Los payasos de hospital de Asturias se reivindican: «Esto no es ponerse una nariz, un sombrero y meterse en una UCI»

LA VOZ DE OVIEDO

Parte de los payasos de Clowntigo durante la sesión de fotos para su calendario solidario.
Parte de los payasos de Clowntigo durante la sesión de fotos para su calendario solidario.

La labor social de Clowntigo va más allá de hacer reír a los niños y niñas ingresados en el Huca. Trata de crear emociones y humanizar espacios. Son un grupo «variopinto» formado por 16 integrantes que ensayan cada jueves en Oviedo y esta es su historia

10 jul 2023 . Actualizado a las 10:51 h.

Un payaso de hospital no es un payaso cualquiera. Valga la redundancia para explicar que estos singulares personajes que recorren las zonas de pediatría del Hospital Universitario Central de Asturias (Huca) no solo pretenden hacer reír a los menores ingresados y a sus familiares. Su función va más allá y son una verdadera terapia. Buscan generar emociones que transformen el espacio y crear recuerdos agradables de una estancia que nunca resulta fácil. La risa es, por supuesto, un «bálsamo» con el que evadirse por un momento de estas situaciones, pero cada habitación es «un universo» diferente al que hay que adaptarse. Esa es a grandes rasgos la labor de Clowntigo, una asociación fundada en el 2009 e integrada por un «variopinto» grupo de 16 personas: desde maestros a sanitarios pasando por artistas, un fotoperiodista o un carpintero

Todos los jueves en su local de Oviedo se reúnen para ensayar y recibir formación. La intención es profesionalizarse y dignificar una actividad que «es un oficio», defiende Fran García-Bernardo, fundador y coordinador de Clowntigo. «Esto no es ponerse una nariz, un sombrero e ir al hospital, ni meterse en la UCI, hacer un globito y a ver qué pasa», puntualiza el también maestro al subrayar que se trata de «un trabajo». Hoy por hoy, la asociación mantiene una organización mixta, con algunos payasos que ya cobran y otros voluntarios. Un «rara avis» dentro de este colectivo, que suele apostar por una cosa o la otra de forma exclusiva. Por el momento, se mantiene el «equilibrio» entre ambas partes y Fran lanza un deseo: «Ojalá alguno pudiera llegar a vivir en un futuro de ser payaso de hospital y que sea una profesión».

Mientras llega esa oportunidad, «hay que hacer las cosas bien y tener una formación muy potente, a nivel de payaso y a nivel de payaso de hospital, porque no es lo mismo hacer clown en la calle o en un teatro que en un hospital, en una habitación de UCI o con un niño de Oncología. Necesitas una serie de recursos que no te caen del cielo y hay que trabajar», apunta Fran. Entre ellos, la música, la magia, las marionetas o la improvisación, pero también la escucha «súper activa» para captar lo que sucede en la habitación y adaptarse a ello. Todo en su conjunto sirve de terapia y alivio tanto para los ingresados como para sus familiares, que atraviesan circunstancias de dolor, miedo o incertidumbre. 

La historia de Clowntigo

Fue Patch Adams quien inspiró a Fran García-Bernardo para poner en marcha Clowntigo. Considerado el primer médico payaso, su iniciativa de llevar la risoterapia a los hospitales dio la vuelta al mundo, tanto que su biografía protagonizó una película con Robin Williams como actor principal. Ya iniciado en el mundo del clown, una actividad que le «enganchó» y le pareció «muy bonita», vio el filme y algo le hizo «clic» en su mente. «Terminé de verla y dije: "hay que hacer algo de esto aquí"», confiesa. La figura del payaso ya existía en Estados Unidos y en Europa —también en España—, pero en Asturias no estaba tan desarrollada. 

Durante un año, Fran se desplazaba a Madrid los fines de semana para formarse como payaso de hospital con una asociación que llevaba más tiempo y le permitió hacer prácticas en el Hospital Niño Jesús. A su vuelta a Oviedo asumió el rol de profesor para trasladar sus conocimientos al resto de integrantes de Clowntigo. «Cometí muchos errores, pero me di cada vez más cuenta de la necesidad de esta figura», recuerda. En un principio no contaron con los permisos oportunos para entrar en el hospital, pero lejos de hundirse comenzaron a trabajar con diferentes colectivos como asociaciones de personas con parálisis cerebral o Secretariado Gitano. Eso sirvió para «coger tablas» y «crear grupo», por lo que fue una experiencia positiva. En un hospital entraron por primera vez en Gambia, a donde se desplazaron junto a la ONG Asturias por África, «una experiencia muy bonita». Después, tocaron a la puerta de la asociación Galbán primero y de Cruz Roja después para poder entrar al Huca, algo que se consolidó en el momento del traslado al nuevo edificio. 

Gracias a toda esa trayectoria pudieron definirse como asociación y marcar su camino, que no se reduce solo al ámbito hospitalario. En el Huca están en las unidades de Pediatría y Oncología Pediátrica, también en la UCI o en el Hospital de Día. Pero además trabajan con adultos ingresados en el Hospital de Cruz Roja en Gijón, donde empezaron durante la crisis del Covid-19 para animar a los sanitarios, y en la residencia del ERA del Naranco, donde adaptan su función a las personas mayores, «los grandísimos olvidados», lamenta Fran.

En un local de Ciudad Naranco los payasos de hospital de Clowntigo reciben formación.
En un local de Ciudad Naranco los payasos de hospital de Clowntigo reciben formación.

En definitiva, la terapia de Clowntigo va dirigida a público de todas las edades, «de los cero a los 102 años» que celebraron hace unos días con una residente. «Siempre se nos asocia al binomio niños, pero el payaso es una figura que puede trabajar con adultos y hay muchas entidades que lo están haciendo», defiende quien para los niños es Pachucho y para los adultos Presbicio. Además, la humanización hospitalaria ha llegado también a los colegios de Oviedo, puesto que uno de los proyectos en los que trabajan es la presentación de un audiovisual en los centros escolares que lo solicitan para que los niños y niñas se familiaricen con estas instalaciones sanitarias, desde la llegada a urgencias hasta el ingreso o las pruebas diagnósticas. 

Verbena, «la que quita la pena» y SusHurra, la «agotadora» payasa francesa

Cada integrante de Clowntigo asume uno o dos personajes —algunos cambian en función del espacio en el que actúen—, todos divertidos y singulares. Una es Verbena, «la que quita la pena», dice la psicóloga Susana Carnero. Llegó al grupo tras enamorarse del clown y comprobar que siendo payasa de hospital unía su «fascinación» por este mundillo con el valor «terapéutico» de la actividad. «Fue una conexión maravillosa y perfecta para mí», confiesa. Para ella, la labor de estos personajes en los hospitales sirve para «afrontar el sufrimiento a través de diferentes herramientas y aportar la filosofía del payaso frente al fracaso, el dolor, el miedo y todo lo negativo que allí ocurre», por eso son «de gran importancia».

De sus alrededor de ocho años como payasa de hospital guarda «un montón de anécdotas». Desde los «nervios» de las primeras veces hasta historias personales. «Me acuerdo mucho de un niño y una madre que no hablaban castellano; entonces, hicimos la visita, jugamos y todo fue perfecto sin palabras. Al marchar la madre nos miró de una manera que lo dijo todo, como agradecimiento y de repente alivio», rememora Susana. También muchos padres que cuando les ven llegar «lloran de emoción» al ver que su hijo se relaja y se evade. También la gente adulta de paliativos a la que visitan en Gijón o los mayores de la residencia muestran su agradecimiento y les animan a seguir ahí. 

Verbena y Sushurra, dos de las payasas de Clowntigo.
Verbena y Sushurra, dos de las payasas de Clowntigo.

«Cada día te llevas algo, te llevas un montón de cosas, desde una señora que nos dio las gracias por ayudar en su curación a una mamá que lloró cuando vio a su niño sonreír por primera vez desde hace mucho tiempo. Guardo muchos recuerdos, los hay en los que pienso y me respingo», apoya Vanessa González, una payasa que fuera de Clowntigo también se dedica a las artes escénicas. En la asociación es SusHurra, un personaje que sirve de «contrapunto» a su papel lúdico.

Con un «agotador» acento francés para algunos de sus compañeros, cuando Vanessa se convierte en payasa de hospital, su actuación dista mucho de cómo sería en la calle. Empezó hace unos seis años y al principio reconoce que le daba «mucho miedo». La razón es que es «muy diferente», aclara: «En las habitaciones el espectáculo es muy individual, es hacia la persona y avanza en función de cómo respondan las personas que están ahí, tanto el paciente como sus familiares, es más íntimo y más emocional». 

Buscar financiación, la parte «menos agradecida»

Para compensar la labor de los payasos de hospital, mantener el local y adquirir los diferentes objetos con los que trabaja, la asociación Clowntigo necesita buscar financiación, la parte «menos agradecida», confiesa Fran García-Bernardo. Junto a las ayudas públicas que reciben gracias a sus proyectos, el dinero llega de empresas privadas, colegios, organizaciones sociales o apoyos particulares. Afortunadamente, «cada vez hay más apoyos hacia lo que hacemos», aplaude el coordinador del grupo. Eso sí, tienen que «picotear» en diferentes lugares para conseguir mantener todo el mecanismo en marcha. 

«Nos ayuda alguna empresa, hemos tenido también puntualmente apoyos de los ayuntamientos, sin haber campañas nos llegan donativos de personas particulares o de colegios. Por ejemplo, el otro día nos dieron 1.600 euros que les habían sobrado a los alumnos de sexto de Primaria del colegio Carmen Ruiz Tilve de lo recaudado para el viaje de fin de curso, una cantidad con la que nosotros hacemos milagros», confirma Fran. Además, asociaciones como Aspace o Galbán, gracias a la que pueden pagar el payaso del Hospital de Día infantil en horario de mañana, colaboran con su labor. También venden tarjetas con una nariz roja pensadas para regalar en bodas y todos los años hacen un calendario solidario, toda una tradición para Clowntigo en la que ya se han puesto a trabajar este año.

Cuidarse para cuidar

Pese a que la función como payasos de hospital es hacer que las personas que atraviesan un mal momento se evadan, para ellos también hay situaciones difíciles. «Cuando ves a una niña pequeña y a una familia totalmente entregada a la situación que están viviendo, con una enfermedad dura, porque sigue habiendo un porcentaje de niños y niñas que desgraciadamente fallecen después de una lucha encarnizada de mucho tiempo, es complicado de digerir, porque detrás del payaso estamos nosotros y es muy duro», confiesa Fran García-Bernardo. Por eso tienen que tener «la cabeza muy bien amueblada» y es más necesaria si cabe la formación: «El objetivo es que aunque nos afecte sepamos gestionarlo y demos lo mejor de nosotros a pesar del dolor que a veces genera la situación».

Además, «si en un momento dado te afecta mucho también hay que saber retirarse, porque tú tienes que estar en buenas condiciones», explica el coordinador del grupo aludiendo, por ejemplo, a momentos de paternidad en los que puede «violentar» más si cabe ver a un niño intubado en la UCI. Para resolver estas situaciones de la mejor manera posible, hacen sesiones de autocuidado dirigidas por la psicóloga y payasa Susana Carnero.

«Es un momento de descarga, de desahogar, trabajamos a través de lo corporal con ejercicios simbólicos que a la vez nos conectan entre nosotros. El objetivo es cuidarnos, es tremendamente importante cuidarnos como grupo, creo que es uno de los éxitos de cualquier entidad, que el equipo humano esté conectado», defiende. Además de estos jueves de terapia resulta «imprescindible» tener buena comunicación con los compañeros, porque en la mayor parte de ocasiones trabajan en dúo.