Texto de análisis
22 oct 2021 . Actualizado a las 03:27 h.No fue el partido más destacable en términos generales del Real Sporting de Gijón, especialmente teniendo en cuenta las dos versiones tan diferentes de los pupilos de David Gallego con el paso por vestuarios mediante. Más allá de eso, que evidentemente difumina cualquier análisis, fue el primer encuentro con varias novedades dentro del once habitual, con varias rotaciones que sirvieron para medir a futbolistas que están contando con menos minutos en el desarrollo de la temporada.
Uno de estos cambios fue el de Nacho Méndez, que al igual que ocurriera en las dos primeras jornadas de la competición liguera, sustituyó a Pedro Díaz acompañando a José Gragera en el doble pivote del 4-2-3-1 rojiblanco. El luanquín, que había contado sus apariciones desde entonces como solución a partidos atascados, jugando al lado del propio Pedro para sumar dinamismo en el juego del Sporting, tuvo en esta ocasión la responsabilidad de ser el organizador de los de David Gallego en un escenario en que el balón tampoco estuvo excesivamente controlado por los asturianos.
Sin embargo, ese contexto diferente no le vino precisamente mal a Nacho, que desde un primer momento hizo gala de su ímpetu y capacidad para abarcar campo tanto con balón como sin él. Actuó habitualmente por delante de Gragera, y rara vez en paralelo al gijonés, un matiz que cambia respecto a la posición media que suele marcar un Pedro más involucrado en los primeros pases. Méndez era más un conector entre su compañero en el doble pivote y los jugadores por delante de línea de balón. Es por ello que desde la conducción y el pase, la intención del luanquín solía pasar por el avance, por la verticalidad. En un partido de mucho ida y vuelta, esto solo agregó leña al fuego, pero también permitió al Sporting adaptarse a un contexto más cercano a la idea del rival que a la suya propia.
Evidentemente, el 100% de los pases no fueron hacia adelante, cada uno responde a un contexto concreto en el que no siempre se puede avanzar y otros momentos en los que directamente ni conviene. Sea como fuere, la voluntad de Nacho se refleja en la dirección de muchos de sus pases, buscando el pase vertical tanto en corto como a zonas intermedias en una mayor proporción de lo habitual para un organizador.
Haciendo al equipo más largo mientras delegaba en Gragera la responsabilidad en los primeros pases, Nacho también aportó un dinamismo e intensidad necesarios sin balón. En presión era el elemento que se soltaba por dentro para perseguir a su marca en el clásico marcaje individual cuando el Sporting busca a su rival muy arriba, aquí sí, en un papel similar al habitual de Pedro. Sin embargo, en una cuestión que no aparece en las estadísticas, la movilidad de Nacho sin el cuero en su control permitió la generación de espacios por dentro, hizo al equipo más dinámico y facilitó que otros nombres (Berto o Djuka con sus descargas o Gaspar apareciendo) influyeran en los ataques rojiblancos en la zona ancha.
Todo esto se disipó en la segunda mitad. Se deshizo cual azucarillo en té caliente. El equipo tuvo menos posibilidades de salir jugando, quedando arrinconado más tiempo del deseado en la mitad de campo propio, lo que limitó los movimientos de Nacho y su participación en el juego. Además, se le requirió más defensivamente en aspectos menos positivos para él, pues los de Gallego apenas pudieron presionar arriba. El contexto cambió por completo, y el resto de minutos del luanquín acompañaron a la imagen general del equipo.
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