Deja su trabajo en una multinacional para dedicarse a la cerámica: así cambió la arcilla la vida de Karla
LA VOZ DE OVIEDO
Tras darse cuenta que lo suyo es la creatividad, esta vecina de Oviedo diseña y cocina todo tipo de piezas de cerámica. Imparte también talleres que se han convertido en todo un éxito
13 ago 2024 . Actualizado a las 09:32 h.Hay veces que es necesario parar y tomarse un respiro para poder seguir adelante. Aunque esto implique tener que cambiar de aire y dejar un puesto de trabajo con un contrato fijo, a largo plazo el beneficio será mucho mayor. Está claro que tomar la decisión no resulta nada fácil, más cuando uno ya está acostumbrado a cierta rutina, pero hay veces que no queda otro remedio. Y sino que se lo pregunten a Karla Loreiro. Esta vecina de Oviedo cansada del ritmo de vida que llevaba apostó por poner punto y final a más de 15 años de experiencia en una multinacional del sector textil para dedicarse de lleno a su gran pasión, la cerámica.
Una apuesta que «sin duda alguna» ha sido todo un acierto. Pero quién le iba a decir a esta asturiana de 39 años que para poder seguir escribiendo su historia tenía primero que soltar. Y más sin saber qué le iba a deparar el futuro. A día de hoy no se arrepiente de nada de lo que ha hecho hasta la fecha pero sí que le hubiese gustado haber descubierto mucho antes el poder sanador que tiene la arcilla. Durante el confinamiento por la pandemia del coronavirus Karla comenzó a hacer manualidades para «evadirse de todo» pero no fue hasta que se levantaron las restricciones sanitarias cuando empezó a hacer con sus manos piezas de barro.
Primeros pasos en el mundo de la cerámica
Por «diversos motivos» dejó su puesto de empleo como encargada en una tienda de ropa y para aprovechar el tiempo libre, mientras se recomponía emocionalmente, decidió acudir a clases de cerámica. Al poco tiempo de iniciarse en este mundo a su marido le salió un viaje de trabajo a Málaga y se fue con él. Una vez asentada en la provincia andaluza como no quería que se le olvidase lo aprendido y además deseaba adquirir más conocimientos se apuntó a un taller, en el que el barro era el principal protagonista. «Se convirtió en mi trabajo porque iba 20 horas a la semana», cuenta sin evitar recordar cómo de mágicos eran aquellos momentos.
Cuando volvió a Asturias quiso seguir formándose en esta disciplina artística, de la cual cada vez se sentía más atraída. Tal era la pasión que sentía por la cerámica que en el momento que se le acabó la prestación por desempleo y, por tanto, tenía que volver a ponerse a trabajar para poder tener ingresos económicos decidió dedicarse profesionalmente a este arte. «Mi marido me regaló por sorpresa un horno y después de habilitar el trastero de mi casa comencé a hacer pequeñas piezas para familiares, amigos y los conocidos de estos», relata.
De primeras dio rienda suelta su creatividad en el trastero de su casa
Poco a poco Karla iba perfeccionando la técnica —a día de hoy sigue haciéndolo porque la cerámica es un mundo «muy complejo y súper extenso»— mientras que cada vez recibía más y más encargos. Se pasaba horas y horas encerrada en su pequeño espacio de trabajo, en el que además hacía «un calor horrible», moldeando, cocinando y personalizando a gusto del cliente todo tipo de piezas de cerámica. Desde tazas de diferentes tamaños hasta platos con los diseños más coloridos, incluidos jarrones o cuencos para perros o gatos
Como a medida que pasaban los meses eran cada vez más los individuos interesados en su trabajo, incluso gente de fuera de Asturias—«muchísimas personas ya nos preguntaron si hacíamos envíos a Estados Unidos o Argentina»— la joven artista vio la necesidad de tener un taller mayor. Se puso por tanto manos a la obra y buscó un local donde poder dar rienda suelta a su imaginación. Encontró el lugar ideal en Lugones y después de habilitar el mismo abrió al público las puertas de este coqueto espacio el pasado verano.
De esta manera podía mostrar sus piezas y hacer frente al gran volumen de trabajo. Para ello contaba con la ayuda de su amiga Susana, quien se encargaría a partir de ese momento de pintar personalmente cada uno de los artículos de su marca Norte Cerámica. «Sobre todo se le da muy bien dibujar a las mascotas», asegura orgullosa Karla, que decidió también impartir clases de cerámica para poder acercar el poder sanador de la arcilla al resto de asturianos.
«Hacemos dos tipos de talleres. En uno creamos una taza desde cero y en otro pintamos piezas», detalla la artista, antes de confesar que estas sesiones organizadas en grupos de máximo 12 personas se han convertido en una parte «muy importante» del negocio. «Estamos teniendo muchísima demanda porque de esta manera la gente consigue desconectar de la rutina. Además como el taller no se encuentra ubicado en una zona rural cualquier persona puede venir aquí después de salir de trabajar, no tiene que desplazarse grandes distancias o esperar al fin de semana para hacerlo», señala.
Quienes participan en estos talleres formativos aparte de evadirse de la realidad ven mejorada su autoestima. El simple hecho de conseguir hacer una taza o un plato con sus propias manos hace que se sientan mejor con ellos mismos. «Una vez vino una chica que me decía que se le daban fatal las manualidades, que de pequeña tenía que hacerle su madre las figuras de plastilina porque ella era incapaz. Y después de estar tres horas aquí —tiempo que dura el taller— marchó súper orgullosa porque se fue con una taza hecha por ella misma», rememora Karla, antes de señalar que «cualquier persona que venga va a salir de aquí con alguna pieza, de igual que sea más grande o más pequeña».
Hacer piezas con cerámica también ayuda a las personas a tolerar la frustración. «Nunca sabes cómo te va a salir, ni cómo puedes reaccionar, porque igual la arcilla se secó más rápido de la cuenta, o bien porque le dio el aire o porque hizo mucho calor. Hay veces que incluso se puede agrietar o romper… Es por tanto un trabajo muy impredecible», asegura Karla. Es por esta sencilla razón, entre otros adeptos, por los que los artículos de cerámica tienen un valor incalculable. «Se trata de piezas únicas y exclusivas porque en verdad nunca vas a hacer dos piezas iguales. Es prácticamente imposible. Además para hacer una pieza perfecta tienes que usar torno y yo en mi caso no lo hago, aunque sí se andar con él», dice la artista asturiana.
Y aunque parezca que no, cualquier taza, plato o jarrón hecho a partir de barro tiene también cierto valor sentimental. A Karla por ejemplo hay ciertas piezas que le remueven especialmente como por ejemplo el plato en el que aparece pintada una abuela y sus cinco nietos. «Cuando recibí el encargo no me pudo hacer más ilusión porque es algo muy tierno», asegura, antes de señalar otro de los trabajos más especiales que hizo: una taza para una persona ciega. «Fue además un reto para mí porque la frase que llevaba escrita tenía que estar en braille para que la pudiese leer. Tuve por tanto que hacer bolitas e ir pegándolas una a una con mucho cuidado», rememora con un pequeño nudo en el pecho.
Así es como la arcilla ha permitido crecer tanto personal como profesionalmente a esta asturiana. No puede estar «más contenta» de haber descubierto el poder sanador de la cerámica, porque si no hubiese sido por ella seguramente seguiría metida en un bucle. Además , a su negocio no le puede ir mejor. No deja de recibir llamadas o mensajes de personas que quieren acudir a sus talleres o hacerse con alguna de sus piezas.
Y si hablamos de futuro, Karla planea abrir muy pronto un taller en la capital asturiana. «Estoy buscando en Oviedo un local que me encaje. Quiero que sea mayor que este porque mi intención es poner más talleres. Algunos enfocados a los más pequeños, para que por ejemplo de cara a la Navidad puedan hacer adornos», asegura, con la esperanza puesta en que sus productos lleguen a cualquier punto del planeta. Lo más probable es que su arte se deje ver, más pronto que tarde, en casi todos los rincones.