Salud mental y soledad no deseada: el reto invisible que marcará nuestro futuro

José López Antuña

OPINIÓN

Se ha visto que el hábito de agradecer favorece la salud mental.
Se ha visto que el hábito de agradecer favorece la salud mental.

23 ago 2025 . Actualizado a las 05:00 h.

«Cuidar la mente y los vínculos humanos es la inversión social más urgente del siglo XXI».

Introducción: la urgencia que nadie quiere ver

A menudo asociamos las crisis a cifras macroeconómicas o emergencias sanitarias visibles. Sin embargo, existe una epidemia silenciosa que se expande sin titulares: la crisis de salud mental y la soledad no deseada. Ambos fenómenos, íntimamente ligados, se han convertido en desafíos estructurales que afectan tanto a la cohesión social como a la sostenibilidad del Estado del Bienestar. En Asturias y en el resto del país, los indicadores alertan de que no estamos ante un problema marginal, sino ante una amenaza de gran calado humano, económico y político.

1. Radiografía de un problema estructural

Según la Organización Mundial de la Salud, la depresión será en pocos años la principal causa de discapacidad en el mundo desarrollado. En España, uno de cada cuatro ciudadanos experimentará un trastorno mental a lo largo de su vida. El Principado de Asturias refleja una realidad especialmente preocupante: altas tasas de suicidio y un aumento sostenido de casos de ansiedad y depresión, especialmente en hombres mayores y en jóvenes.

La soledad no deseada, por su parte, afecta ya a más de dos millones de personas en nuestro país. Se trata de un fenómeno transversal que impacta en la salud física, aumenta la mortalidad prematura y reduce la participación social.

2. Factores que alimentan la crisis

El actual modelo socioeconómico impone un ritmo de vida acelerado, donde la precariedad laboral, la hiperconexión tecnológica y la fragmentación de las redes familiares y comunitarias debilitan el tejido emocional. La vivienda cara, el individualismo y la falta de políticas de conciliación agravan la sensación de aislamiento. A ello se añade un déficit histórico: la ausencia de políticas públicas coordinadas que integren la salud mental como pilar de la acción social, sanitaria y educativa.

3. Soledad no deseada: más allá de la vejez

Aunque se asocia con frecuencia a las personas mayores, la soledad no deseada afecta también a jóvenes, cuidadores no remunerados y personas en situación de discapacidad. En Asturias, donde el envejecimiento demográfico es elevado, esta problemática se combina con la despoblación rural y la falta de transporte público, generando auténticos «desiertos sociales» donde la interacción humana es mínima.

Programas como las redes vecinales de apoyo, el acompañamiento intergeneracional o los modelos de vivienda colaborativa han demostrado eficacia, pero aún son experiencias aisladas y no políticas sistemáticas.

4. Referencias internacionales: soluciones que funcionan

Países como Escocia, Japón o Países Bajos han situado la lucha contra la soledad y la promoción de la salud mental en el centro de su agenda. Escocia ha creado una estrategia nacional contra la soledad, Japón ha nombrado un ministro para abordarla, y los Países Bajos integran la educación emocional en sus políticas escolares y comunitarias. Estas experiencias muestran que la clave está en la coordinación interinstitucional y en considerar el bienestar emocional como una responsabilidad colectiva.

5. Un pacto por el bienestar emocional

Para afrontar este reto, sería necesario un Pacto Nacional por la Salud Mental y la Conexión Social que contemple: Incrementar la plantilla de profesionales en salud mental en la sanidad pública. Introducir la educación emocional en todos los niveles educativos. Impulsar programas comunitarios de prevención y acompañamiento. Incorporar la lucha contra la soledad como objetivo estratégico en las políticas municipales y autonómicas. Garantizar el acceso universal y gratuito a terapias psicológicas. El bienestar emocional no puede quedar a merced de la capacidad económica de cada persona: es un derecho humano.

Conclusión: una sociedad que cuida, una sociedad que avanza

No podemos resignarnos a normalizar que miles de personas sufran en silencio, sin acceso a apoyo psicológico ni a redes afectivas. La salud mental y la conexión humana deben ser ejes centrales de cualquier política pública que aspire a fortalecer la democracia y la justicia social.

En palabras de Viktor Frankl: «Quien tiene un porqué para vivir, puede soportar casi cualquier cómo». Y añado, desde esta reflexión: «El progreso no se mide por el PIB, sino por la capacidad de un pueblo para cuidar su mente y sus vínculos».