El veto a inmigrantes de Trump tropieza por segunda vez con el juez

ADRIANA REY NUEVA YORK / CORRESPONSAL

ACTUALIDAD

MANDEL NGAN | AFP

«La gente mala debe estar muy contenta», respondió tras no prosperar su apelación

06 feb 2017 . Actualizado a las 17:38 h.

«Denegada», respondió con inusitada rapidez el Tribunal de Apelaciones del Circuito Noveno de EE.UU. a la apelación que horas antes había presentado el departamento de Justicia del país.

«¡La gente mala debe de estar muy contenta!», respondió Donald Trump en Twitter. De nada sirvieron sus intentos de levantar la paralización del veto migratorio, que previamente había ordenado el juez James Robert en respuesta a la demanda de los estados de Washington y Minnesota, permitiendo así la entrada de los inmigrantes de siete países de mayoría musulmana y la devolución de más de 60.000 visados que habían sido cancelados por el Departamento de Estado.

Ahora, la sentencia provisional del tribunal federal está pendiente de una respuesta definitiva, pero todo apunta a que la guerra entra la Casa Blanca y la judicatura estadounidense va para largo.

«Vamos a ganar esta batalla. El juez tomó una decisión incorrecta», dijo ayer el vicepresidente estadounidense, Mike Pence. Sin llegar a cuestionar a la autoridad judicial, Pence sí justificó el ataque que Trump lanzó al magistrado Robbart, al llamarle «supuesto juez»: «Creo que los estadounidenses están muy acostumbrados a que el presidente diga lo que piensa de manera muy directa».

Según varios expertos legales, es más que probable que la batalla sobre el veto migratorio acabe en el Tribunal Supremo. «No tengo ninguna duda de que en este caso se llegará al Alto Tribunal», vaticinó la senadora demócrata Dianne Feinstein. En sus filas, nada gusta este extremo teniendo en cuenta la mayoría conservadora que se alcanzará con la aprobación del juez nominado por Trump, Neil Gorsuch.

Sea como fuere, sus críticos aseguran que el decreto ha puesto en jaque el orden constitucional, al suponer un ataque directo contra la Primera Enmienda de la Constitución, donde se protege la libertad religiosa. No sería el único escollo existente. Varios analistas apuntan a que la orden antiinmigrante también actúa en contra de la Quinta Enmienda, encargada de garantizar «igual protección» a los ciudadanos. «La base de la orden discrimina de manera inadmisible al origen nacional», sostiene Lana Ulrich, consejera legal del Centro Nacional de la Constitución. 

Ola de deportaciones

Los expertos constitucionalistas están desbordados por las consecuencias de la política migratoria del presidente Trump. No solo en cuanto a la orden que cierra las fronteras a los ciudadanos de siete países de mayoría musulmana, también en cuanto a deportaciones de indocumentados con antecedentes se refiere.

Varios analistas ya han advertido que EE.UU. podría enfrentarse a una oleada masiva de deportaciones, no vista en muchos años. Los Angeles Times calcula que entre seis y ocho millones de simpapeles, serán víctimas de redadas masivas y deportaciones y no serán solo los «bad hombres» a los que se refirió Trump.

La orden permite a los agentes migratorios «detener casi a cualquier persona que ellos contacten y que hayan cruzado la frontera ilegalmente». «Una persona puede ser detenida por situaciones tan mínimas como que su hijo reciba almuerzos escolares gratis, por su condición de inmigrante», publicó el Times.

Si el plan se concretase, el drama se extendería a miles de familias, además de suponer un revés para la agricultura estadounidense, donde la gran mayoría de mano de obra es migrante.

«Nosotros también tenemos a unos cuantos asesinos», dice el presidente sobre Putin

Aprovechando las estratosféricas audiencias que la Super Bowl recoge, Donald Trump ofreció ayer una entrevista en los momentos previos al evento deportivo para, entre otras cosas, defender su conocida política de mano tendida con Rusia.

En su argumentario sin embargo, hubo algo nuevo que dejó boquiabierto a más de uno. Tras justificar su respeto a Vladimir Putin asegurando que prefiere tenerlo de su lado que en contra, el famoso presentador de Fox Bill O’Reilly insistió en algunos de los puntos más oscuros del currículo del ex KGB. «Vladimir Putin es un asesino», remarcó O’Reilly mientras Trump movía la cabeza de un lado a otro. Tras pensárselo durante unos instantes, el presidente de Estados Unidos contestó de una forma totalmente inesperada. «Hay muchos asesinos. Nosotros tenemos unos cuantos ¿Qué crees, que nuestro país es inocente?», dijo de los acontecimientos que vinculan a su homólogo ruso con asesinatos políticos.

La comparación del neoyorquino puso en grandes aprietos a los líderes republicanos que con poco éxito trataron de salir al paso: «Putin es un criminal. No creo que haya ninguna equivalencia», dijo visiblemente enfadado el líder republicano en el Senado, Mitch McConnell.

Obviamente, la defensa fue bien acogida desde el Kremlin donde aseguraron estar dispuestos a asumir su parte para el restablecimiento de las relaciones con Washington: «Estamos dispuestos a andar nuestra parte del camino», confirmó el ministro de Exteriores ruso, Sergei Lavrov. 

Respaldo a Ucrania

El acercamiento se produce días después de que el Gobierno de EE.UU. criticase a Rusia por su papel en Ucrania, en una reunión convocada de urgencia por el Consejo de Seguridad de la ONU: «Considero desafortunado que en mi primera intervención aquí tenga que condenar las acciones agresivas de Rusia», dijo la nueva embajadora estadounidense, Nikki Haley, dando a entender que Trump mantendrá el respaldo a Kiev, tras el rebrote de hostilidades en el este ucraniano.

El sábado, el republicano mantuvo una conversación telefónica con el presidente ucraniano, Petro Poroshenko, en la que se comprometió a trabajar para «restaurar la paz» en la frontera entre ambos países. Ambos mandatarios acordaron concretar un encuentro «en un futuro cercano», sin más explicaciones.

El héroe rebelde que se sitúa como contrapunto

YURI GRIPAS | REUTERS

Fue en julio del 2015, cuando Trump abrió la caja de los truenos. «Él no es un héroe de guerra porque fue capturado», aseguró de John McCain. Fue en 1967 cuando un misil derribó su bombardero y pasó los siguientes seis años prisionero y torturado por los vietnamitas. Las secuelas del cautiverio son visibles en la actualidad. McCain no puede levantar los brazos por encima de la cabeza y tiene una leve cojera. Sus más cercanos dicen que el senador por Arizona sufrió la embestida de Trump, pero, en lugar de permanecer en silencio, continuó azuzando al entonces candidato presidencial. Así ha sido desde entonces: golpe y revés, golpe y revés.

Sin piedad dialéctica, McCain se ha convertido en el Pepito Grillo del presidente, papel que refuerza periódicamente con una ofensiva llena de desavenencias personales y políticas. La última, a cuenta del coste del muro fronterizo con México. Y es que la postura antiinmigrante del mandatario nunca ha sido del gusto del senador, algo que le ha costado que el presidente de EE.UU. le acusase de intentar comenzar la III Guerra Mundial: «Señor presidente, no trato de comenzar la III Guerra Mundial, más bien intento ganar la guerra en la que estamos metidos», contestó McCain tras advertir que el veto migratorio podría convertirse en una herida autoinfligida en la lucha contra el terrorismo.

Independiente y rebelde, McCain nunca ha sido el hombre más popular entre los legisladores de su partido, no hay más que remontarse al 2008 y ver los resultados de su carrera contra Obama. Ahora, sin embargo, su voz es la que encabeza la resistencia republicana. Detrás de cada salida de tono de Trump se escucha la réplica del senador para recordar que el presidente no es un hombre del partido. «Llamé al embajador de Australia para expresarle mi firme apoyo», dijo un McCain desafiante después de la bronca entre el magnate y el primer ministro australiano.

Así, el contraataque siempre se fragua en la Cámara Baja. Desde allí precisamente, el senador trató de tomarse la revancha, cuando en diciembre entregó al director del FBI, los documentos sobre un supuesto chantaje del Kremlin al presidente de Estados Unidos. Y es que Rusia es su gran caballo de batalla contra Trump. «Creo que Vladimir Putin es un asesino y un criminal, producto de la KGB», cargó recientemente el influyente senador, contrario a convertir al dirigente ruso en un amigo de la Casa Blanca.