Eli Pedraza, la colombiana que viste a trabajadores asturianos: «Mis uniformes no son para nada aburridos»

LA VOZ DE OVIEDO

Llegó a Asturias con el objeto de formarse profesionalmente y una vez adquiridos los conocimientos necesarios planeaba volver a su país natal, pero por amor decidió asentarse en Oviedo. Como lo suyo siempre fue la moda decidió abrir las puertas de un taller para confeccionar uniformes corporativos completamente personalizados: «El cliente si quiere puede elegir hasta el color de las costuras»
04 feb 2024 . Actualizado a las 09:15 h.Seguir las últimas tendencias es para Eli Pedraza una religión. Desde bien niña esta colombiana ya se sentía atraída por el mundo de la moda. Pero lejos de limitarse a consumirla, cuando aún era una adolescente, quiso participar en el proceso y crear sus propios diseños. Tras cursar los pertinentes estudios y confeccionar algún que otro complemento en la habitación de su casa decidió montar en su país natal su propia empresa textil. Dedicada a la fabricación de calzado personalizado, asegura, llegó a tener cuatro empleados. Por casualidades de la vida acabó viviendo en Asturias, viéndose obligada a dejar su negocio, pero continúa inmersa en el sector. Ahora se encarga de que los empleados de las diversas tiendas y comercios de la región vayan vestidos de punta en blanco.
Cuando cumplió 30 años y al ver que en su empresa le iba todo muy bien, Eli Pedraza decidió coger un vuelo y poner rumbo a España para poder especializarse aún más en la industria del calzado. En ese momento por su mente no rondaba la idea de mudarse a la península ibérica, y eso que su madre vivía en Asturias desde hacía ya tiempo. Pero, aunque le encantaba la región y de vez en cuando hacía alguna escapada para reencontrarse con su progenitora, su vida estaba en Colombia. Tenía bien claro que lo único que quería era aprovechar la estancia para estudiar y así poder seguir creciendo profesionalmente.
La sorpresa fue mayúscula cuando conoció a un asturiano que le hizo cambiar de parecer. Se quedó tan prendida de él que tiró incluso sus planes por la borda. Decidió quedarse a vivir en Asturias, aunque supusiera poner punto final a su empresa de calzado y a lo lejos que había llegado con dicho negocio. Una vez asentada en la capital asturiana, sirviéndose de la máquina de coser que le habían regalado, Eli confeccionaba con loneta o piel algún que otro complemento de moda. Así, mientras conseguía sacarse unos euros, la colombiana seguía en cierta manera vinculada con la industria textil.

A los pocos meses de empezar su nueva vida llegó la pandemia del coronavirus. Aunque para muchas personas la crisis sanitaria fue un duro golpe, para la colombiana fue todo lo contrario. Supuso una oportunidad, al menos laboralmente hablando. Debido a la obligatoriedad del uso de la mascarilla empezó a coser cubrebocas. Primero para la gente de su entorno y luego ya para todo aquel que le demandaba una. Aprovechando que de esta manera cada vez más gente conocía sus trabajos, en el momento que se levantaron las restricciones empezó a acudir a mercadillos para dar salida a todo aquello que confeccionaba en una habitación de su casa.
El producto estrella eran sus mandiles. Sin duda alguna, era «lo que más vendía» en su puesto ambulante. Estaban hechos tan al detalle que llaman la atención de cualquiera, incluso una empresa se puso en contacto con ella a través de sus redes sociales para encargarle «al por mayor» varios delantales. En ese momento, la colombiana vio una oportunidad de negoció. Alquiló una oficina en el centro de la ciudad y decidió centrar sus esfuerzos en confeccionar uniformes de trabajo. Pero no es ropa laboral al uso, sus prendas «no son para nada aburridas», sino todo lo contrario. «Tienen estilo y además las hago como el cliente quiere», asegura a sus 35 años.
Uniformes corporativos confeccionados hasta el más mínimo detalle
Antes de ponerse manos a la obra, Eli se reúne con cada uno de los clientes para saber exactamente qué es lo que quiere. O bien lo hace vía telefónica o acude presencialmente al negocio, en el caso de que este se ubique en Oviedo. Hay algunos empresarios que desde un primer momento tienen bien claro el tipo de uniforme que quieren para sus empleados, mientras que otros se dejan aconsejar por la colombiana.

Una vez que tiene bien clara la idea en su cabeza, haciendo uso de papel y rotuladores diseña los correspondientes atuendos en función de la «imagen corporativa» y de las necesidades de los empleados de la tienda o comercio. «Si es para una barbería tiene que llevar sí o sí bolso para que los trabajadores puedan guardar el peine y las tijeras», detalla. Cuando el boceto ya es una realidad procede a digitalizar el mismo. Tras realizar el acopio del tejido necesario a diferentes proveedores españoles y haciendo uso de patrones procede a cortar los uniformes. Sirviéndose de las diferentes máquinas de coser que tiene en su oficina ubicada en el número 5 de la calle Gil de Jaz confecciona los mismos. Y lo hace teniendo en cuenta hasta el más mínimo detalle: «Si el cliente quiere puede elegir hasta el color de las costuras».
Para grabar y bordar cada uno de los uniformes, Eli acude al espacio que tiene habilitado a escasos metros de la oficina donde habitualmente trabaja. Un proceso que dependiendo del volumen de encargos puede tardar entre «20 días o un mes». «Un mandil puedo hacerlo en un solo día pero claro hay ciertos tejidos que entre que llegan y no pasan unos días. Además para cortar si son muchos pues evidentemente me lleva más tiempo», asegura la costurera, quien solo el año pasado hizo en torno a «unos 250 delantales».

Además de hacer mandiles centrados en negocios de hostelería, estética y alimentación confecciona delantales para profesoras y alumnos. De igual modo, diseña casacas, camisas y hasta gorros. En el caso de que algún cliente le demande alguna camisa o polo para que sus empleados lo lleven debajo del delantal realiza el correspondiente encargo a un proveedor, ya que abarcar tal volumen de trabajo por las infraestructuras y medios le resulta imposible. Al fin y al cabo está ella sola al frente de todo esto. Hay veces que debido al gran volumen de trabajo se obligada a delegar funciones, en momentos puntuales su madre se pasa por el taller para ayudarla o si se ve que no da a basto y el tiempo se le echa encima contrata a alguien. Pero, por lo general, todo el proceso de producción es realizado «con mucho mimo y dedicación» por sus dos manos.
«Hay veces que hay negocios que se ven un poco aburridos pero en el momento que sus empleados pasan a llevar un uniforme guapo cambia la armonía del lugar»
En un futuro no muy lejano espera poder incorporar a la plantilla a algún que otro empleado. Y seguro que no tardará en hacerlo porque su cartera de clientes aumenta por momentos. «Gracias al boca a boca me conoce más gente. Hay muchos clientes que incluso repiten y esto también me hace mucha ilusión», cuenta orgullosa antes de señalar que diseña y confecciona uniformes para empleados de tiendas y comercios de todos los puntos de la región. También sus trabajos traspasan ya nuestras fronteras. «Actualmente estoy trabajando en un pedido para una chica de Sevilla que ya va dos veces que me hace un encargo y también hice envíos a Ciudad Real y Benidorm», detalla.
¿Qué beneficios reporta llevar uniforme?
Gracias a sus uniformes «completamente personalizados», cuando una persona pone un pie en aquellos negocios cuyos trabajadores visten sus diseños, estos se llevan una buena impresión. «En lo primero que te fijas de una persona es en su imagen, por eso es muy importante cuidar la vestimenta. Hay veces que hay negocios que se ven un poco aburridos pero en el momento que sus empleados pasan a llevar un uniforme guapo cambia la armonía del lugar», asevera Eli, quien asegura que ir uniformado «da la sensación de mayor profesionalidad y sobre todo de higiene».
Que los empleados vayan uniformados también hace que estos se sienten «con más fuerza» porque « tienen la sensación de formar parte del negocio». Les ayudaría además a ahorrar gastos y molestias que tendrían si usarían su ropa personal para trabajar. Y por si fuera poco irían más cómodos porque si hay algo que caracteriza a los mandiles y las casacas de Eli, aparte de la exclusividad y la calidad de los mismos, es que son «confortables». También son duraderos, «como mínimo el trabajador puede llevar ocho meses aunque puede tirar todo el año con él», confiesa, mientras corta uno de los delantales que le ha encargado un hostelero de la ciudad.
Así es como Eli Pedra consigue potenciar la imagen corporativa de aquellas empresas que confían en su trabajo. Su objetivo, evidentemente, es poder expandir su negocio y llegar a un mayor número de clientes. Pero mientras tanto seguirá creciendo personal y profesionalmente, dado que «de cada trabajo siempre se aprende». Ser una una mujer emprendedora, asegura, no es «nada fácil», en alguna que otra ocasión ya ha tocado suelo, pero le ha servido para coger el impulso necesario para seguir adelante y aportar su granito de arena en un mundo en el que la vestimenta dice mucho de cada persona.