Hay que imaginarse la escena: un grupo de hombres con sus mochilas al hombro, sus móviles de alta gama, sus camisas remangadas, después de un día duro en el Mobile World Congress de Barcelona, cogen el taxi directo que los conduce a esas famosas salas de la ciudad donde se ofrecen servicios de prostitución. Sin trampa ni cartón, directos a ese clásico de copa, estríper y lo que surja para evadirse. A veces, es verdad, son las limusinas las que los esperan a la puerta porque para irse de putas el tiempo corre, que al día siguiente hay que madrugar para volver al trabajo. Los congresistas son clientes buenos, pero tienen sus horarios, por eso algunas salas de alterne de Barcelona como la Bakarrá o la Bagdad han tenido que adelantar la entrada para atender una demanda que ha dado un titular: «El turismo sexual creció un 30 % durante el Mobile World Congress». Son hombres que tienen una formación universitaria, hombres que tienen familia e hijos, hombres modernos que están a la última en tecnología, hombres responsables, hombres a los que no les ha pillado la sorpresa de una juerga a las cinco de la mañana, hombres que, eso sí, aprovechan la oportunidad de estar fuera de su casa para pagar por echar un polvo. Son hombres de esta generación, hombres de 30, 40 y 50 años, hombres como los que tenemos alrededor. A ver, hombre, ¿tú también te vas de putas?