuario, aunque después se difundieran unas declaraciones supuestamente suyas para desinflar la polémica. Las disculpas de él llegaron mal y a rastras. Primero explicó que se estaba montando un huracán con una agradable brisa de verano, que era una gilipollez que solo perturbaba a unos pocos tontos e idiotas en España. Como si la reacción fuera un tic propio de la estupidez autóctona. Hasta fue jaleado desde alguna radio con argumentos de gran nivel: «Las que se cabrean es porque nunca las han besado a ellas». Un razonamiento profundo que invita a la reflexión (y al recogimiento). Por lo visto, hay bastante población, hombres y mujeres, con presunto déficit de besuqueo. Aquí y en otros países, donde también ha chirriado el comportamiento del presidente. Porque Rubiales parecía empeñado en reventar con su vulgaridad la solemnidad e importancia de toda una final de un Mundial. Como si fuera el novio en su rancia despedida de soltero. Queda para la posteridad ese otro momento en el que el directivo se agarra los genitales en el palco, al lado de la infanta Sofía y de la reina Letizia, para celebrar la victoria. Inolvidable. Otro gesto fuera de lugar. Es más, fuera de siglo.

Al margen de Rubiales, el otro papelón fue el del  príncipe de Gales. Guillermo, heredero y flamante presidente de la Federación Inglesa de Fútbol. El gran ausente de la fiesta. Todos saben que si se hubiera tratado de la final masculina habría tiros en la corona británica por acudir al estadio y tener la oportunidad de entregarle la copa en persona a Harry Kane para mayor gloria de la nación. Quizás hasta hubieran entrado en las quinielas Carlos y Camila. Pero ningún miembro de la familia real se dignó a viajar para apoyar a las inglesas en el partido más importante de su historia. Es agosto. Era en Australia. Y, sobre todo, eran ellas. Que no vengan ahora con la engañifa de la huella de carbono, con la milonga de que no fueron a Sídney para evitar contaminar con un desplazamiento de miles de kilómetros, como intentan vender algunos. Si esa es ahora la piedra angular sobre la que se asienta este reinado, y no la de Scone, tendrían que haber montado una coronación no presencial, con los royals entrando por videoconferencia. No se ha visto un error de cálculo igual de los Windsor desde la muerte de Diana. A Rubiales y a Guillermo les queda grande este Mundial. Y estos tiempos.