Bibiana Infante: «Los móviles son las cuidadoras más baratas del siglo XXI»
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La entrenadora de padres en Disciplina Positiva creen que los deberes son la prueba de que el sistema educativo está fallando
06 oct 2017 . Actualizado a las 07:52 h.«Los deberes son una prueba de que el sistema educativo está fallando», se moja la psicóloga Bibiana Infante, directora de Disciplina Positiva Galicia y miembro fundador de la asociación española de esta forma de educar que aúna cariño y firmeza. Esta «profe de profes» me recibe en un kit kat de tiempo entre taller y taller profesional, en el parque, ejerciendo como madre.
-Es lo fuerte de la jornada.
-Ese planazo de las madres... ¡momento parque!
-Hoy les comprendemos, nos adaptamos a ellos, compartimos muchas cosas juntos, ¿a costa de exigirles más?
-Queremos darles muchas experiencias de vida. Me lo llevo aquí, me lo llevo allá... Queremos hacerles partícipes, pero a veces no nos damos cuenta de que son niños, de que se descolocan, de que se pasan de rosca... Y ahí ya no somos tan tolerantes, y llega el reproche: «Encima que te traigo, no te gusta». Pero, por otro lado, nos volcamos haciéndoles supercumpleaños, fiestas con muchísimas opciones... Y es demasiado. Ni Juanín ni Juanón.
-Varios expertos han desatado la alerta en torno a los móviles. ¿Se nos están yendo de las manos?
-Los móviles son las cuidadoras del siglo XXI, así les llamo yo; son baratas, no cuestan casi nada, igual cien euros al año. Lo de cuidadoras lo digo en el sentido de que son los móviles los que se encargan de entretener a los niños en la sala de espera, en el avión... Lo tenemos muy fácil, el niño queda obnubilado.
-Pero el coste a la larga es alto.
-Claro. Al darles el móvil o la tablet para todo acaban asociándolo a comer, a estar en el restaurante o a dormir. Y la asociación es peligrosa, hace que no se centren en cosas básicas como comer. Pero también exigimos a los niños cosas que no están preparados para soportar...
-¿Pasamos del baby bum a la adultocracia, pocos niños en un mundo muy adulto?
-Sí. Hay que ser realista. No podemos pretender que un niño aguante en un restaurante una tertulia de dos horas. O no te tomas el café o lo haces en un sitio donde él pueda moverse. Como padre debes entender que tu hijo no puede aguantar una hora viendo cómo hablas de Cataluña con otros comensales.
-Los padres de antes no nos llevaban tanto a comer fuera ni nos sobrevolaban...
-Estábamos en casa, comíamos en casa... Hoy sí nos llevamos a los niños a todas partes, o porque no tenemos con quien dejarlos o porque no tienes cancha ni para ir a hacer la compra. Las cosas han cambiado, pero hay que seguir haciendo cambios.
-¿Qué necesitan los niños?
-Un buen modelo. Si lo que ven cuando están contigo es una persona con autocontrol, asertiva o tolerante, lo van a copiar. Ellos aprenden por imitación. Mejor una madre que se muestra así dos horas que otra que está seis horas con ellos y se pasa gritando cinco. Siempre debe haber respeto mutuo. Hay que respetar al niño, pero el respeto empieza por ti mismo.
-¿Hay que ponerles límites?
-Amablemente. No gritarles ni humillarles, pero sí decir «no» con cariño. Los padres tenemos que aprender a cerrar la boca. Un simple «no» es suficiente.
-¿Malcrían los besos o hay que darles muchos?
-El contacto es bueno, no malcría. Un abrazo de 20 segundos químicamente te descompone. ¡Te desploma! Pero hay familias muy besuconas y otras que no tienen por qué serlo. Lo que importa es el concepto de amor incondicional. Que aunque el niño se equivoque o cometa un error, sienta: «Me van a querer siempre».
-¿De los errores se aprende?
-Con los errores se crece.
-¿Y el elogio, les arropa o les desarma?
-A nadie le amarga un dulce... Pero cuando al niño le dices 50 veces qué bien pinta, no se lo cree. El elogio desmedido genera baja autoestima e inseguridad. Es como alimentarles solo con dulces.
-César Bona advierte que se debe aprender sin deberes. ¿Por qué prueban un fracaso del sistema educativo?
-Es raro que tras pasar siete u ocho horas en el colegio, tengan que seguir trabajando en casa. Es como si estás ocho horas en tu empresa y te llevas dos de trabajo a casa. Entonces, algo no va bien.