Otros locales se vieron obligados a subir el precio del pan hasta tres veces para mantener la entrega a domicilio: «A pensión do meu marido non daba nin para pagar a luz», cuenta una panadera
A Pontenova, Rábade y Outeiro fueron las localidades en las que el hombre, de 50 años, pasó su vida. Tuvo varios talleres por la provincia y sus conocidos lo recuerdan como un «gran trabajador»