«Derrota dolorosa en Canarias»

David Herrero García 

SPORTING 1905

Babin
Babin laliga

Artículo de opinión

30 nov 2020 . Actualizado a las 17:34 h.

Aterricé en Orzola, un pequeño pueblo pesquero ubicado al norte de Lanzarote, el pasado mes de agosto. Orzola es un lugar tranquilo, con menos de 400 habitantes, unos cuantos restaurantes que no dudan en apagar sus cocinas antes de las diez de la noche y casas de un blanco homogéneo que apenas alcanzan los dos pisos de altura.

La primera idea que te viene a la mente cuando caminas por las dos calles que atraviesan el pueblo es: intenta no alterar nada de lo aquí presente. En un terreno aún no arrasado por el turismo de happy hour y balconing, uno siente que en cualquier momento puede ser señalado como intruso. Sin embargo, al llegar al apartamento, nuestro casero, apodado en el lugar como Miguel “El Rana”, nos dijo que Orzola se había convertido en el lugar con más tráfico de personas de todo el país. Y tras mostrarnos el piso volvió a recalcar que el pueblo estaba completamente desbordado. No sé si lo decía con orgullo o si, por el contrario, había indignación en sus palabras, creo que él tampoco tenía claro cómo afrontar aquello.

El principal atractivo del pueblo para el gran público es que desde el puerto salen todas las mañanas ferris con destino a la isla de La Graciosa, recientemente reconocida como la octava isla habitada de Canarias. Así que al despertar decidimos acercarnos al Minimarket “El Rana”, regentado por nuestro casero, a comprar bebida y dos de sus famosos bocadillos de carne y nos dirigimos hacia el ferri. Fue el propio Miguel quien nos habló de sus bocadillos la noche anterior. En cualquier otro lugar uno desconfía cuando intentan venderle algo de forma tan descarada, pero en esta ocasión no fue así. Miguel desprendía esa bondad en peligro de extinción del que enumera virtudes y defectos con la sola intención de informar a su interlocutor. Miguel no pone en su currículum que habla inglés nivel avanzado y francés nivel medio porque lo cierto es que él no habla esos idiomas.

Las calles de La Graciosa son de arena y casi impresiona encontrarse una oficina de Correos, símbolo al mismo tiempo de progreso y pasado. Al poco de desembarcar, la multitud se dispersó en búsqueda de bicicletas para recorrer la isla. Apenas tres restaurantes, un par de modestos hoteles y centenares, o quizá miles, de bicicletas. Me pregunto si el negocio del ciclismo habrá sido implantado por los propios isleños o si les habrá llegado impuesto desde fuera. De todas maneras, nosotros también caímos en la trampa y nos hicimos con las bicis y un mapa para visitar las distintas playas salvajes de la isla.

Y en aquel momento, con todo a mi favor y un pequeño paraíso a la espera, me derrumbé. El paisaje salió rápido a la contra, me cogió la espalda y remontó el partido. En un abrir y cerrar de ojos la victoria placentera en que estaban consistiendo los días de vacaciones dio paso a una dura derrota. Al principio decidí usar el viento como chivo expiatorio, ya que nos golpeaba de cara ralentizando nuestro avance y exigiendo un mayor esfuerzo en cada pedalada. Pero pronto descubrí que la verdadera culpable era la bicicleta. Porque no funcionaban bien los cambios y aquello me obligaba a usar marchas muy bajas que me exigían dar un mayor número de pedaladas y entonces no conseguía explicarme por qué no había cogido una bicicleta eléctrica. En aquel momento de desesperación los quince euros de diferencia eran calderilla. Al poco nos adelantaron un par de jeeps que dejaban a los ocupantes en la entrada de cada playa, pactaban la hora de recogida y los llevaban a la siguiente cala. La derrota era dolorosa.

Cuando concluimos las tres horas y media de ruta y nos sentamos a comer en una terraza, la memoria reseteó los recuerdos y el cansancio físico dejó paso a las bonitas estampas que nos había proporcionado el paisaje a lo largo de la travesía. Aunque el temor al pedaleo necesitó más tiempo para abandonarme. La posibilidad de una nueva contra siempre acompaña.

En definitiva, echar la culpa a la bici es lo fácil, lo primero que se nos viene a la cabeza. Y no hay problema alguno en ello, salvo cuando se convierte en hábito y resulta que todas las bicis presentan defectos insalvables. Entonces el problema somos nosotros, que carecemos de fondo físico. 

Veremos qué ocurre el jueves contra el Albacete.

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