Los «brokers» de materias primas, una vida al más puro estilo James Bond

e. v. pita VIGO / LA VOZ

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Arnd Wiegmann | REUTERS

La guerra de Ucrania, el nuevo reto para los comerciantes de petróleo y trigo

17 oct 2022 . Actualizado a las 08:22 h.

Este verano, en plena guerra de Ucrania, los petroleros entraban y salían de Grecia cargados de petróleo. Alemania compraba gas en los sitios más recónditos para aguantar el invierno. El trigo almacenado en Ucrania, que estaba atrapado en los muelles, necesitaba sustitutos. La invasión de Rusia trastocó los precios del petróleo o el trigo y ha puesto de manifiesto la importancia de las materias primas y el papel que juegan los avispados brokers que compran barato y las venden caras. Pero no son los típicos ejecutivos de cuello blanco de Wall Street que operan tras su pantalla de ordenador. Los compradores de materias primas son legendarios, trabajan a destajo y se juegan la vida sobre el terreno al más puro estilo James Bond para cerrar un trato por un millón de barriles de petróleo o una carga de trigo. Dicen que no les interesa la política, solo negocios.

Así lo revelan Javier Blas y Jack Farchy en el libro El mundo está en venta, la cara oculta del negocio de las materias primas. Cuentan que cuatro comercializadoras dominan el mercado de los combustibles y metales: Glencore, Vitol, Trafigura y en los cereales, Cargill.

Se trata de unos ejecutivos arriesgados y a la vez multimillonarios, que residen en villas de lujo en Suiza pero con un trabajo que parece sacado de una película de espías del agente 007. Se meten en el infierno para comprar barato y vender caro. Desde hace décadas, ganan miles de millones especulando y apostando a subidas o bajadas de precio.

Como ejemplo, en el 2011, un misterioso pasajero inglés bajó en picado en un jet privado hacia el desierto libio para sortear los radares del ejército del coronel Gadafi en plena guerra civil. El viajero tenía licencia de su Majestad y del reino de Catar para reunirse en Bengasi con los rebeldes. No era el argumento de una nueva película de James Bond sino una venta a buen precio en una zonas en guerra civil, inestable y sin ley, pero donde se podían ganar inmensas fortunas. En este caso, el arriesgado ejecutivo que se metió en el avispero de Libia era Ian Taylor, un comerciante de petróleo de la compañía Vitol, que al aterrizar cerró una venta de mil millones de dólares en gasolina, diésel, fuel y gas licuado que permitió a los rebeldes seguir la guerra y derrocar a Gadafi. Como no tenían dinero para pagar el combustible, Vitol les prestó.

Estas empresas arrancaron en los años 50 y 60, y compraron petróleo barato a la antigua URSS y luego, en los 90, a la Rusia de Yeltsin. Firmas como Philip Brothers empezaron a ganar fortunas con la crisis del petróleo, apostando a que subirían los precios más allá de lo imaginable, y desbancaron a las Siete Hermanas (las petroleras como Shell o BP, que dominaban el mercado).

Algunas de estas compañías, como March Rich+Co no tuvieron reparos en negociar con el ayatolá Jomeini. Otras lo hicieron con Sadam Huseín en Irak o cambiaron petróleo por azúcar con Fidel Castro o buscaron minerales en el Congo en plena guerra. Incluso metieron a un fondo de inversión de maestros de un estado norteamericano en la compra de barriles a los kurdos escindidos de Irak durante la guerra con el Estado Islámico. La operación salió mal porque Bagdad recuperó sus refinerías y los kurdos se quedaron sin petróleo que vender, lo que generó pérdidas al fondo de los profesores americanos.

Uno de los episodios más escandalosos fue la compra de petróleo al régimen de Jomeini en plena crisis de los rehenes americanos en Teherán. El ejecutivo Marc Rich eludió el embargo y Estados Unidos lo quiso juzgar, pero huyó y residió 20 años como un prófugo en su casa de lujo de Suiza, dirigiendo su empresa Marc Rich + Co sin salir del país por miedo a ser detenido. Por teléfono, salvó en plena madrugada al gobierno de Jamaica, tras desviar un petrolero para surtir las gasolinas de ese país a cambio de obtener alúmina barata. Finalmente, sus propios ejecutivos le compraron su participación y refundaron la firma como Glencore, que se convirtió en líder mundial.

Otro de los exitosos directivos de Glencore, Ivan Glasenberg dio un paso más al comprar minas en Australia como si fuese el Monopoli, por lo que —además de comercializador de materias primas— se convirtió en productor, lo que le llevó a dominar aún más el mercado. Con Glasenberg, los ejecutivos se hicieron multimillonarios, pero también trabajaron a destajo sin fines de semana ni familia, según los autores. Esa ética del trabajo era común en otras empresas del ramo sin horarios de 9 a 5.

El otro hito de las grandes compañías, como Xstrata, fue descubrir antes que nadie en el 2000 que China estaba creciendo tanto que iba a necesitar ingentes cantidades de materias primas. Allí estaban ellos para apostar a la subida de precios a través de los derechos de futuros.

Cuando Glencore salió a Bolsa, los directivos hicieron públicas sus fortunas y se desveló el misterio. Algunos poseían 9.000 millones de dólares, otros 3.000. A pesar de ser milmillonarios, siguieron trabajando día y noche.