La pasión por el fútbol de las iraníes desafía a su régimen

RUSIA 2018

TOLGA BOZOGLU | REUTERS

Tras la apertura en Arabia, el pasado mes de enero, Irán es el único participante en el Mundial que prohíbe a las mujeres acceder a los estadios

18 jun 2018 . Actualizado a las 23:25 h.

Hace casi cuatro décadas, en 1979, tras el triunfo de la revolución islámica que derrocó al sha persa Reza Pahleví y situó en el poder al Ayatolá Jomeini, el régimen iraní restringió los derechos de las mujeres. Les obligó a utilizar en público el velo, el hiyab, y, entre otras medidas, les prohibió el acceso a todo recinto deportivo en el que practicaran deporte los hombres. 

Hace apenas unos meses, en marzo de este año, 35 mujeres fueron detenidas cuando trataban de ver un partido de fútbol. Ocurrió en el estadio Azadí, de Teherán, en el que se enfrentaban ese día el Esteghlal y el Persepolis FC. Se las retuvo mientras duró el encuentro y, posteriormente, fueron puestas en libertad. El portavoz del Ministerio del Interior, Salman Samanid, justificó entonces que se les trasladara «a un lugar adecuado» para ellas.

Fueron precisamente cinco mujeres, aficionadas del Persépolis, las que lograron burlar la seguridad del estadio y acceder, disfrazadas de hombre, al partido en el que su equipo se jugaba la Liga iraní ante el Speidrood Rasht, y que acabaría conquistando tras vencer por 3-0. Su imagen dio la vuelta al mundo.

Del estadio Azadí, que paradójicamente significa «libertad» en persa, sacó la policía, detenida, a Ghoncheh Ghavami el 20 de junio del 2014. La activista había acudido a presenciar un encuentro de la Liga Mundial de voleibol entre Irán e Italia, junto a un reducido grupo de mujeres. Tenía entonces 25 años y fue condenada a uno de prisión. Pasó encarcelada cinco meses, hasta que el tribunal de apelaciones accedió, en abril del 2015, a devolverle la libertad. Le mantuvo, eso sí, retenido el pasaporte.

La presión de los sectores más aperturistas, y la repercusión que tuvo la detención de Ghavami, despertó la conciencia de la Federación Internacional de Voleibol. Decidió no conceder a Irán ninguna competición internacional, en la que pudiese ejercer de anfitrión, si no se permitía el acceso de las mujeres. El gobierno iraní se comprometió a permitirles la entrada para acoger el Circuito Mundial de Voley Playa, en febrero del 2016. Sin embargo, a última hora, en el martes inaugural, se les cerró el paso.

Las críticas a la Federación, que había vendido la exigencia como indispensable, se multiplicaron. El portavoz de la FIVB, Richard Baker, achacó la restricción a «algunos malentendidos con respecto a la seguridad». La mujeres pudieron acceder días después a una cafetería contigua con vistas a la pista central.

En junio del 2017, la Liga Mundial de Voleibol llevó, al mismo estadio Azadí de la capital, el Irán-Bélgica. La Federación Internacional reiteró su condición para el evento. 300 mujeres lograron acceder. Los medios iraníes las ocultaron en todo momento de las imágenes e incluso la organización negó haberles vendido entradas. La reivindicación, ya traducida al inglés, buscaba el amparo internacional. «Let Iranian women enter their stadiums» (permitan a las mujeres iraníes acceder a sus estadios). Pancartas con el mismo lema se habían visto ya en los Juegos Olímpicos de Río. 

Los gestos aperturistas desde el gobierno iraní han sido en las últimas décadas pequeñas rendijas que vuelven a sellarse una vez asomadas. Durante la fase clasificatoria del Mundial de Alemania, en el 2006, el entonces presidente iraní, Mahmud Ahmadineyad, sorprendió al autorizar de forma excepcional que las mujeres pudieran acceder a los estadios de fútbol para alentar a su selección. Lo harían en una grada apartada de los hombres. Fue solo un guiño puntual.

el fin del veto en Arabia

Irán compartía esa restricción con Arabia Saudí hasta el pasado mes de enero. En un intento de gesto de modernidad, antes del Mundial, el príncipe saudí Mohámed bin Salmán decidió levantar ese veto a las mujeres. Más de un centenar acudieron al estadio Rey Abdullah, en Jedá, para presenciar el encuentro entre el Al-Ahli y el Al-Batin.

Tras la decisión del príncipe saudí, Irán es el único país presente en el Mundial que mantiene semejante prohibición. Las pancartas que exigen el final de esa ley volvieron a verse en el partido ante Marruecos de la primera jornada en Rusia. Varios colectivos han solicitado después a la FIFA que permita exhibirlas de nuevo, y en mayor número, en el encuentro de este miércoles ante España. Las iraníes podrán disfrutar en el Kazán Arena de algo que, en su país, sigue constituyendo un delito.