Natalia Jiménez, dermatóloga: «No deberías ir a la playa a tumbarte al sol»

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Asegura que «no existe un bronceado seguro y saludable», por lo que para verse con algo de color esta dermatóloga apuesta por autobronceadores o maquillajes corporales

04 jul 2022 . Actualizado a las 10:01 h.

El cuidado de la piel y sus problemas siempre le despertaron mucha curiosidad. Sin embargo, Natalia Jiménez (Pamplona, 1985) no tuvo una vocación clara desde pequeña. Incluso quiso ser bióloga marina. Pero tras una estancia en un hospital del Reino Unido decidió especializarse. La dermatología estética se ha convertido en una de sus grandes pasiones, es consciente de la ansiedad que pueden llegar a provocar los problemas de la piel, como el acné, por eso dedica gran parte de su día a día a acercar a la población consejos básicos sobre su cuidado. Muchos de ellos los ha reunido en Ponte en tu piel, el libro que acaba de publicar esta profesional en excedencia del Hospital Ramón y Cajal, que también pasa consulta en el Grupo de Dermatología Pedro Jaén. 

—¿Las cremas más costosas son siempre las mejores?

—No, el coste no tiene nada que ver con su eficacia. Para valorar si un cosmético es bueno o no, y si va a mejorar un aspecto de la piel, hay que mirar los ingredientes. A veces ese coste tiene que ver con el envase; con ingredientes muy exclusivos, pero que no han demostrado una eficacia clínica; y muchas veces con el posicionamiento de la propia marca. Pero para mí, el último criterio a la hora de elegir un cosmético debería ser el precio.

 —¿Usamos demasiadas? ¿Es mejor una y buena que un repertorio infinito?

—Efectivamente, muchas veces nos juntamos con demasiadas, incluso muchas con la misma función. Lo interesante es hacer un análisis, ver qué ingredientes necesitamos y elegir los cosméticos necesarios. A día de hoy, está muy de moda el minimalismo cosmético, pero es algo de lo que los dermatólogos hemos hablado desde siempre. Es mejor poner menos cremas, ponerlas bien y ser constante que una rutina facial coreana, muy de moda, que tiene 10-15 pasos cada vez que la realizas mañana y noche, y abandonarla en una semana.

 —Los dermatólogos cada vez repetís más que «la mejor crema antiedad es un fotoprotector».

—Sí, es algo que cuesta transmitir. Muchas veces los pacientes me dicen: «Doctora, recomiéndeme una crema antiedad». Y revisando la rutina cosmética de ese paciente te das cuenta de que no usa un protector solar. Sabemos que dentro de los factores que envejecen la piel, un 25 % tiene que ver con la genética y un 75 % depende de nuestra exposición a agentes externos (lo que llamamos exposoma). A la larga, esta exposición es la que acaba envejeciendo la piel. Y el principal factor dentro del exposoma es la radiación solar. Si no usas un buen fotoprotector, no tiene sentido ponerte otras cremas antiedad.

 —¿A partir de los 30 hay que prevenir?

—Depende mucho de la persona, para mí la edad del DNI no determina las cremas que van a usar. Hay gente de 30 años que tiene una piel envejecida porque ha tomado mucho el sol, ha fumado o ha vivido en medios con muchísima contaminación. Siempre hay que individualizar. Como norma general, por debajo de los 30 hay que tener bien elegida nuestra rutina de limpieza de la piel, y quizás iniciarnos con antioxidantes, como la vitamina C, que tiene una acción preventiva. Y a partir de los 35 te puedes iniciar en el mundo del retinol, un activo que a los dermatólogos nos gusta mucho, porque es muy eficaz para tratar el envejecimiento. Pero si vemos pieles muy jóvenes muy castigadas por el sol, entonces sí que merece la pena comenzar antes con el retinol, y si hay un acné, pues también mejora con este ingrediente.

—¿Estás a favor de eliminar los signos del envejecimiento o de asumir el paso del tiempo?

—A mí la palabra eliminación, quitar arrugas o borrar manchas... no me gusta. Nunca suelo hablar así a mis pacientes, porque en un tratamiento antienvejecimiento no buscas borrar, sino atenuar para tener una imagen con la que te encuentres mejor y tengas un aspecto más saludable. Supongamos una persona de 68 años con muchas arrugas, con una cara muy castigada por el sol, el quitar todas esas arrugas a base de relleno no va a dar un buen resultado estético, va a quedar con un aspecto artificial. En cambio, haciendo tratamientos más sutiles, como un láser para atenuar arrugas, se va a ver mejor. El envejecimiento va a acabar apareciendo sobre la piel, pero a día de hoy las tecnologías, los tratamientos, ya sean cosméticos o tratamientos médico-estéticos, nos permiten atenuar. A mí me gusta más hablar de suavizar que de borrar o eliminar, porque para eso necesitarías hacer un tratamiento con un resultado no natural.

 —De todos los factores que intervienen en el envejecimiento de la piel, ¿cuál dirías que es el que más afecta?

—La evidencia científica, a día de hoy, nos dice que la radiación solar. Basta con ver una persona que ha trabajado en el campo, que ha tenido zonas expuestas al sol como la cara y las manos, y otras, como el abdomen, que nunca han recibido rayos de sol. La exposición al sol es el número uno, pero vemos otros que también influyen mucho, por ejemplo, la contaminación. En el libro hablo de que hay estudios que han demostrado que la propia contaminación es capaz de producir manchas y arrugas. La exposición al sol está en nuestra mano, la contaminación no.

 —«No existe un bronceado seguro y saludable».

—Es así, pero la sociedad, al menos la nuestra, no lo tiene tan claro. Seguro que has tenido situaciones en las que vuelves de vacaciones en el trabajo, estás bronceado y parece que eso es sinónimo de habértelo pasado mejor o de tener un aspecto más saludable. En cambio, si vienes con un tono como el tuyo previo, no bronceado, es como si te lo hubieses pasado mal o que necesitases descansar. La melanina que se obtiene por exposición al sol, ya sea natural o en cabinas de bronceado, nunca es saludable.

 —¿Por qué?

—Porque esa melanina que se forma en nuestras células es como respuesta a una agresión, a la luz solar. Es señal de que no te has protegido adecuadamente, y por ello, tu piel está respondiendo de esa manera.

 —¿Y si nos queremos ver con algo de color?

—Hay otras opciones como los autobronceadores o los maquillajes corporales. Nos dejan un bronceado, pero que no es resultado de activar la melanina.

 —Habrá quien pueda decir: «Sí, pero para la vitamina D, sobre todo aquí en el norte...»

—Hay que tener en cuenta que en la moderación está la clave siempre. Para tener una formación de vitamina D adecuada bastaría, en principio, con exponer zonas como brazos o piernas durante diez minutos al día sin protección, y en horas no centrales del día.

 —A veces no es suficiente.

—Es verdad que a pesar de hacer eso, determinados grupos de población, como personas mayores o embarazadas, pueden tener falta de vitamina D. Hay que revisar bien la alimentación del paciente, recomendar pescado o huevo, que también ayuda, y si a pesar de eso no logramos alcanzar los niveles, suplementar. A veces me encuentro con pacientes extremadamente bronceados, que toman el sol desde mayo a octubre, cuantas más horas mejor, y la piel muy dañada, que se justifican en la vitamina D. Cierta exposición puede ser beneficiosa, pero más allá de este tiempo es asumir demasiado riesgo. Por ejemplo, si te vas a tumbar al sol al mediodía, es mejor tomar la vitamina D oral.

 —A tus pacientes no les recomiendas ir a la playa...

—A la playa podemos ir a pasárnoslo bien, a bañarnos, a pasear, a hacer ejercicio... Pero tumbarse a tomar el sol por el hecho de broncearse no deberíamos recomendarlo nunca, no es saludable. Si te vas a tumbar, mejor debajo de la sombrilla. En dermatología hay algunos problemas de la piel que mejoran con un sol moderado. En esos casos, explicamos bien al paciente cuántos minutos puede estar sin crema, en qué horas...

 —¿Qué opinas de las brumas y demás espráis?

—Me parecen muy útiles, pero para los retoques de la protección solar. A veces se cae en el error de pensar que pulverizándote de lejos una bruma de factor 50 estás bien protegido, y no es así.

 —Es mejor aplicarlo en la playa que en casa.

No es necesario ponerlo media hora antes, aunque hay que individualizar. Imaginemos que en nuestro trayecto a la playa nos va dando el sol del mediodía, ahí sí que tenemos que poner el fotoprotector en casa. Pero si vamos por la sombra, con ropa, es mejor ponerte la crema en la playa, porque si la pones en casa con el roce de la ropa y el sudor parte de la crema se va a ir eliminando, y vamos a tener la falsa sensación de seguridad al llegar a la playa.

 —¿Los menores de 2 años deberían ir a la playa?

—Se habla de evitar la exposición directa durante los primeros seis meses. De hecho, no se recomienda el uso de protectores solares en niños tan pequeños. Y entre 6 meses y 2 años hay que ser cautos, evitar horas centrales. Yo en estas edades suelo recomendar la protección solar física, trajes de baño con protección 50, de manga larga, porque al final si están jugando con el agua, la arena, muchas veces no es tan fácil poner crema, y ponerla bien.

 —¿Cada cierto tiempo hay que cambiar de crema?

—Me lo dicen muchas pacientes, pero en el fondo no es porque deje de funcionar, sino que es un tema más personal. Las rutinas, si son siempre con los mismos productos, pueden resultar aburridas. Ponerte una crema tiene un resultado beneficioso para la piel, pero no deja de ser un momento de ocio, disfrutas de los olores, de las fragancias... A veces el cambio es para que no sea tan monótono, te apetece probar texturas nuevas, e igual es una textura distinta, pero lleva el mismo ingrediente.

 —¿Cómo influye la alimentación o el ejercicio físico en nuestra piel?

—Hay alimentos que son beneficiosos, por ejemplo algunas verduras, frutas, aceite de oliva... No es que haya un alimento estrella, sino que la clave está en un estilo de vida saludable en cuanto a la alimentación, evitando el alcohol y el azúcar. ¿Es lo mismo tomar altas cantidades de kiwi que ponerse una crema de vitamina C? Lamentablemente no. La piel, al estar tan expuesta al medio exterior, necesita además un aporte de antioxidantes local. Y el ejercicio físico mejora la piel por dos factores fundamentales. Primero, aumenta el flujo sanguíneo a diferentes partes del organismo, y también a la piel; y por otro lado, ayuda a que estés más relajado, a reducir niveles de estrés, de ansiedad, a dormir mejor... y debido a todo eso, la piel también está mejor.

 —Los tratamientos estéticos están a la orden del día, ¿lo malo es cuando son notables y evidentes?

—A veces se peca de exceso de tratamientos, esto va por modas. Hay que tener bien claro qué es beneficioso para el paciente y qué no, porque a veces la persona que viene a nuestra consulta busca el resultado que ha visto en otra. Nosotros como profesionales debemos saber asesorar y decir qué es lo razonable. Lo que queremos es que esa persona que nos pide consejo se vea guapa, más simétrica, atenuar pequeños cambios de la edad, si ha perdido volumen intentar reponerlo, pero el objetivo es buscar la naturalidad, y queda muy lejos de querer transformar a esa persona en otra totalmente distinta usando muchísima cantidad de producto. Tú quieres que se vea mejor, no que desde fuera sea muy evidente que se ha hecho un retoque estético. Esos retoques estéticos tan evidentes, si preguntáramos a gran parte de la población, la gran mayoría no vería a esa persona favorecida sino que la vería peor.