Ganaderos más allá del escaparate de La Ascensión

Raúl Álvarez REDACCIÓN

OVIEDO

La ganadera Andrea Díaz
La ganadera Andrea Díaz Tomás Mugueta

La feria tradicional de los oficios rurales en Oviedo no responde ya a la realidad económica del concejo, pero aún sobreviven más de 500 explotaciones en las que se crían 6.500 vacas. Una joven explica por qué se ha incorporado al sector

22 may 2018 . Actualizado a las 05:00 h.

La ganadería es un presente laborioso en la finca de los alrededores de Olloniego a la que Andrea Díaz Junquera acude a cuidar de sus vacas, ya libres de la estabulación que impone el invierno, en esta época del año. La feria de La Ascensión, como cada primavera, rinde homenaje a los trabajos del campo, aunque en los recintos festivos esas tareas parezcan pertenecer al pasado rural, y después, pasada esa semana, Oviedo prosiga con su vida contemporánea de ciudad universitaria, centro administrativo a la cabeza de una comunidad autónoma y lugar de residencia de millares de trabajadores industriales que surten de mano de obra a las fábricas del área central de Asturias. Sin embargo, la actividad agropecuaria nunca se ha borrado del todo en el concejo. Según los datos oficiales del Gobierno regional y la afiliación a los sindicatos agrarios, aún resisten en el concejo unos 510 titulares de explotaciones de bovino que poseen unas 6.600 cabezas. Pero no solo se crían vacas. También hay granjas dedicadas a las cabras, las ovejas, los caballos, los cerdos y los conejos.

Las estadísticas, sin embargo, llevan a engaño si no se contemplan a pie de prao. El caso de Andrea Díaz, sin duda, es excepcional. La mayoría de los productores inscritos en los registros de la Consejería de Desarrollo Rural no son ganaderos profesionales, sino trabajadores de otros oficios o jubilados que mantienen como afición personal unos pocos animales. Ella, sin embargo, se dio de alta y comenzó la actividad a principios de este año con la intención de hacer del campo su medio de vida y su fuente de ingresos. En eso sí es más representativa de la tendencia a la feminización de las labores agrícolas y ganaderas de la que los expertos han informado en los últimos años. «En el curso de capacitación había muchas más chicas que chicos. Lo que no había era nadie más de Oviedo. Venían todas de Tineo, de otros concejos del Suroccidente o de Cangas de Onís y sus alrededores», recuerda.

Con la asistencia del sindicato COAG para gestionar las ayudas públicas al inicio de la actividad y para elaborar el plan de la explotación, la nueva titular ha puesto en marcha una cabaña que, de momento, es pequeña con sus 19 vacas de carne, aunque la cifra crecerá pronto porque algunas están preñadas. Le hace mucha ilusión porque, para ella, la ganadería no es una opción de último recurso, sino una vocación temprana. En casa de su abuelo, en Santa Ana de Abuli, siempre se criaron vacas y se recuerda a sí misma como apenas un retaco que ya trasteaba entre los animales y aprendía desde cero todas las tareas que ahora debe atender como adulta: cerrar praos, llevar alimento, asistir en los partos. La primavera y el verano que ahora afronta son el periodo de alivio de la carga. El rebaño está suelto en la finca o en un monte comunal y, aunque requiere atención diaria, no necesita los cuidados exhaustivos y fatigosos que impone el invierno, cuando todos los animales están en la cuadra, a resguardo del mal tiempo.

A Andrea Díaz no le parece raro ser ganadera en Oviedo. Es su vocación, lo que disfruta y, en realidad, vivir a las puertas de la ciudad tiene sus ventajas. Se sube al coche o a un autobús y en poco minutos está en el centro para ir de compras o tomarse algo con una amiga. Porque Andrea, que tiene 33 años, odia los tópicos y la mirada machista sobre la mujer del campo. «Eso de que somos marimachos y andamos sucias... Anda que no me gusta arreglarme, ponerme una falda y quedar con las amigas para tomar algo», se ríe. Es cierto que ahora lo hace menos. Pero no por falta de ganas. Hay dos motivos: el trabajo y Miguel, su hijo de siete años.

Miguel fue, en realidad, la causa de su vuelta al trabajo en el campo. La familia la había convencido para que se dedicara a otro trabajo y así lo hizo cuando se incorporó al mercado laboral. Estudió peluquería y a ella se dedicó. Pero, después de casarse y ser madre, no le cuadraban las cuentas. «Cuando llegó el momento de volver a trabajar me di cuenta de que me iba a pasar nueve o diez horas al día fuera de casa, porque en las peluquerías no hay manera de conciliar, para ganar un sueldo que se me iría en pagar a otra persona para que cuidara de mi hijo. Siendo ganadera, puedo trabajar y ocuparme de él», explica. Su marido, que trabaja en la minería pero procede de una familia en la que también ha habido ganado toda la vida, aporta el salario de ese empleo industrial, se ocupa del niño cuando vuelve del tajo y echa una mano con algunas labores en la explotación. Pero la familia entera no puede vivir del campo. El plan para la explotación está hecho para que salga adelante una sola persona. Si el negocio funciona, tiempo habrá para ampliarlo en el futuro.

En Miguel, intrépido entre las vacas, los terneros y el toro, puede vivir la semilla de un futuro ganadero. Si ha de sobrevivir en Oviedo más allá de las carpas de La Losa y la exhibición de Olloniego, el sector necesita relevo y renovación. Porque el bisabuelo del niño, que camino de los 90 años aún conserva dos vacas junto a su casa de Abuli, cuenta como titular de una explotación, pero no genera la actividad económica necesaria para evitar el cierre de las últimas ganaderías de Oviedo. COAG, como el resto de organizaciones agrarias, piden a las administraciones compromiso con el relevo y, por su parte, ofrece claridad a todos los interesados para poner a su alcance en un lenguaje comprensible toda la red de ayudas disponibles para quien elige trabajar con fines de semana ocupados y aire libre.