La desaparición de Anna y Olivia en Tenerife, un caso que se ha convertido en un misterio

Manuel Costoya
m. c. cereijo REDACCIÓN / LA VOZ

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El paradero del padre de las niñas, con una orden internacional de búsqueda por secuestro parental, sigue siendo una incógnita

10 jun 2021 . Actualizado a las 23:08 h.

«No las vas a volver a ver». Ha pasado casi un mes desde que Tomás Gimeno pronunciase esta inquietante frase en una de sus últimas conversaciones con su expareja, Beatriz Zimmerman, antes de que el hombre desapareciese con Anna, de un año y Olivia, de seis, en la isla de Tenerife. Desde ese 27 de abril, más de setenta personas, entre ellas investigadores de la Guardia Civil especialistas en casos de difícil resolución, están buscando explicaciones para resolver lo que es ya un misterio de gran trascendencia mediática. Es una contra reloj en busca de certezas para reconstruir lo que sucedió, pero sobre todo para saber lo que se le pudo pasar por la cabeza a Tomás Gimeno para pronunciar un adiós que suena muy meditado. 

Los últimos movimientos

Dos horas por definir. El pasado 27 de abril, Tomás Gimeno recogió a Anna y Olivia en la casa de Beatriz Zimmerman a las 17.00 horas para pasar la tarde con ellas. Gimeno se desplazó a las 19.30 a la residencia de sus padres. Al irse le dio un abrazo inusual a su progenitor. Fue la última vez que se vio con vida a las niñas. Luego regresó solo con Anna y Olivia a su casa, donde estuvo cerca de dos horas. A las 21.30 de ese mismo día, las cámaras del puerto de Santa Cruz de Tenerife lo captaron solo, llevando dos petates militares y bultos desde su coche hasta la embarcación de recreo de su propiedad. A las 21.50 hizo su primer viaje a alta mar. Antes ya había conversado con su exmujer, que no se encontró a las menores cuando fue a buscarlas. Primero le dijo que estaba cenando con ellas. Después que no las volvería a ver, ni a él tampoco. Tomás regresó a tierra a las 23.30 horas y se fue a una gasolinera a comprar tabaco y un cargador para su móvil. Después, pidió al vigilante del puerto cargar su celular. Llamó a Beatriz y la tranquilizó diciéndole que ya había acostado a la niñas y que las llevaría mañana con ella. La madre se calmó. Gimeno volvió a adentrarse en el mar y se le perdió la pista. Esa madrugada envió mensajes de despedida a su familia y amigos que, alarmados, avisaron a Beatriz a primera hora del miércoles 28. A las ocho de la mañana interpuso una denuncia en la Guardia Civil. Ese día, se encontró la barca a la deriva en una zona de gran profundidad. Y también apareció una silla infantil propiedad de la familia. 

Las teorías

Dos hipótesis. Nadie duda de la complejidad del caso, un verdadero puzle para los investigadores. El juzgado que lo instruye decretó el secreto de sumario y dictó una orden internacional de búsqueda de Tomás Gimeno por secuestro parental. La primera línea de trabajo está centrada en el mar y en la casa del progenitor, donde estuvo con las niñas antes de desaparecer. La embarcación de Gimeno fue localizada a la deriva sin ancla en una zona de gran profundidad a la que no pueden acceder los buzos. La Guardia Civil ya tiene la autorización oficial para que un sonar y un robot submarino puedan analizar el fondo marino de hasta mil metros de profundidad. La lancha donde se vio a Gimeno también está siendo minuciosamente inspeccionada, al igual que la casa del padre de las niñas. Hasta en cinco ocasiones, agentes y perros adiestrados han buscado, sin éxito, restos biológicos de Anna y Olivia.

Otra línea de trabajo, a la que los investigadores dan poca credibilidad, es la hipotética huida de Tomás ayudado por otro barco con dirección a Cabo Verde o atravesando el Atlántico a Latinoamérica, una teoría alimentada por la aparición de un velero con una trayectoria errática que navegó por la zona la misma noche que la embarcación de Tomás Gimeno. Pero el análisis de las balizas y de los trayectos marinos de las horas en la noche y la madrugada de la desaparición han determinado que ningún barco estuvo cerca o fondeó junto a la lancha de Gimeno, según detallaron varios medios. 

El móvil

Una posible venganza. Tomás Gimeno, el padre de las pequeñas, tiene 37 años. Muy aficionado a los deportes, proviene de una familia adinerada de Tenerife. Antes de su desaparición figuraba como administrador único de varias empresas del sector de las flores y plantas. Tomás y Beatriz Zimmerman pasaron por un proceso de separación complicado y con enfrentamientos, con amenazas por parte del marido que la mujer nunca llegó a denunciar. En julio del 2002, Gimeno contrató una agencia de detectives para espiar a la que esa época era todavía su mujer. Nunca aceptó la separación. La relación con las niñas era diferente. Sus amigos lo califican como un «padrazo». También su exmujer está segura de que nunca haría daño a Anna y Olivia, como ya expresó en varias cartas públicas. Y esa es la gran esperanza.