La batalla de las delfinas impulsa a Feijoo

Gonzalo Bareño Canosa
Gonzalo Bareño MADRID / LA VOZ

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Chema Moya | Efe

El proceso de sucesión de Mariano Rajoy en el PP puede acabar pareciéndose más a la de Manuel Fraga que al de José María Aznar

07 may 2018 . Actualizado a las 08:49 h.

Una simple pero ilustrativa fotografía fue suficiente para que durante la pasada semana corrieran públicamente ríos de tinta sobre una enemistad personal y una incompatibilidad política que, en realidad, es conocida por todos desde hace muchos años. La evidente falta de sintonía entre la vicepresidenta del Gobierno, Soraya Sáenz de Santamaría, y la secretaria general del PP, María Dolores de Cospedal, sirve en bandeja el culebrón sobre la pugna entre las dos supuestas únicas candidatas a convertirse en el delfín -¿o la delfina?- de Mariano Rajoy. Algo que está bien para rellenar periódicos, pero que dista bastante de ser una realidad, según muchos dirigentes del PP. La abierta enemistad entre ambas es evidente, pero lo cierto es que ninguna de las dos tiene excesivas posibilidades de hacerse con las riendas de la formación. El problema de la vicepresidenta del Gobierno es, y seguirá siendo, su falta de apoyos internos. Nadie en el partido, o casi nadie, cuestiona su capacidad. Pero para formar una familia entre los populares hay que trabajarse la red de complicidades mucho más de lo que lo ha hecho hasta ahora la vicetodo. El lastre de Cospedal, que sí ha trabajado mucho ese campo, es que ni sus más acérrimos discuten que no llega ni de lejos al talento político de Rajoy o de la propia Sáenz de Santamaría. Manca finezza, dicen sus detractores. El trazo grueso de su enfrentamiento, y las abiertas campañas de cada uno de sus medios afines en apoyo de sus favoritas, perjudica aún más sus opciones. Y eso sirve, además, para que otros que tienen muchas más posibilidades, por capacidad política y por contar con más apoyos, se refuercen y se desgasten menos.

Aunque Rajoy no ha anunciado ni anunciará hasta el último día su retirada, y aunque todos den por hecho que habrá dedazo, su sucesión puede acabar pareciéndose más a la de Manuel Fraga que a la de José María Aznar. En 1989, Federico Trillo, Rodrigo Rato, Juan José Lucas y Francisco Álvarez Cascos se presentaron en un chalé de Perbes para convencer a Fraga de que dejar el partido en manos de Isabel Tocino, su elegida, era una locura. Y de que el sucesor debía ser alguien con probada capacidad de ganar elecciones en momentos difíciles para el partido. Fraga acabó cediendo y eligió a Aznar, que en ese momento era presidente de Castilla y León.

Resulta muy discutible que Rajoy tenga en mente que su sustituta deba ser Soraya Sáenz de Santamaría o María Dolores de Cospedal. Pero en todo caso, al contrario que Aznar, que lo escogió a él de manera digital sin que nadie discutiera su elección, Rajoy llegará al momento decisivo casi tan debilitado como lo estaba Fraga en 1989. Y, si entonces optara por una de las dos posibles delfinas, recibiría en Sanxenxo, o donde toque, otra visita de un grupo de notables del PP que le harán ver, como a Fraga en su día, que eso sería un error, porque la única salvación del partido pasa por entregar las riendas a alguien que haya demostrado capacidad de ganar elecciones en momentos difíciles para los populares. Algo que ni Soraya ni Cospedal, que perdió Castilla-La Mancha, han hecho. Y, con ese perfil ganador, en el PP solo hay un candidato posible: Feijoo.

Rajoy juega fuerte al pedir que gobierne el más votado

Rajoy apuesta fuerte al presionar a Albert Rivera retándole a que tras las elecciones autonómicas y municipales gobierne el partido más votado. Es una teoría que siempre ha sostenido. Pero, aunque Rajoy esté convencido de que superarán a Ciudadanos en la mayoría de ayuntamientos y comunidades, no está tan claro que lo hagan en las generales. Insistir en que debe gobernar siempre el más votado obligaría por una parte al PP a entregarle la presidencia a Rivera si este gana. E impediría de salida el interesante experimento político que supondría el hecho de que el PP y el PSOE, los dos viejos dinosaurios, se aliaran, si dieran los números, para gobernar en coalición marginando a la nueva política.

La encuesta del CIS que temen el PP y el PSOE

Será esta semana cuando se sepa definitivamente si el suflé de Ciudadanos sube por sus propios méritos o si lo hace ayudado por los medios que juegan a perjudicar al PP y al PSOE. El Centro de Investigaciones Sociológicas (CIS) hará pública su encuesta con intención de voto, la más completa de cuantas se realizan en España. Si ese sondeo confirma que el partido de Albert Rivera está ya por encima del PP, saltarán todas las alarmas y se desatarán definitivamente las hostilidades de los populares contra los naranjas. Pero en el otro lado también hay expectación, porque si los socialistas no son capaces de subir a costa del derrumbe del PP, la situación de Pedro Sánchez se complicaría mucho.

La legislatura queda en manos del nacionalismo

Cuando se anunciaron los resultados de las últimas elecciones generales del 2016, casi nadie se atrevió a dar por hecha la formación de un Gobierno de uno u otro signo. Las posibilidades eran muchas o muy pocas, según se interpretara, y tanto podía gobernar el PSOE como el PP. Acabó haciéndolo Rajoy. Y, tras ello, lo que nadie podía imaginar entonces es que, dos años después, en la política española todo iba a girar en torno a lo que decidieran dos partidos nacionalistas. El bloqueo impuesto por Junts per Catalunya genera una parálisis política en toda España. Y cuando esa situación se desbloquee, la duración de la legislatura y del Gobierno de Rajoy quedará exclusivamente en manos del PNV.