El privilegio de vestir a Oviedo

OVIEDO

Plácido y Bernardo en la sastrería que el primero heredó de su padre
Plácido y Bernardo en la sastrería que el primero heredó de su padre Tomás Mugueta

Plácido y Bernardo son jóvenes y aún así veteranos del sector de la moda de Oviedo y en buena parte responsables de su elegancia

05 ago 2020 . Actualizado a las 19:35 h.

Entre los dos suman casi cinco décadas de experiencia al frente de dos negocios emblemáticos de moda en Oviedo: Plácido (Sastrería Plácido), lleva 28 años guiando el taller que fundó su padre, mientras que en el caso de Bernardo (Bernardo, Viena, Praga y Borsalino) va a hacer 20 años que tomó el timón sus tiendas junto a su hermano. Plácido y Bernardo son, además de prácticamente vecinos en sus locales ovetenses, dos buenos amigos.

Muestran estilos personales diferentes, pero coinciden en muchas ideas. Para Plácido, por ejemplo, que confecciona trajes de caballero con la pulcritud y la elegancia que dan el oficio, Oviedo «siempre fue una ciudad tradicionalmente elegante». Bernardo no sólo está de acuerdo, sino que para él, la capital asturiana «es un referente en todo el norte de España, que es también donde mejor se viste».

¿Saben los ovetenses de moda? «Bueno, ahora hay mucha información, casi diría sobreinformación, demasiados blogs, instagram…», señala el sastre. «Y, al final, la ropa es un elemento de comunicación. Tu imagen va por delante de tus palabras o de tus hechos; no quiero decir que es mejor ir de traje que de sudadera y gorra, hay que saber vestir en cada momento». Su colega añade que sí, que Oviedo es una ciudad en la que se sigue vistiendo bien. «Quizá no tanto como antaño pero sí sobresalimos por encima del resto». Tal vez, coinciden, el clima ayuda. Claro, no es lo mismo tener necesidad de abrigarse que vestir con la informalidad que permite el calor del sur.

Negocios con solera

Pero volvamos a los inicios. Plácido cuenta que, cuando su padre empezó, con sólo 13 años de edad ?ahora el patriarca tiene 77- se vivía el negocio como una familia; un aprendiz entraba a trabajar y se quedaba literalmente toda su vida laboral. Él también comenzó muy joven y, como cualquier otro aprendiz, tuvo que aprender a sudar en el taller durante cinco años. Después, dos años con el corte y a partir de ahí «me imagino que como cualquier otra profesión: práctica y dedicación».

Visto así, parece fácil. Sin embargo, le tocó asumir la dirección de Sastrería Plácido con todas las consecuencias. «Mi padre no quiso interferir, prefería que fuera yo quien tomara mis decisiones. El primer día, me dijo: ‘Te vas a equivocar tú sólo’», cuenta. Y así fue.  En  realidad, puede que no se equivocara tanto, si aún hay fines de semana en los que tiene que ajustar y terminar siete trajes de novio.    

El padre de Bernardo fundó la primera tienda en 1984, hace ahora 35 años. «Yo soy la segunda generación y ahí sigo luchando», dice, aunque en realidad tanto él como Plácido están entre los propietarios más jóvenes de su sector.

¿Es Oviedo una ciudad de compras, de pequeño comercio?

«Nuestro modelo de negocio con personal fijo, atención personalizada, no existe en las grandes franquicias, que no buscan ese modelo», apunta Bernardo, «sino el de ropa de estrenar, usar y tirar». Pero eso hace que la moda se haya estandarizado mucho en otras ciudades europeas aunque la capital asturiana todavía conserva un buen tejido de comercio tradicional. «Y es lo que dota de personalidad a la ciudad; la mayoría de la gente lo aprecia», cree Plácido.

Pese a los cambios que introdujo la llegada del comercio a través de internet, ambos son relativamente optimistas respecto al futuro. Porque piensan que hay un «factor diferencial que es la calidad», dice Bernardo. «Y yo creo que hay una reversión en cuanto a la pauta de consumo. Estamos superando la época de comprar-tirar, la gente joven en especial está concienciada con la ecología y con la forma de producción en los países de origen. Quieren prendas buenas, que duren, que te diferencien». 

Para Plácido, que en eso también coincide, «el consumo de cercanía es un círculo virtuoso» en la economía, en especial en ciudades medianas como Oviedo. «Sí, las grandes superficies pueden estar muy llenas en fin de semana, pero fíjate cuántas bolsas de compra lleva la gente… es más una opción de ocio que de consumo para familias», señala. Y añade Bernardo: «Fíjate que los grandes centros comerciales están abriendo también con su marca tiendas de proximidad. Es que no tiene sentido perder el tiempo, sufrir el atasco… para poder comprar lo mismo que en el centro de Oviedo».

La idea de promocionar el comercio local, especialmente en el casco antiguo, les parece imprescindible a los dos. «Es una pena que no haya más tiendas, que pueden ser compatibles con la hostelería», asegura Plácido. «Para que una ciudad tenga comercio bueno hay que favorecerlo: que sea accesible, que la gente tenga donde aparcar...; nosotros estuvimos en la calle Santa Teresa y luego abrimos aquí, en la avenida de Galicia, en diciembre del año 1979. Desde entonces, vimos abrir y cerrar muchos comercios». Es una tarea que parece fácil, «pero si alguien no es capaz de defender un producto que está vendiendo, el cliente se pierde lo básico. Hay que educar al cliente también. En cualquier otro sector, por ejemplo, si compro un coche, tendrán que explicarme qué estoy pagando».

El negocio del sastre es un poco diferente, tiene algo de especialista al que llegan clientes de todas partes sin necesidad de tener un escaparate vistoso. «Pero aún así, Pero yo soy un fan de las zonas comerciales, como la Savile Row de Londres, donde están los mejores sastres. Si estuviésemos agrupados todos, sería muy interesante».

Hay un hecho curioso, en esto que señala Plácido, que refleja hechos de los que habría que tomar nota: Londres, una de las ciudades más dinámicas del planeta decidió hace un par de años proteger Savile Row, una calle pequeña que se construyó a comienzos del XVIII y cuyos locales, al estar en el centro, tienen precios desorbitados. Se corría el riesgo de que las multinacionales de ropa de las que antes hablaba Bernardo acabasen desplazando a las sastrerías clásicas, una joya de la artesanía. Para evitarlo, la autoridad municipal de Westminster acordó que no puedan instalarse allí negocios que no sean de confección a medida. 

La siguiente generación

«¿Sucesión? En lo mío, complicado. Yo me he ofrecido decenas de veces a enseñar a alguien que pueda tomar el testigo. No sueño con encontrar personal formado, sino que tenga ganas de formarse», dice Plácido. Él no tiene hijos y uno de sus sueños es que el día que se jubile alguien continuase con Sastrería Plácido de la misma forma que lo hace él, «porque es el legado que me ha dejado mi padre. No me gustaría cerrarlo yo, sería muy triste», concluye.

Ahora, eso sí, advierte, es imprescindible que el trabajo sea vocacional. «No puedes sentarte a coser tres o cuatro horas seguidas sin que te guste, que es lo que hago yo cuando cierro la tienda, quedarme trabajando. Tiene un punto de hobby, de afición…». Y el problema de su sector sigue siendo la formación. Al final, son siete años de aprendizaje para atreverse a abrir la puerta.

Bernardo tiene dos hijos pequeños aún para decidir si siguen con el negocio. «Por la parte emocional que dice Plácido, me gustaría que lo siguieran, igual que yo continué lo que mi padre levantó», pero serán ellos los que decidan, por supuesto, lo que les haga felices.

«Claro, yo con mi sastrería tengo un vínculo emocional, no es un negocio sin más. Es un vínculo con mi padre», añade Plácido. Está empeñado en la formación de sastres, de hecho lleva años trabajando en un proyecto de escuela para Asturias. «Lo tengo todo, incluso un temario, con la idea de formar gente que no sea un incordio en un taller. Evidentemente, alguien que entre mañana por la puerta supone para mí un rendimiento cero durante dos años».

En el caso de Bernardo, que no confecciona pero sí vende moda, el enfoque es algo diferente pero al final se basa también en la atención cercana. «Cuando alguien empieza nuevo en la tienda le digo que la venta son tres cosas: conocer tu producto, conocer al cliente y poner ganas». Si cualquiera de estas tres falla, falla todo. «Siempre quedará nuestro sector. Las tiendas de barrio o de centro seguirán existiendo siempre, creo que sí, porque son necesarias», concluye.