Después de ver el descalabro de Jordi González en TVE y de Jorge Javier en Telecinco y de ver cómo a Ana Rosa le está costando arrancar una sonrisa al público de la tarde, habría que plantearse cambiar las caras de la televisión. Porque uno de los males que se le está achacando, sobre todo a Mediaset, es la falta de rostros nuevos. A cualquiera que le pregunten ahora quiénes son los presentadores de las principales cadenas no dudaría en responder que son exactamente los mismos nombres que ya estaban delante de la cámara hace una década o más. Así que, a la ya aburrida sensación de estar viendo el mismo programa, se le añade también el plomizo cansancio de ver a cualquier hora del día a los de siempre. Y a los mismos colaboradores. Se ha generado un bucle tan insano para la audiencia —por la falta de relevo— que no hay manera de encender la televisión y que algo nos sorprenda. Solo recientemente Los Mozos de Arousa, como concursantes, y Jon Aramendi, como presentador, han conseguido atrapar a un público al que se le ha hecho masticar la misma comida durante años. Si la rotación es fundamental en cualquier trabajo, en la tele mucho más. Los espectadores necesitamos un cambio de aires y que se renueve la atmósfera con un poquito más de frescura. Si no, después de Jordi y de Jorge Javier, serán más los presentadores que se sumen a esa lista de defenestrados.