El PSOE gana las elecciones y Pedro Sánchez podrá gobernar sin los independentistas

Juan María Capeáns Garrido
JUAN CAPEÁNS REDACCION

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Las derechas quedan lejos de la mayoría por el batacazo del PP, y los socialistas disponen de alternativas con Ciudadanos o con Podemos y el PNV; Vox, quinta fuerza, no tenía voto oculto

29 abr 2019 . Actualizado a las 10:41 h.

Más que un ganador indiscutible, improbable por la fragmentación del voto, España necesitaba al menos dos o tres rotundos derrotados para irse a la cama con cierta garantía de estabilidad en el Gobierno durante los próximos cuatro años, con un presidente indiscutible y tiempo y espacio por delante para ejercer. Pero no ha sido así. El PSOE es el incontestable vencedor, y el PP pierde con estrépito, pero el retroceso de Podemos y sobre todo de sus confluencias y la enérgica subida de Ciudadanos dejan el arco de colores fracturado y con un partido a la cabeza que se quedó incluso con menos escaños que los populares en la fallida legislatura del 2015. Y muy lejos de los 137 desde los que se cayó el PP de Pablo Casado, descabalgado a mitad de mandato con la primera moción de censura exitosa de la historia de España.

PACTO POR LA IZQUIERDA

Con Podemos, PNV y más. Pedro Sánchez puede sumar por la izquierda, consolidando el bloque progresista y aliviando la decepción de Pablo Iglesias, que exigiría entrar en el Ejecutivo, pero necesitaría también al PNV y a otras formaciones que garantizarían la investidura pero nunca la estabilidad del Gobierno, muy pendiente de las concesiones territoriales. La mejor noticia para los socialistas es que no necesitan mirar hacia ningún partido secesionista en Cataluña, donde se produjo una gran movilización pero, al final, una enorme pérdida de influencia en la política del Estado. Internamente, con ERC lanzado hasta doblar en representación a Junts per Catalunya, sí pueden producirse reacciones de calado autonómico.

PACTO POR LA DERECHA

Con Ciudadanos. Por la derecha, los socialistas tienen la opción de Ciudadanos, la suma más evidente y limpia, pero los magníficos resultados alcanzados por los de Albert Rivera quedan a expensas del premio del poder, que en ningún caso llegará por la derecha. La consolación de la formación naranja como tercera fuerza también deja en entredicho el liderazgo conservador, por lo que podría plantearse reeditar el órdago del sorpasso, similar al que impulsó sin éxito Podemos en el pasado año 2015.

LA OPOSICIÓN

Un líder debilitado. El PP queda, más que tocado, destrozado. Con un suelo desconocido históricamente y sin opciones de influir desde el Senado o de activar el artículo 155 de la Constitución como pretendían, el tropezón sin paliativos de Pablo Casado deja al partido conservador hegemónico durante cuarenta años con una representación muy pobre para ejercer el liderazgo de la oposición y muy lejos de articular una alternativa sólida. 

Vox, que fue el gran elemento distorsionador de la campaña, entra con fuerza en el Congreso, pero marca su primer techo de representación en torno al 10 %, confirmando las encuestas y despejando dudas sobre si había o no el voto oculto que se le atribuía y que también alentaba interesadamente la izquierda para agitar el miedo a la ultraderecha.

Sin embargo, para el análisis de los próximos días quedará la influencia que ha tenido la irrupción de la fuerza liderada por Santiago Abascal en la alta movilización global, que ha decantado la balanza hacia el bloque de izquierdas y ha elevado las expectativas de los partidos nacionalistas e independentistas, que perderían cualquier opción de influir en Madrid si la derecha alcanzaba 176 escaños. Con los resultados del 28A cerrados, el calificativo de comicios históricos puede quedarse excesivo. A lo sumo, serán pioneros por la conformación de un Gobierno de coalición.