El futuro de España en el Mundial está en manos de la dirección técnica de un hombre al que su historial sitúa, casi siempre, fuera de lugar. Lo estaba en sus comienzos como peligroso defensa. En sus dos primeros años en el Valladolid fue expulsado cuatro veces. Una roja cada 16 partidos promedió. Ya en el Madrid, protegido por los árbitros, descendió su media, pero acumuló diez más durante sus años como profesional. Fuera de lugar estuvo siempre también ese dedo índice que paseó por España adelante dirigiéndose a sus rivales en modo desafiante.
Fuera de lugar estuvieron los codazos a varios blanquiazules y la bestial patada al deportivista Fran en aquella semifinal de Copa que Soriano Aladrén hurtó al Dépor en 1989. Fuera de lugar estuvo el día que debutó como internacional español. Meses después de aquel partido del torneo del k.o., Luis Suárez lo hizo estrenarse en un Riazor que se desgañitó desde el primer minuto pitando cada vez que tocaba el balón.
Fuera de lugar estuvo cuando tras ser despedido del Madrid por Florentino, volvió años después a refugiarse bajo las faldas del magnate de la construcción.
Y fuera de lugar se está encontrando ahora, que se aprovechó de la negligencia de Lopetegui para convertirse en inexperto seleccionador absoluto. Una decisión sobre la que, cada día, son más los internacionales que se muestran contrariados.
Él lo sabe y tiene que convivir con ello. Por este motivo, por estar fuera de lugar, ahora se siente con las manos atadas para adoptar decisiones necesarias para España, pero que podrían no gustar a algunos pesos pesados.
Y en ese momento, reaparece el Hierro desafiante de antaño para enojarse cuando le exponen que esta selección, que podría incluso ser campeona del Mundo, estuvo horrible ante Irán. Es lo que tiene estar atado de manos y fuera de lugar.