Ni ovetenses ni carbayones, así llamaban antiguamente a los habitantes de Oviedo

Esther Rodríguez
Esther Rodríguez REDACCIÓN

LA VOZ DE OVIEDO

Vista de Oviedo
Vista de Oviedo

El apodo era utilizado desde el s. XVI y actualmente ha quedado en desuso

20 feb 2023 . Actualizado a las 13:05 h.

Bautizar a una persona con otro nombre en vez del suyo propio, teniendo en cuenta sus defectos personales o cualquier característica particular que lo distingue es algo típico en Asturias. No hay ningún municipio en el que algún ciudadano no tenga un apodo, mote o sobrenombre. Algunos es tal su popularidad que casi pasan a formar parte del Registro Oficial mientras que otros poco a poco se quedan en el tintero. Un claro ejemplo de ello lo tenemos en la capital del Principado. Los ovetenses ostentan con orgullo el de carbayones, sin embargo, antiguamente eran llamados «Gatos del forno».

El apelativo «Gatos del forno» era utilizado desde el s. XVI para referirse concretamente a los ovetenses «más traviesos» y «juerguistas». Un histórico apodo cuyo origen se remonta a 1521, uno de los años más catastróficos que se recuerda de la ciudad. Tras una gran tempestad que ocasionó importantes daños en la capital asturiana, un incendio declarado en la madrugada de Nochebuena consumió «la mayor y mejor» parte del núcleo urbano. 

Muralla medieval de Oviedo
Muralla medieval de Oviedo

Todo apunta a que la causa de tal hecatombe se inició en una casa de la calle Cimadevilla que estaba calentando unas brasas. Según las crónicas de la época, una de ellas quedó mal apagada y provocó una gran llamarada que originó el incendio. Al tratarse de casas de madera, muy viejas y estar todas muy juntas, el fuego se propagó de una a otra de una manera muy rápida. En tan solo una hora  tres cuartas partes de Oviedo estaban ardiendo y fueron necesarios dos meses para apagar todas las llamas. 

Unas llamas que quemaron «las calles de Cimadevilla y Rúa, hasta la puerta de Socastiello y el hospital de San Juan; el barrio de la Chantría y Lonja, hasta la puerta de la Gascona; parte del monasterio de San Pelayo; las calles del Portal y San Antonio; el hospital de San Julián; la calle de la Herrería y gran parte de la Catedral», detalla Fermín Canella en su libro Oviedo.Guía de la ciudad y su concejo. Tan solo pudo salvarse la Santa Iglesia y la Casa de la Rúa, también conocida como del marqués de Santa Cruz de Marcenado y actualmente el edificio civil más antiguo de Oviedo.

Los efectos fueron devastadores. Por ello, pasados dos meses, en febrero de 1522, la ciudad solicitó ayuda al monarca para iniciar su reconstrucción, dada la imposibilidad de hacer frente por sí misma a tal gasto ante la falta de recursos. Así, con el objeto de paliar las consecuencias, Carlos I concedió a Oviedo celebrar cada jueves un mercado libre de todo tipo de impuestos

Además, para evitar fuegos similares, los panaderos fueron obligados a ejercer su actividad fuera de la muralla medieval que protegía la ciudad. Oviedo por aquel entonces tenía una importante producción de pan y harina, llegando a tener documentados hasta 49 molinos. De ahí en adelante, muchos de ellos pusieron en marcha sus negocios en las zonas más rurales, donde abundaban establecimientos de ocio nocturno y alterne con «muy mala reputación».

Cuando «la gente ruidosa y desocupada» regresaban de sus juergas nocturnas al ser ya demasiado tarde las puertas de las murallas ya estaban cerradas, entonces se resguardaban y quedaban a dormir al calor de los hornos (forno en asturiano) de estos obradores. Además, para mitigar el hambre hacían como los gatos: «arañaban algunas hogazas de boroña y pan de la bregadera» que arramblaban del interior de las panaderías. De ahí el motivo por el que a los ovetenses apasionados de la noche se les llamase «gatos del forno».

El Carbayón
El Carbayón

Actualmente, a los ovetense se les conoce como carbayones. Se trata de un gentilicio no oficial que se debe a un roble centenario («carbayo» en asturiano) que existía en la parte baja del Campo San Francisco, frente al Teatro Campoamor. El árbol medía nueve metros de circunferencia en su base, tenía dos troncos principales que alcanzaban una altura de 30 metros y aunque no se sabía su datación exacta se estima que podría tener unos 500 años.

Fue talado en 1879 por dos motivos. Por un lado, debido al mal estado de su madera y por otro lado la apertura de la nueva Calle Uría, que permitía conectar el centro con la estación del tren. Esto generó un fuerte debate político y social. Hoy en día una placa de bronce recuerda ahora el emplazamiento de aquel famoso árbol y además un trozo del tronco está guardando en una urna en el Ayuntamiento.