«¿Cuánto queso lleva un queso? Ese ingrediente no siempre es el primero»

GLADYS VÁZQUEZ REDACCIÓN / LA VOZ

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Gladys VázquezSenén Rouco

Todos los datos de un producto están en su etiqueta, pero siguen siendo un enigma para el consumidor medio

03 dic 2018 . Actualizado a las 10:10 h.

La guerra en el mundo de la alimentación se libra a golpe de colores. Dos semáforos nutricionales podrían convivir pronto en los lineales de los supermercados españoles. Uno, el criticado código lanzado por cinco grandes marcas. El otro, el NutriScore de Sanidad, avalado por las sociedades científicas. Colores, en definitiva, para que el consumidor interprete de un vistazo qué se lleva en el carrito. «Hay una legislación inmensa tras esos datos. Debemos estar tranquilos porque todo está bien regulado, pero si quieres saber qué lleva un alimento, te encuentras con el problema», dice Antonio Díaz, responsable de la base de datos de referencia, Midíadía. En un envase hay que fijarse en tres conceptos: la denominación legal, la lista de ingredientes y la información nutricional. Y normalmente no sabemos interpretarlas.

PAVO QUE NO ES PAVO

El orden de los ingredientes. «No hay que fiarse de los mensajes del frontal. Por ley, los ingredientes están ordenados de mayor a menor. Hay que coger el bote de tomate y ver cuánto tomate lleva. ¿Cuánto queso lleva un queso? No siempre el ingrediente que creemos es el primero». Hacemos la prueba con dos fiambres de conocidas marcas. A simple vista parecen pavo, pero la lista de ingredientes nos da un dato fundamental. El primer producto, «pechuga de pavo», tiene un 90 % de pavo. El segundo es «fiambre de pavo» y solo contiene ese animal en un 55 %. «¿Qué es el resto? La otra mitad es agua, fécula de patata, leche en polvo, proteína de soja y azúcar. Y sí, es más barato», dice Fernando Martínez, de Midíadía.

«Está regulado, pero si quieres saber qué lleva un alimento, llegan los problemas»

POCO INTEGRALES

¿Qué tipo de harina usan? El concepto integral en una bolsa de pan es otro de los asuntos que provocan confusión. Lo comprobamos con un pan de molde de marca blanca y otro de una multinacional. «Tiene que llevar harina de trigo integral. En el caso del pan de marca blanca, el primer ingrediente lo es. No usan otras harinas. El segundo, el más conocido, también la lleva, pero entre sus ingredientes está la harina de trigo blanca o la de centeno. Si buscas un pan integral, no lo estás comprando. No sueles saber qué pintan los pequeños ingredientes tras los principales y a veces empobrecen el alimento».

¿QUÉ NOS DICE EL NOMBRE?

No siempre lo que creemos. Las estrategias de márketing suelen confundir al consumidor. Pasa, por ejemplo, con dos salsas de soja. Dos botes muy similares que no tienen el mismo contenido. «Hay algunas que ponen “salsa de soja” y otras “salsa oriental con soja”. La auténtica lleva un 16 % del producto principal. La oriental, solo el 5 %. Hay que decir que esta última es además azúcar en un 50 %. La otra, solo en el 2 %. Hay que mirar la denominación legal, que suele estar en mayúsculas». Algo similar pasa entre una «bebida de soja» y una «bebida de soja ligera». Inmediatamente pensamos que la ligera engorda menos. «En realidad, la diferencia es que para que sea ligera le quitan soja. Una contiene un 13 % y la otra un 9 %. Si le echas agua a la que más contiene, conseguirás en casa lo mismo».

LA GUERRA DEL AZÚCAR

Poco «zero». El azúcar se ha convertido en el enemigo a batir y eso lleva a que muchos se decanten por el «sin azúcares» o el Zero. Comparamos dos mermeladas de la misma marca y en la información nutricional está la clave. «La normal y la Zero tienen el mismo valor de azúcar. La segunda no lleva azúcar refinado, pero lo sustituyen por zumo concentrado de caqui. Nos dan lo mismo que están eliminando».

«No solo hay que fijarse en nombre: los ingredientes se ordenan de mayor a menor»

La gran base de datos, en manos de una «start-up» viguesa

En sus manos está la mayor base de datos de alimentación del país. Conocen qué llevan las etiquetas «y lo que no llevan». El equipo vigués de Midíadía tiene estructurada y digitalizada la información de 80.000 productos. Llegan incluso al mundo de las mascotas, la droguería o la cosmética. «Nuestros clientes son las marcas: quieren compararse con su competencia. Se preguntan qué hacen los demás que ellos no hacen. O si pueden abaratar su proceso productivo. También el retail. ¿Qué compran sus clientes en cada momento del día? ¿Venden más los productos saludables?». Así explica Antonio Díaz el trabajo diario de su start-up. «Ahora mismo, los que compran también quieren conocer más datos de lo que se llevan a casa. Normalmente nos fiamos de la foto o del color del envase, pero en pocas ocasiones le damos la vuelta y profundizamos. Por ejemplo, un loncheado puede parecer jamón, pero en realidad lleva poco jamón. La marca no te engaña, esos datos vienen en la etiqueta». Ellos mismos tienen que sufrir a diario lo difícil de interpretar una etiqueta, a veces incluso lo imposible de leerla. «Se mezclan términos legales con márketing. La información no siempre es evidente o incluso es demasiado pequeña», apunta Antonio Díaz como líder de un equipo formado por seis profesionales.

«Si estás entre dos productos similares y no te fijas, puede pasar que los dos sean el mismo producto y que uno sea más caro. Incluso que compares dos artículos que no tienen el mismo valor nutricional», explica Fernando Martínez.

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