La democracia, como la libertad, la amistad o el amor no es fruto de un día, tiene cimientos firmes: la constancia, la entrega, la generosidad, la lucha de cada momento.
Hoy, precisamente ahora, la realidad política con mayúsculas de nuestro país no es tarea de egos y sillones de los profesionales de la política. Es un reto diario de cada vecino, de declaración en cada paso. No vale solo hoy ni el esfuerzo de ayer. Cada mañana al abrir la ventana hay que sacar la espada como si la conquista de ese valor democracia estuviera en peligro.
En cada rincón de la sociedad se esconde un enemigo común: la corrupción. Desde la misma familia, pasando por lo siguiente, la comunidad de vecinos, autonomías, partidos y estamentos nacionales.
En cada uno se corre el riesgo de dejar a un lado la bandera del valor de la decencia, la responsabilidad, el respeto a los demás. Nihil novum sub sole. «Corrupta mayores mayor a máxima». Y así, una serie de precisiones culturales.
La historia se repite porque: primero no la conocemos, segundo nos asusta y, tercero, no tenemos lo hay que tener para ser valientes y consecuentes.
No es justo ni menos digno de admiración que en pleno siglo XXI los grandes partidos nacionales hayan aumentado las hienas del soborno, la falta dignidad y la bajeza más vil de la corrupción. Siempre actuando con la ingenuidad creyendo que son más listos que los demás y, que por lo tanto, no los iban a cazar. Y de nuevo el refranero: «se coge antes a un mentiroso».
¿Moción de censura? ¿Por qué? Es claro que algo hoy hay que hacer. Pero, ¿dónde? En todo el abanico de la realidad socioeconómico-político. Todos y cada uno desde nuestro propio compromiso. Si centramos más el debate desde su punto más alto punto de mira: el Parlamento.
A quien compete, es al partido de la oposición presentando un plan real con argumentos y propuestas creíbles y dejar abierto el camino para que el gobierno y sus apoyos dieran la cara sin esconder ninguna carta bajo la mesa. Pero a día de hoy con tanto llovido y empolvado por los medios de comunicación en cada segundo del día, no se atisba solución viable y digna de nuestro representantes. Van a la casa de los ciudadanos custodiada por fieros leones para representarnos responsablemente y ¿qué hacen? Se lanzan flechas envenenadas en ambas direcciones aportando como el único argumento constructivo: el insulto.
¿Moción de censura?, Sí. Pero con lealtad, dignidad, elegancia y mirada a los ojos.
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