De La Habana a Oviedo: la historia del cubano que jugó al ajedrez con Fidel Castro y el Che Guevara

Esther Rodríguez
Esther Rodríguez REDACCIÓN

LA VOZ DE OVIEDO

El cubano tiene un talento innato: domina a la perfección este juego estratégico
El cubano tiene un talento innato: domina a la perfección este juego estratégico

A sus 81 años y después de toda una vida vinculada a este deporte, Silvino García sigue transmitiendo su pasión por esta disciplina como profesor en la capital de Asturias

12 jun 2025 . Actualizado a las 09:37 h.

Por las venas de Silvino García corre sangre asturiana. Su padre era natural de Castrillón, aunque emigró a Cuba por circunstancias personales. En la capital del país caribeño el que hoy es uno de los grandes maestros de ajedrez nació y se crio en el seno de una familia «extremadamente» humilde. La situación de precariedad se agravó aún más cuando su madre cayó enferma, por lo que no le quedó más remedio que ponerse a trabajar siendo apenas un crío. Por casualidades del destino, mientras que se empleaba para sacar adelante a los suyos, descubrió su talento para el juego estratégico. Ese inesperado encuentro con el tablero fue el punto de partida de una carrera brillante que lo consagraría como una de las figuras más destacadas de este deporte a nivel internacional.

«Cerca de la esquina donde vendía naranjas alguien puso una mesa y empezaron a jugar al ajedrez», cuenta Silvino, quien se acercó de inmediato, curioso por saber de qué se trataba. Le llamó poderosamente la atención la forma en que se enfrentaban sobre el tablero y, sin dudarlo, pidió jugar una partida. Para su sorpresa, logró dar jaque mate a sus contrincantes en más de una ocasión. «No sé por qué pero se me daba bien», resalta. Tal era su destreza que, cuando se fundó un equipo de ajedrez en su barrio, no dudaron en llamarlo para integrarlo. A sus 17 años comenzó a participar con el club en las distintas competiciones que se celebraban en Cuba y mientras perfeccionaba la técnica se dio cuenta que su talento era innato.

«Recuerdo que una vez fuimos un amigo y yo a hacer el examen de ingreso a Ingeniería. Se presentaron 400 aspirantes y solo aprobamos 60. El profesor me decía: “No entiendo cómo, por la vía que tú lo hiciste, resolviste este problema. Explícamelo”. Y mi amigo me comentaba: “Es que tú piensas del final hacia el principio, no como todo el mundo, que va desde el origen hasta las consecuencias”», cuenta Silvino. Esa capacidad de anticiparse a los efectos de una jugada y planificar en función del objetivo final es una habilidad que distingue a los grandes jugadores del ajedrez y que, sin duda, el cubano ha tenido desde que vino al mundo un domingo 4 de junio de 1944.

Silvino García, en la olimpiada de ajedrez en La Habana
Silvino García, en la olimpiada de ajedrez en La Habana

Disputó varios torneos juveniles hasta que, en 1964, dio el salto al campeonato nacional. «Primero había que jugar por el barrio donde vivías, luego por el municipio, después por la provincia y finalmente en la final. Gané todas las competiciones, excepto la final, en la que quedé tercero. Ese evento era clasificatorio para el equipo olímpico, pero no me llevaron a la Olimpiada porque decían que era muy joven», asegura. No pudo por tanto representar a su país en la competición mundial pero sí que comenzó a disputar partidas de ajedrez por cualquier rincón del planeta.

«Empecé a participar en distintos torneos, muy por encima de mi nivel, enfrentándome a muchos grandes maestros. Fui incluso a Rusia, donde jugué torneos muy, pero que muy difíciles. Perdí muchas partidas, pero los grandes maestros me decían que las que gané fueron buenas», recuerda a sus 81 años. En ese instante se dio cuenta de que para poder lograr buenos resultados en esta disciplina debía estudiar y entrenar mucho, «al igual que en otros deportes». Me apliqué pero también suerte. «Llegaron a Cuba personas que jugaban mucho mejor que yo. Con gran generosidad, me enseñaban cosas, y yo fui aprendiendo de ellos. Me instruyeron en el ajedrez clásico, en la historia del ajedrez y en los principales pensadores de distintos períodos históricos», cuenta.

Desde entonces, Silvino ha perfeccionado su estrategia en el tablero hasta dominarla por completo. Se ha medido con grandes figuras como Boris Spassky, Vasili Smyslov o Mikhail Tal. Llegó a jugar contra siete campeones del mundo. «Aunque naturalmente los campeones del mundo ganan casi siempre, a uno le gané una partida que ahora se considera brillante, histórica», dice orgulloso. Participó en hasta diez Olimpiadas y fue cuatro veces campeón de Cuba, además de proclamarse dos veces campeón de toda América, desde Alaska hasta la Patagonia.

Durante casi 20 años fue vicepresidente de la Federación Americana de Ajedrez y, durante 14 años, ocupó el mismo cargo en la Asociación Iberoamericana de Ajedrez, presidida por el máximo responsable de la Federación Española. También, de manera inesperada, desempeñó cargos en la FIDE, aunque nunca fue su propósito ocuparlos. No obstante, de todos los títulos que ostenta, el que lleva con más orgullo es el de gran maestro. Es la distinción más alta que puede obtener un jugador de ajedrez, después del de Campeón del Mundo.

El cubano tiene un talento innato: domina a la perfección este juego estratégico
El cubano tiene un talento innato: domina a la perfección este juego estratégico

Silvino logró el título de gran maestro de ajedrez en 1975, después de ganar el III torneo Costa Brava, en España. Se convirtió así en el primer latinoamericano en conseguir dicha denominación. Por aquel entonces, «solo cien personas en el mundo ostentaban tal distinción». «Me convertí, por tanto, en una figura pública», recuerda el cubano, quien a partir de ese momento comenzó a formar a destacadas figuras dentro de esta disciplina deportiva. «Pedí que me reunieran a los muchachos más talentosos del país para impartirles cursos. De ellos, dos fueron grandes maestros y han representado a Cuba durante años», destaca orgulloso.

Impulsor del ajedrez en su tierra natal

Propició también la celebración de competiciones, no solo en Cuba sino en otros países americanos como Bolivia o México. «En Yucatán hicimos grandes torneos», destaca orgulloso. Con el tiempo, el cubano propuso la creación de una universidad especializada en ajedrez. Sin embargo, el Consejo de Ministros de Cuba rechazó tal petición. «Para aprobarlo se requería que todo el mundo estuviera de acuerdo pero había seis ministros que estaban en contra. Eso sí, me dieron la posibilidad de debatir con ellos. Después de reunirnos y explicarles mis razones, estos aprobaron el título», cuenta. Para poner en marcha esta institución académica, la única condición que impusieron fue que Silvino estuviera al frente de la misma.

Jamás en la vida había pensado en dirigir nada, «ni mucho menos», pero no le quedó más remedio que aceptar para que creasen el Instituto Superior Latinoamericano de Ajedrez. Desde este centro de enseñanza, Silvino y su equipo impulsaron la expansión de esta disciplina a lo largo y ancho del país. «Llegamos a organizar una simultánea en la que participaron más de 11.300 personas. Fue reconocida por Guinness World Récords como la mayor simultánea de ajedrez del mundo», resalta antes de recordar ese 7 de diciembre de 2002.

Su primera partida contra Fidel Castro

Con la Plaza de la Revolución de La Habana completamente llena, Silvino sintió de pronto que alguien le tocaba el hombro y le preguntaba qué harían si empezaba a llover de repente. Sin dudarlo, respondió: «Nos quedamos», y se dio la vuelta. Para su sorpresa, quien le hablaba era nada menos que el propio Fidel Castro. «Me contestó: “Tú atiendes a las personas que vayan al hospital” y luego me invitó a jugar una partida», cuenta. Se sentaron frente a un tablero y comenzaron a mover las piezas, mientras la multitud observaba con asombro aquella escena inesperada.

«Me asombró que jugara tan bien. Pero, en un momento determinado, cometió un grave error. Le dije: “Retire ese movimiento, es un error”, a lo que me respondió: “No se pueden echar atrás las decisiones que uno toma”. Entonces le ofrecí tablas, y me dijo: “No, su deber es ganarme”. Así que inicié un ataque y lo dejé en una posición completamente maniatada. En ese momento, repetí el movimiento. Me dijo: “Muy agradecido, muy gentil, maestro”», relata el cubano. Aunque hizo tablas con el dictador consiguió, sin embargo, poner en jaque mate al Che Guevara.

Con el guerrillero cubano jugó más de una partida

«En el Ministerio de Industrias, que él dirigía, se organizó una simultánea con Mikhail Tal, el gran campeón mundial de ajedrez. El Che participaba como uno de los jugadores y en una de sus partidas hizo tablas. Después, él y el hombre a su lado comenzaron a analizar la partida. El Che sugirió una jugada, pero el otro no estuvo de acuerdo y propuso una diferente. Entonces comenté: “A ver qué dice el Che”. Él me miró con seriedad, y un escolta se acercó y me dijo: “El Che es para sus compañeros de armas. Para los demás, es el comandante Guevara”», cuenta Silvino. Entonces, avergonzado, le dio una patada a la pared y se marchó. «No sé por qué me puse tan bravo», dice entre risas.

Al cabo de unas semanas, mientras organizaba las partidas de una nueva edición de Capablanca, el comandante de la Revolución cubana se le acercó, le apoyó una mano en el hombro y le pidió su opinión sobre una posición concreta. «A los pocos días viene y lo mismo», dice. Durante su participación en el torneo clasificatorio para las olimpiadas, el Che Guevara también se convirtió en su mayor seguidor. «Venía todos los días a ver las partidas porque era un gran aficionado», resalta Silvino. Finalmente se convirtió en el ganador de este certamen que puntúa para el título de Gran Maestro de Ajedrez. «En la gala de entrega de premios, según me vio vino corriendo a donde estaba y me abrazó», recuerda así su buena relación con el guerrillero.

Silvino García, junto con su mujer Ana Gloria Torres
Silvino García, junto con su mujer Ana Gloria Torres

Aunque ha desempeñado algún que otro trabajo, Silvino ha vivido y vive prácticamente del ajedrez. Este deporte se ha convertido, desde que tiene uso de razón, en su forma de vida. Ha disputado infinidad de partidas, algunas de las cuales le han llevado a ganar premios importantes en distintos rincones de nuestro planeta. Una de ellas incluso figura en el libro que recoge las partidas «más brillantes» de todos los tiempos. Fue una que jugué contra un español. A mí no me parece que sea la más brillante que haya jugado pero al autor del libro sí y eso hace que me sienta muy contento», dice orgulloso.

Considera que su mejor partida es la que disputó contra Vasili Smyslov. «Para mí es de las más brillantes, no solamente porque fuera un campeón mundial sino porque fue una partida que no todo el mundo logra jugar. Una partida así contra ese tipo de personaje que es un ajedrecista clásico, súper sólido, impenetrable. Y que, además de eso, para mí era también un modelo de admiración», dice el cubano que define su forma de jugar como surrealista. «Al igual que en la pintura existe un estilo clásico en la pintura y de pronto aparece Picasso, pues lo mismo: jugaba como Picasso», manifiesta.

A sus 81 años forma a ajedrecistas en Asturias

Tras más de siete décadas viviendo en el país americano, Silvino quiso cambiar completamente de aires. Como sus hijas viven en España —país al que todos los años ha visitado para jugar al ajedrez— decidió hacer las maletas y dejar atrás todo para estar más cerca de ellas. Al saber que iba a cambiar de residencia, el club de Oviedo que lleva 30 años creando cantera de ajedrez en Asturias le ofreció emplearse como instructor en el centro de tecnificación que tienen en Ciudad Naranco. Sin dudarlo ni un instante, el cubano dijo que sí.

«La labor que hacen en el Centro de Tecnificación Ciudad Naranco Ajedrez no la hacen en todas partes. La enseñanza de esta disciplina es un instrumento súper favorable para los niños y para las sociedades en su conjunto también. Que el ajedrez se convierta en una cultura masiva es sumamente valioso y que desde aquí se impulse a esto me hace muy feliz», dice Silvino, consciente del auge de esta disciplina. «Hay muchas personas con mucho entusiasmo ajedrecista», manifiesta.

Desde hace seis años, el cubano vive en la capital de Asturias junto con su esposa y no puede sentirse más pleno. «He estado en muchos lugares del mundo pero la única vez que me he enamorado de un sitio es aquí, en Oviedo. Me siento tan complacido y enamorado de esta ciudad», destaca. Ahora, Silvino se siente más conectado con sus raíces, aunque siempre ha tenido muy presente su origen. Estar en la tierra donde crecieron sus antepasados le llena de orgullo.

Si tiene que dar un consejo a quienes juegan al ajedrez, Silvino lo tiene claro: «Es fundamental que la gente entienda que el trabajo es más importante que el talento», afirma con convicción. «Si tienes talento y no trabajas, te quedas atrás», aclara. Desde su propia experiencia, califica esta disciplina como «muy dura». «Es un deporte realmente difícil. Tenías que pasar horas, incluso días, pensando frente al tablero, y eso es agotador. Requiere un nivel de equilibrio psicológico tremendo», resalta.

Por eso, les enseña a sus alumnos a «respirar y sentir» antes de mover cualquier pieza. «No se trata solo de encontrar jugadas, sino de identificar la posición para descubrir nuevas ideas», explica. Y concluye con una reflexión clave: «Todo el tiempo tienes que asumir que lo que estás haciendo no es perfecto. Si no tienes esa disposición para autoanalizarte, no progresas. Esa es la esencia competitiva».